BARLOVENTO: Cansancio y lucidez

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25 de mayo de 2023
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12:04 am
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BARLOVENTO: Cansancio y lucidez

Por: Segisfredo Infante

Pasan los años. El otoño individual atrapa. Las desilusiones están a la vuelta de cada esquina, y las fallas de salud saltan por doquier, cuando uno menos espera, y en el lugar menos esperado. Todo ello, sumado a las turbulencias acumuladas del nuevo siglo; las consabidas trampas y mezquindades; la indigencia conceptual y “experiencial” de los viejos y nuevos discursos cuartomundistas; las muchas incomprensiones y distorsiones hipermodernas, que generan un tramado debajo del auténtico cansancio físico y espiritual, más allá de lo que un individuo pareciera aguantar. Es como si se arrastrase más de medio siglo de pesadeces y contrariedades sobre la espalda. O dentro del estómago.

No lo sé con exactitud. Pero en medio de todo, cuando se observa con serenidad la “Historia” de los pueblos, culturas y civilizaciones, a pesar de los chubascos, sequías y enormes tragedias, allá en la lejanía brilla el lucero recurrente de la esperanza; espejea el agua del oasis; o, como se ha popularizado, aparece una luz al final del túnel; o bien encontramos el cáñamo de Ariadna y Teseo que debemos seguir con cuidado en la profundidad confusa del laberinto mitológico pero real. (En otros artículos he aludido que detrás de las mitologías suele esconderse un sentido crudo de los sucesos históricos).

Versificaba el poeta peruano César Vallejo (lo estoy parafraseando) que él solamente pedía una piedra para sentarse y pan en español. Nosotros, por nuestro lado, pedimos libros de contenido profundo, bello, sistemático y plural, y un poco de serenidad encaminada a comprender aquello que es normal en los acontecimientos. Parejamente pedimos despejar las incógnitas de la cosa disruptiva de la “Historia”, que deja como anonadada el alma de naciones enteras, de cuyo conglomerado mundial es parte la pobre, periférica y desinformada nación hondureña, que cada cierto “ciclo” se encuentra sometida a los vaivenes de fuerzas centrípetas y centrífugas, incluso en los tiempos prehispánicos; pero sobre todo con la llegada de los conquistadores españoles y luego con las pugnas internas de los mismos colonizadores. Al respecto hay un ensayo interesante, de nivel científico, de Marcos Carías Zapata (QEPD), que trata de los conquistadores españoles; pero cuyo trasfondo es una encriptada alusión a la “Guerra Fría” de las décadas del setenta y ochenta, que envolvió a la región centroamericana. Tal ensayo está publicado en la “Revista Historia Crítica” de la UNAH.

De vez en cuando se filtran palabras alentadoras. A comienzos del año pasado escuché, o leí, al doctor Hugo Noé Pino, expresar que las remesas enviadas por los hondureños desde el exterior “son sagradas”. (Hugo Noé es una persona a la que respeto y aprecio mucho, desde hace varias décadas). Él, como buen economista sabe que detrás de las remesas subyace una especie de principio económico actual, que conecta con las reservas monetarias, la balanza comercial y con la estabilidad financiera del país y de casi todo el conglomerado nacional. Nuestros compatriotas que trabajan en las metrópolis norteñas del continente americano, tratan de subsistir frente a las arrogancias derivadas de un racismo ciego y egoísta (anticristiano) que pretende ignorar que ante la ausencia de la mano de obra de los “hispanos”, la economía infraestructural estadounidense se derrumbaría, por carestía de mano de obra barata y de una estrategia continental clara de sus líderes coyunturales de hoy en día, respecto de América Latina. Porque la mayoría de los latinos que llegan a Estados Unidos, poseen formación cristiana elemental. No son criminales ni tampoco esconden un espíritu antisistema. Ni mucho menos. Aquí en este punto conviene recordar, por enésima vez, que Estados Unidos es un país configurado por buenos inmigrantes europeos y de otras partes. Por supuesto que hay excepciones del caso, que ni remotamente vamos a ocultar. Se dice y se sabe que hay unos pocos individuos que son utilizados por el crimen organizado internacional, con el objeto de traficar, por la frontera, drogas fuertes y otras mercancías ilícitas, que ponen en precario el buen nombre de la mayoría de los ciudadanos (trabajadores honestos) oriundos de distintos rincones del subcontinente “endoamericano”, tal como le hubiese gustado decir al cultísimo escritor uruguayo-hondureño Oscar Falchetti, si aún viviera.

El capítulo hondureño es un pie de página (importante por cierto) del cargamento de angustias e incertidumbres de una época infestada de “indigencia espiritual”, que conecta con lo material, tal como lo vimos en el curso de la pandemia y otras catástrofes casi simultáneas. “Indigencia espiritual” es ya un concepto filosófico que tal vez resulte aplicable a las circunstancias de nuestro mundo actual. O cuando menos podría ser que se aproxime. En todo caso nada se pierde con intentar reconvenir, con suavidad y sin confrontaciones estériles, sobre temas apremiantes que conciernen a la mayoría de seres humanos del pequeño planisferio en que rodamos. O subsistimos.

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