A COYOL PARTIDO…

ZV
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5 de junio de 2023
/
12:27 am
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A COYOL PARTIDO…

COMO lo más natural del mundo, los trabajadores, tanto en el sector público como privado, esperan con ansias el pago del sueldo mensual adicional que reciben este mes, todos los años. Quienes se precian saberlo todo –y bien pudiese ser que no sea mucho lo que sepan– dan consejos de cómo debe utilizarse. Para ahorrar metiéndolo al banco, para abonar a lo que se sacó fiado, como prima de una casa, etc. Indulgentes recomendaciones. Sin embargo, en estas urgencias que vive la mayoría, cuando apenas ajusta lo que se gana, un sueldo adicional sirve para tapar hoyos aquí y allá. Ese complemento es un respiro para la gente. Y así como respirar, la generalidad lo toma como lo más natural del mundo: Una bendición caída del cielo que vino a asistir los presupuestos familiares. Poca memoria hay hoy de su origen. Más bien –la mezquindad de siempre, como en tantas otras cosas, de algunos que poco o nada han aportado al país– prefieren regatear créditos.

Qué cuesta reconocer lo bueno que se ofrece de manera espontánea. Y es que muchos gremios y organizaciones desearían hacer creer que lo que tienen lo obtuvieron como conquista de lucha en la calle. Pero esto no fue calmante para apaciguar exigencia alguna, ni se dio como imposición de ninguna asamblea informativa, ni por presión de su majestad el tumulto. Fue liberalidad. Una especie de gratificación; estímulo a la laboriosidad de la clase trabajadora de Honduras y a su valioso concurso al país. Ese salario adicional es una de las más significativas concesiones a los trabajadores. El decimocuarto salario constituye una de las medidas redistributivas de mayor escala, a familias que, por lo general, viven al día de sus ajustados ingresos. Fue aprobado por el Congreso Nacional –cuando el expresidente Flores ejercía la titularidad de ese poder del Estado, por iniciativa suya– en octubre de 1994, como medida de retribución social. Nada igual se le compara. Los incrementos al salario mínimo, son un ajuste a la inflación, pero no equivalen a un mes completo de salario. Ocurrió también –otra cosa ya olvidada– que también por iniciativa del titular de ese poder del Estado se reformó la ley para hacer obligatoria todos los años, la revisión del salario mínimo, ya que antes la modificación dependía del criterio gubernamental y podían pasar varios períodos sin cambio alguno. Por supuesto que ello fue decidido cuando la situación productiva del país no estaba en alas de cucaracha, como ahora. El mercado era más saludable y las empresas gozaban de mayor disponibilidad financiera.

Sin embargo, ahora que, por igual, sufren los ingresos empresariales y los presupuestos familiares, el circulante generado por el catorceavo estimula los mercados, reactiva los negocios y oxigena la dinámica económica del país. Usualmente lo adicional sirve como previsión para tiempos difíciles. Solo que ya estamos en esos tiempos difíciles. Quienes viven de “coyol partido, coyol comido”, el decimocuarto es para salir de apuros apremiantes. Pagar útiles escolares, comida, vestuario, combustible, el recibo de agua y de la luz, impuestos, transporte, vivienda o alquiler. O pagar jaranas. (¿Te toca tu decimocuarto –interviene el Sisimite– o andás en la “rebusca” sin trabajo? -No ves que mi oficio –responde Winston–es este: ¿O crees que es paseo, venir a buscarte a lo más escarpado de esta montaña, donde vivís, a conversar –con lo que cuesta sacarte palabra– y regresar con los apuntes de lo platicado para que lo metan al editorial? -Está bien –lo tranquiliza el Sisimite– solo era una pregunta; es que allá abajo en aquellos pueblos y en las ciudades –según escucho– viven alcanzados, haciendo un hoyo, sacando tierra, para ir a tapar otro. -O sea –resume Winston– ¿tapan con lo que destapan?).

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