“¿SONÓ A PISTO?”

ZV
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25 de mayo de 2023
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12:54 am
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“¿SONÓ A PISTO?”

TOCAMOS lo externo y lo interno. El decepcionante papel de la burocracia internacional –instituciones crediticias y sanitarias creadas para responder a las crisis– en el manejo de los recientes apuros que golpearon al mundo y lo pusieron de rodillas. El estruendo y los rayos irradiados de la explosión –salvo honrosas excepciones– los deslumbró. Se quedaron inmóviles –como venados encandilados– huérfanos de imaginación, pichicateando recursos, e indiferentes al suplicio de los pueblos, de estos pintorescos paisajes acabados, en las urgencias. Al día de hoy –como si los golpes no hiciesen chichote– si es que se enteraron que hubo un antes y hay un después, no dan muestra se saber cómo lidiar con la nueva realidad. Pero la otra cara de la tortilla es introspección sobre la naturaleza propia. El clima tóxico, de odiosidad, de desconfianza instigadores del desánimo colectivo. Baja autoestima y poca fe en el talento y el acervo de riquezas nacionales como si nada de lo que se tiene sirve. El complejo que lo ajeno es mejor, crea el trepidante espejismo que las soluciones a los problemas domésticos van a caer de afuera.

Estas fueron algunas de las reacciones del colectivo: “Cuando estaba en el colegio –escribe un amigo sobre la invitación que declinamos–decíamos: “Sonó a pisto”. En resumen y con gran estilo y gentileza les dijo: Agradezco el interés en mi opinión, pero en este caso prefiero abstenerme de opinar porque de todos modos “ni me hacen caso” (como siempre nos ha dicho)”. Una doctora amiga: “Fabuloso, maravilloso, exquisito desayuno su editorial. Quisiera tener un léxico apropiado, para poder definir lo que hizo, podríamos decir en todo caso –como decía Mary Poppins– “Supercalifragilisticoespialidoso”. Lo felicito, de verdad me siento “híper-súper-dúper” orgullosa de usted”. “Para qué más léxico, ja, ja, ja”. Un fundador del colectivo: “Ffffffffff”, qué fuerte y en línea con esta admonición”. “Los encumbrados funcionarios pierden la perspectiva porque solo se juntan entre ellos y se desconectan de su alrededor; se compadecen de las plebes con comentarios como ese: “estamos muy preocupados”, y ya con eso, salen del paso, aunque la gente –la verdaderamente preocupada– lo que quiere es que le resuelvan el problema, y poco le importa la preocupación de un don sentado en una cómoda oficina dictando boletines”. Otro lector: “Pero la crisis sanitaria también dejó cosas buenas”. “Muchas personas se tuvieron que reinventar porque al quedar sin trabajo hicieron un esfuerzo propio para sacar adelante su emprendimiento”. “Un vecino nuestro que laboraba como pintor de vehículos para un señor que se dedica a comprar vehículos antiguos, repararlos y venderlos, de pronto quedó sin trabajo”. “Se arriesgó a montar su propio taller y ahora no caben los carros enfrente de su casa, pidiéndole que se los pinte”. “El empobrecimiento de nuestro país tiene sus raíces en acciones y actitudes tomadas por políticos y empresarios mal nacidos, en perjuicio de los emprendedores”.

Otro mensaje: “Otra vez, querido Presidente, no puedo menos que coincidir con usted a pie juntillas”. “En qué forma tan elegante usted describe el conformismo y anquilosamiento de estos organismos que, en el camino, se acomodaron a una burocracia que, sin mayores contratiempos, aprecia desde la ventana lo que agobia a nuestros pueblos”. “Son como espectadores de una partida de tenis, que opinan y exclaman guardando la compostura expresada en extensos informes de expertos que, sin embargo, a la hora de las dificultades, agarran sus calaches y se van sin siquiera despeinarse”. (Ojalá tu intención no haya sido decirme diablo; no se me olvida –inicia el Sisimite– tu comentario del otro día: “si me preguntás, es porque has de saber, no por diablo sino por viejo”. -Ni se te ocurra –responde Winston– pese a que diablos abundan y es poca el agua bendita. -¿Y sabés –interrumpe el Sisimite– de dónde viene la frase esa que usaste? -Bueno cantá pues –si preguntás es porque sabés, no por diablo sino por viejo–. -De una obra de Ramón Pérez de Ayala: Tigre Juan; El curandero de su honra. “La Humanidad es muy vieja, Colás, y más sabe el diablo por viejo que por diablo”).

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