Negociando en política

MA
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23 de mayo de 2023
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12:28 am
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Negociando en política

Rafael Delgado

Frecuentemente se escuchan declaraciones sobre lo que ocurre detrás de los telones de la política hondureña. Actores de diferentes niveles y de todo el espectro político del país afirman constantemente, para caracterizar lo que está ocurriendo y salir al paso de las críticas, que la política es negociación y que nadie debe esperar algo diferente; que eso siempre ha ocurrido; sucedió recientemente en la elección de la Corte Suprema de Justicia y sucederá con la elección del Fiscal General ya que allí los grupos de presión ya decidieron cómo serán las cosas. Así que nadie se sorprenda, siguen argumentando, porque la política es precisamente eso: ceder en algunas cosas, avanzar en otras, calmar las exigencias de algunos en ciertos puntos, ganando a su vez en otros. Es más, sigue el argumento, el proceso político hondureño es tan transparente, que sin ninguna reserva se admite públicamente lo que detrás del telón está ocurriendo.

Tal argumentación y explicación de las cosas impacta negativamente al ciudadano quien contrasta los resultados producidos de esas negociaciones contra sus altas aspiraciones ciudadanas. Al final termina maldiciendo a la política y a sus mecanismos que resultan ser el medio por el que se justifican y aceptan los peores atentados contra la gente. Lo que surge entonces es desencanto no tanto con los que actúan en la obra, al final esa es su labor, la permitida en el “juego democrático”, sino con el sistema y sus instituciones que se han construido para permitir que la farsa se monte y tenga éxito.

Es mucho lo que se ha escrito sobre la inestabilidad política de países como el nuestro que se hunden en un proceso de debilitamiento de sus instituciones y del bienestar general, contrario a los países que avanzan, cuyas instituciones  políticas, pese a ser nominalmente iguales a las nuestras, generan resultados diametralmente opuestos. Algo queda claro de todo lo que se ha sistematizado al respecto: los países que solucionan sus conflictos en las estrechas negociaciones de los grupos de poder y de presión política logran a lo sumo desactivar el problema por un rato, satisfaciendo el hambre de algunos por arrebatar alguna cuota de poder, por asegurar algún buen negocio con el Estado o por protección contra futuras acusaciones legales. Sin embargo, se mantienen vivos los ancestrales problemas que no serán ocupación central de ellos, hundiendo más al país en el caos y en la desesperanza. Claramente, no puede haber más resultado que el anterior, ya que los propósitos con los que actúan las élites del poder económico y político, representando supuestamente al ciudadano, empatan perfectamente bien con las reglas de la democracia representativa.

Para que avancemos, la política debe ser negociación entre grupos de presión y diputados apegados al marco de la ley y a los intereses legítimos. A eso están llamados los que negocian, cabildean y toman las decisiones. Hablar de negociaciones políticas, cuando lo que se hace es maniobrar para que el Fiscal General y el Adjunto sean afines a diferentes grupos políticos con la intención de evitar acusaciones, juicios e incluso la cárcel para los allegados, no es precisamente el tipo de negociación deseada y que resuelve los problemas nacionales. Pero eso es lo que ocurre y seguirá ocurriendo bajo el ropaje constitucional.

Para evitar que los mecanismos sean asaltados por esas intenciones y esos actores, se requieren muchas cosas, pero sin duda que se debe empezar elevando la calidad de los partidos políticos, de los grupos de presión y de sus representantes. En esos espacios importantes de nuestro sistema político nacen las iniciativas y va tomando forma todo lo que después se somete a discusión y aprobación en las instancias formales del sistema político. Allí es donde se deberían depurar las pasiones, caprichos e ilegítimas intenciones para que finalmente prevalezcan las mejores propuestas enmarcadas en los objetivos generales que nos hemos propuesta en el país. Sin embargo, ya que allí predomina el irrespeto a la ley y a los principios generales de la democracia es imposible que sus autoridades y portavoces se sientan obligadas a pasar de una burda repartición del poder para asegurar posiciones de las élites del país a una negociación verdaderamente política enfocada en encontrar la solución a los problemas que nos están matando.

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