DAR VUELTA A LA TORTILLA

MA
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23 de mayo de 2023
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12:25 am
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DAR VUELTA A LA TORTILLA

LA conversación resume una penosa realidad repetida en esta columna de opinión: (Ajá –interviene el Sisimite– y la burocracia internacional –montada precisamente para lidiar con las crisis, como esa peste sanitaria que golpeó al mundo y lo puso de rodillas– con honrosas excepciones, ¿no dejó mucho que desear? -¿Y la pasmosa pasividad –irrumpe Winston– y la deplorable falta de creatividad? ¿Pudo responder, con acciones puntuales a las inmensas necesidades, con la eficiencia y prontitud exigida por las urgencias, con los recursos suficientes requeridos en la desesperación de pueblos atormentados? ¿O la reacción de esos encumbrados jefes, directores de gabinetes, secretarios generales –en manifestaciones y boletines– no fue de resignada inacción, de solo repetir que “estaban muy preocupados”? -No solo eso –interrumpe el Sisimite– ¿y varios gobiernos, cuando más apremiaba la mancomunidad, en vez de colaborar, más bien no se aislaron? -La preocupada comunidad internacional –suspira Winston– ¿estuvo a la altura de los insufribles apuros de la gente o decepcionó? ¿Satisfizo la aflicción de los más vulnerables en estos pintorescos paisajes acabados? Al día de hoy, no te parece, ¿siguen sin tener remota noción siquiera, de cómo eso sacudió los cimientos de todos los sistemas y continúa golpeando; sin idea de cuál sea el orden (o desorden) de cosas de la nueva realidad?).

Lo anterior nos lleva a lo propio, y para ello es necesario darle vuelta a la tortilla. ¿Cuáles considera los principales problemas del país y dónde es que podríamos asistir las instituciones financieras internacionales para que nuestros recursos sean más efectivos? Esa fue, en una conversación que sostuvimos, la inquietud planteada por el anterior representante del BID aquí en Honduras, esperando –pudimos deducir por la enumeración que hacía de los préstamos otorgados a programas en distintos sectores– escuchar la lista acostumbrada, el mar y sus conchas, de las carencias. Por curiosidad –respondimos– quisiésemos tener siquiera noción más precisa de cuándo fue que se perdió lo esencial que adolecemos. Y la verdad, es que lo uno conspira junto a lo otro en un círculo perverso que impide levantar cabeza. Es decir, los niveles de desconfianza que se sufren –la percepción que todo es malo, que nada sirve, que no hay cosa que no esté podrida hasta los tuétanos y que nadie goza de credibilidad suficiente para confiar que pueda hacer algo bueno– define la acre atmósfera de conflicto y de crispación que se respira. Y lo otro, influenciado a su vez por lo primero, el desánimo colectivo; que hace renegar de todo lo ocurrido en el pasado, desacreditar lo anterior como si nunca hubo avance, e impide ver el presente como el futuro del país con ojos de optimismo, casi como llamando la fatalidad.

Ah, y la baja autoestima. ¿Es que aquí no hay talento? –concepción equivocada– entonces, hay que ir a buscarlo a otra parte. El embeleso por lo ajeno que desprecia el valor nacional.  Y claro –continuamos– ello mueve ese otro resabio de no aceptar responsabilidad; ya que nada tenemos que ver con nada feo o indeseable, porque la maldita culpa es de los demás. Así que, con un mínimo esfuerzo nacional, si no hay abundancia, hay que encontrar en cualquier otro lado, menos donde corresponde, la causa de la escasez, del atraso, de la pobreza, en fin, de esta ruinosa situación que mortifica.  Sin embargo –también le dijimos– ustedes, la “preocupada comunidad internacional”, –injerencista, fiscalizadora y descalificadora de las instituciones nacionales– ha servido para alimentar ese espejismo. La quimérica percepción que nada hay que hacer porque las soluciones van a caer de afuera. Si mal no recordamos, concluimos diciéndole que, en eso, en restituir esos valores –como mejorar la aborrecible calidad educativa que se tiene– hay que invertir. (¿No te parece –interviene el Sisimite– una buena clase de moral y cívica? Más que eso –irrumpe Winston– de verdades, mondas y lirondas. –Lástima –solloza el Sisimite– esos sectores que más bien pasan implorando ese manoseo. De metiches medrando en los asuntos internos del país que solo compete a los hondureños. –Así es –suspira Winston– nadie va a respetar a alguien que, por falta de seguridad en sí mismo, no infunde respeto).

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