El panorama con los Estados Unidos

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29 de marzo de 2023
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12:12 am
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El panorama con los Estados Unidos

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

Nunca es malo comenzar con una mea culpa”, escribió el historiador francés Marc Bloch en su “Introducción a la Historia”.

Citamos a Bloch, porque debe haber en este momento una sensación de derrotismo en los salones de la política norteamericana, al ver que ciertos países de América Latina han dado un giro hacia la izquierda y un acercamiento hacia su acérrimo enemigo comercial, la República Popular de China. También hay una especie de reprimido triunfalismo en la izquierda más recalcitrante del continente, cuyos viejos militantes que vivieron las tensiones de la Guerra Fría, sienten que por fin se le está ganando la partida al gigante del norte. Es decir, hay que tener cautela y prudencia en uno y otro lado; el derrotismo y el triunfalismo no pueden marcarse como una síntesis absoluta de las contradicciones históricas del pasado, si lo hablamos en términos marxistas.

Los Estados Unidos deben escarbar con paciencia arqueológica la historia pasada, para hacer un “check list” de las cosas que han hecho mal, como de las que dejaron de hacer en la región. “La política del buen vecino”, en sus variadas presentaciones, desde la “Alianza para el Progreso” hasta el ALCA, que pretendía impulsar el liberalismo económico en la región, no dieron los frutos suficientes para abarcar con sus beneficios a la mayor parte de la población.

Tampoco previeron que las relaciones comerciales y las inversiones industriales no resultan suficientes para sacar a la gente de la pobreza. Es decir, se debió haber ido más allá de la simple empleabilidad, y trabajar enfáticamente en el fortalecimiento de las instituciones políticas y empresariales desde el inicio de la globalización, porque las ayudas no hicieron más que propiciar la corrupción y el latrocinio, mientras que la liberalización comercial y arancelaria se entendió de otra manera.

El modelo impulsado por los Estados Unidos -refiriéndonos al liberalismo económico-, como decían los académicos del estructuralismo cepalino, propiciaba un “American way of life” que solo alcanzó para ciertas élites concentradoras del capital, mientras una buena parte de la población quedaba excluida del desarrollo capitalista.

Pero la culpa de los desaciertos y los desmadres es nuestra: los gobiernos se acostumbraron al “pedigüeñismo” mientras los políticos se enfocaban en proteger haciendas particulares e intereses de clase. Que no hayamos avanzado en el camino hacia el progreso, poco tienen que ver los Estados Unidos, a pesar de su política exterior un tanto errática, y con poca comprensión de la idiosincrasia latinoamericana que varía de un país a otro.

El declive -que sin duda, es un descenso comercial y político del que un día se recuperará ese poderoso país-, ha propiciado un alejamiento de la región, al mismo tiempo que partidos políticos nuevos han aprovechado la coyuntura para emerger con un apostolado panamericanista, y para hacer frente común con un movimiento regional antinorteamericano. Todo esto ha propiciado la disidencia de varios gobiernos que han optado por buscar nuevos horizontes en otros imperios, como el de Rusia y China, evocando la vieja tirantez de antaño.

El escenario se pone cada vez más complejo, pues, mientras unos gobiernos utilizan un lenguaje diplomático con los norteamericanos, incluso amigable, otros no se guardan las consignas, y lanzan sus dardos antiimperialistas olvidando que no es el tiempo de celebrar con fanfarrias un posible triunfo ideológico. La historia es caprichosa, y los consecuencias de las decisiones humanas, impredecibles.

A los norteamericanos no les quedará otra que respetar las decisiones de cada gobierno, cooperar con ellos en lo que sea posible dentro de sus limitantes, sin caer en la indignidad diplomática. Además, los Estados Unidos es una potencia que nadie puede darse el lujo de desdeñar, mucho menos de hacer a un lado; son contados los países que no hagan negocios con ellos y que no reciban los beneficios del intercambio comercial.

Con todo esto, es lógico que nos preguntemos cuál será el devenir de países como el nuestro, donde el panorama, lejos de aclararse, se pone más nebuloso, inseguro y desconcertante.

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