Del mar de la desconfianza a un océano de posibilidades

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5 de mayo de 2023
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12:06 am
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Del mar de la desconfianza a un océano de posibilidades

Por: Carlos G. Cálix*

“Nueve de cada diez personas en América Latina y el Caribe no creen que se puede confiar en los otros. Solo tres de cada diez confían en su gobierno y son incluso menos las que confían en las instituciones, fundamentales para la transparencia del gobierno, el Congreso y los partidos políticos”, expresan Philip Keefer y Carlos Scartascini en un revelador estudio sobre la “Confianza”, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). “Su disposición a pagar impuestos y a cumplir las leyes y regulaciones establecidas por sus gobiernos es de las más bajas del mundo”, dicen los autores sobre los latinoamericanos. Lo que resulta lógico en los países cuyas instituciones reflejan debilidad administrativa y en donde la población no ve que sus impuestos son retribuidos en obras y mucho menos fiscalizados correctamente, tal como ocurre en Honduras. Mientras no se fortalezca la confianza, muy difícilmente una “Ley de Justicia Tributaria” o una “Secretaría de Transparencia” sean percibidas como confiables.

En el análisis efectuado por Keefer y Scartascini hubo una poderosa frase que llamó mi atención: “…las personas no reaccionan ante la falta de confianza intentando reconstruirla o restablecerla, sino que evitan y rehúyen las situaciones en que deban enfrentarse a ella. Abandonan a sus cónyuges, despiden a los empleados, desdeñan a los proveedores, rechazan a los amigos y abandonan a los políticos en los que no se puede confiar”. En este párrafo hay dos temas emotivos de mucho impacto, particularmente al manifestar que: “…ante la falta de confianza, la gente abandona a sus cónyuges y a los políticos en los que no se puede confiar”. Esto no es poca cosa debido al efecto que estas acciones representan para la sociedad. Esa desconfianza es una de las razones por las cuales mucha gente honesta y de alto perfil moral no quiere relacionarse con políticos. Simplemente la mayoría de las personas no creen en ellos. Y el problema se agudiza porque mientras la desconfianza crece, con ella también incrementa la corrupción y la impunidad.

Keefer y Scartascini ilustran “las graves consecuencias que surgen en los sectores privado y público a medida que las personas se ajustan a contextos de baja confianza. Para limitar los problemas de conducta oportunista en las empresas, los propietarios y administradores contratan a miembros de su familia, aun cuando estos no sean los más calificados”. Terrible problema para el sector público, puesto que al contratar a sus familiares cercanos los indicios de nepotismo usualmente terminan en escándalos de corrupción. Al dar barra libre a ese nepotismo la indignación y la desconfianza aumentan.

Esos niveles de desconfianza en Honduras son polarizada y tóxicamente altos y, en algunos casos vienen precedidos de las acciones y costumbres según la región. Para quienes han crecido en la costa; aprender a nadar en el mar forma parte de la infancia. En el proceso hay frases para toda la vida que marcan la edad adulta y que derivan en constantes alertas sobre la confianza, entre ellas: “Uno se mete al mar hasta donde sabe que no se va a ahogar”, “el mar es traicionero, no se confíe” y, “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”, entre otras. Y, si se trata de frases implícitas en el subconsciente que hasta el día de hoy siguen lacerando la confianza de muchos hondureños, se pueden ejemplificar diversas expresiones, tales como: “Cuando vaya a San Pedro Sula no abra la boca porque se la van cerrar”, “el que conduce en Tegucigalpa puede conducir en cualquier parte del mundo”, “en ese barrio entra el que quiere y sale el que puede”, “cuando camine por la calle tenga cuidado con su celular”. Además de esto; si se utilizan frases relacionadas con políticos, usualmente son lapidarias, resumiéndose en una sola: “En los políticos no se puede confiar”. Así que, con todo esto, los hondureños nadamos en el mar de la desconfianza, aunque la esperanza tiende a ser el único chaleco salvavidas que nos mantiene a flote.

En este sentido, mantenemos la esperanza de construir un mejor país y emerger con eficiencia de brazada. Para ello, es necesario comenzar a trabajar en una plataforma que permita a las personas rastrear los avances físicos y financieros de proyectos de inversión pública georreferenciados, en una iniciativa participativa que permita financiar proyectos seleccionados por los ciudadanos de cada uno de los dieciocho departamentos, en una encuesta nacional sobre el presupuesto abierto y, en cinco ciudades piloto que se integren a los sistemas de gestión antisoborno basado en la ISO 37001. Estamos trabajando por navegar en el océano de posibilidades que hemos visualizado para nuestra Honduras.

*[email protected] Carlos G. Cálix es doctor en ciencias y director general de MacroDato. Posdoctorado por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur IIESS-CONICET.

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