De Taipéi a Pekín

MA
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28 de marzo de 2023
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12:10 am
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De Taipéi a Pekín

Rafael Delgado

El gobierno de Honduras ha iniciado relaciones diplomáticas con Pekín, rompiendo al mismo tiempo la larga relación con Taipéi. En efecto, es lo que la gran mayoría de los países del mundo han hecho, incluyendo a Estados Unidos, en el viejo conflicto entre la República Popular de China y Taiwán. Como se ha difundido en los últimos días, ahora son solamente 13 naciones en el mundo quienes mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán. Ante la aceptación que recibe la República Popular de China de muchísimos países y gobiernos independientemente de sus preferencias ideológicas, juzgar este paso dado por el gobierno de Honduras con argumentos envejecidos que recuerdan las rencillas ideológicas de hace varias décadas atrás, suena absurdo. De igual forma, los argumentos sobre la obligación que tenemos de alejarnos del principal rival económico, que es China, de nuestro principal aliado, Estados Unidos, al que le debemos sumisión política en este asunto, tiene igualmente un sabor amargo e inaceptable.

Pero indudablemente que las acciones del gobierno hondureño tienen que ser buenas y parecer buenas. La gran pregunta ante esta decisión del gobierno de Honduras es el precio que se pagó por romper las relaciones con Taiwán y las monedas de cambio que se exigirán. Si se lee el primer comunicado emitido por la Cancillería hondureña pareciera ser el guion chino el que se impuso cuando todo se centra en indicar que “el gobierno de la República Popular de China es el único gobierno legítimo que representa a toda China” y que “Taiwán forma parte inalienable del territorio chino”, cerrando el comunicado con la promesa de “no volver a tener ninguna relación o contacto de carácter oficial con Taiwán”.

Es innegable que la intensa relación que se mantuvo con Taipéi bailaba en función de la cantidad de ayuda económica que se daba a los gobiernos hondureños de turno, que planteaban sus caprichos con un ropaje de ayuda para el desarrollo, cayendo finalmente mucho de lo aportado a destinos diferentes a los formalmente planteados. Pero parece ser que en los mismos parámetros se plantea la nueva relación con el gigante asiático del que se espera más en términos de apoyo, ya que, para los gobernantes actuales, Taiwán no dio lo suficiente.

Nuevamente en este paso se percibe las debilidades del grupo gobernante que espera las grandes soluciones a los profundos problemas en cambiar la amistad de uno por el otro. Personalmente en términos comerciales e inversiones no espero cambios positivos sustanciales de una relación comercial con la República Popular de China. Las realidades del comercio internacional siguen siendo duras para nuestros países y la lucha entre grandes y pequeños sigue siendo sumamente desigual. Por otro lado, no cabe duda que tendremos algunos ganadores en Honduras de un incremento en el comercio con China, pero al igual que los resultados del comercio internacional con Estados Unidos y Europa, también tendremos sectores perdedores a los que no se podrá, o quizás no se querrá, compensar o proteger como sí lo hacen los países poderosos con los que internamente padecen de los efectos del comercio internacional.

En términos de cooperación para el desarrollo, como se le llama a la ayuda que se canaliza de gobierno a gobierno, todo amenaza con tomar el mismo rumbo: que la agenda de la cooperación china termine siendo el resultado de los caprichos de los gobernantes y de sus funcionarios, y no de una priorización de proyectos en base a necesidades reales de la población y de los actores nacionales, así como de los actores locales que al final poco reciben de esas ayudas; que los proyectos se ejecuten a través de los allegados y de sus instituciones con el fin de utilizarlos para los fines demagógicos de siempre. No hay que repetir los mismos errores del pasado, pero para ello se requieren de profundos y equilibrados análisis por parte de expertos con el único objetivo de plantear una agenda bilateral para beneficio de los hondureños.

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