UN PEDAZO DE TIERRA

MA
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2 de abril de 2023
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12:25 am
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UN PEDAZO DE TIERRA

SI observamos las primeras páginas de cualquier atlas mundial en la parte en que figura el continente americano, detectaremos que, a vuelo de pájaro, Honduras es como una cuña pequeñita casi imperceptible al ojo humano. Se requiere de un escrutinio visual para afirmar lo siguiente: “aquí queda Honduras”. No obstante lo indicado, hay países geográficamente más pequeños que el nuestro, ya sea en América, Europa, Oceanía y Asia, que también son ignorados o que han adquirido, con el paso de las décadas y los siglos, mucha relevancia.

Japón es solamente dos veces más grande que Honduras. Sin embargo ha sido y sigue siendo una potencia económica mundial. Holanda (o Países Bajos) es dos veces más pequeña que nuestro país. Pero aquella diminuta nación europea se ha distinguido en los tiempos modernos por su tempranero empuje industrial, por su tolerancia ideológico-política y hasta ha llegado a ejercer influencias imperiales. Naturalmente que los dos países aludidos, de dos hemisferios terráqueos diferentes, han acumulado una larga tradición cultural y civilizatoria de más de mil doscientos años aproximados, modernizándose, lo cual significa un activo tal vez intangible, pero decisorio en las visiones históricas, económicas e identitarias de sus habitantes. Tanto los japoneses como los holandeses, a pesar de los aislamientos eventuales y de sus notables diferencias culturales, han exhibido una visión estratégica más larga en la toma de decisiones con el fin de fortalecer sus naciones y luchar contra las adversidades derivadas de sus propias limitaciones geológicas.

No importa el tamaño geográfico de un país, sino la capacidad de sus habitantes en dirección a consolidar sus fortalezas en medio de las grandes contrariedades que se vayan presentando en cada momento histórico. En este caso deben conjugarse las buenas tradiciones culturales, que van más allá de la simple formalidad académica, con una actitud de puertas abiertas a fin de adaptarse creativamente a los nuevos fenómenos que se atraviesen en el camino. Las miopías históricas, las intolerancias inhumanas y los encierros extremosos, son un alto peligro en el largo proceso de sobrevivencia y prosperidad de cualquier país. No digamos de Honduras, cuya sociedad sigue siendo vulnerable en muchos aspectos.

Aparte de las buenas tradiciones culturales (que también las hay negativas), las visiones estratégicas y las capacidades de adaptación, resulta esencial el amor o el desamor que los ciudadanos profesen hacia su propio país. El terruño en que se nace o se crece es como un pedazo de tierra adherido a nuestros corazones. Ese pedazo de tierra de la patria nativa es igual que un “pedazo del alma” que se lleva en todos los viajes hasta que finalmente descendemos al sepulcro. Por eso es difícil asimilar las acciones altamente negativas de aquellos malos hondureños que sólo han actuado, o siguen actuando, en función de sus vacuos intereses inmediatistas, afectando al resto de la sociedad.

En ese pedazo de tierra se pueden cultivar granos y árboles frutales con el fin de abastecer el mercado interno y seleccionar un buen porcentaje hacia la exportación. También se pueden intensificar industrias y agroindustrias de diverso tipo, como el cultivo de la tilapia, la okra y la producción camaronera, sin olvidar la caficultura. En ese pedazo de tierra se construyen las casas y los ranchitos, indispensables en la coexistencia civilizada. Nuestras abuelas siempre identificaban una parcela del solar, aunque fuera minúscula, con el fin de cultivar flores y hortalizas necesarias en el consumo familiar. Sin embargo, los lugares propicios para toda clase de cultivos rentables y exportables han sido sustituidos con enormes pastizales garrapatosos, que son propiedad de personas con escasa visión productiva y sin ningún interés en que nuestro país se convierta en una nación verdaderamente rica, cuyos resultados, en caso de volverse competitivos, serían beneficiosos para todo el conglomerado catracho.

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