El sacerdote José Zanardini lamenta que culturas indígenas sean prácticamente desconocidas

HG
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5 de junio de 2023
/
11:15 am
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El sacerdote José Zanardini lamenta que culturas indígenas sean prácticamente desconocidas

El padre italiano José Zanardini lamenta que las cosmovisiones de los indígenas de América Latina son prácticamente desconocidas en la cultura occidental, basada en la filosofía griega, el derecho romano y la historia europea, que las ha negado e invisibilizado.

“Hay más de 500 pueblos indígenas diferentes en América Latina, 500 culturas, lenguajes, cosmovisiones, formas de amar, de morir, de casarse, de trabajar, de pensar, de trascender, de ver el mundo de los espíritus…”, explica en una entrevista con EFE.

El desconocimiento general sobre todo ello, incide, comenzó a cambiar en 1992, cuando las comunidades indígenas se organizaron para rechazar las celebraciones del quinto centenario de la llegada de los españoles a América.

“Desde entonces, ha surgido, con cada vez más fuerza y significado, el valor de estos pueblos, su forma de pensar frente a un planeta que está en decadencia en aspectos sociales, políticos y económicos”, precisa el sacerdote salesiano.

Comenta cómo el tiempo que ha vivido en aldeas indígenas le ha enseñado “mucho más” que sus años de estudio de antropología social en la Universidad Europea de Inglaterra: “Descubrí cómo los pueblos indígenas, con su sistema, son maestros”.

Zanardini llegó a Paraguay en 1978, donde se dedicó a tareas educativas, culturales y sociales, así como en los países limítrofes.

Recientemente participó en el debate “Voces de la selva”, en la Casa América de Madrid, organizado por la embajada paraguaya en España; en 2001 recibió el Premio Internacional de la Paz otorgado por el Gobierno de la Región de Lombardía (Italia), entre muchas otras distinciones.

EL VALOR DE LO SENCILLO

El padre Zanardini se ha dedicado los últimos años a promover los valores de los pueblos indígenas, pues siente que las sociedades contemporáneas han olvidado. Uno de ellos es “la esencialidad”, ya que en Europa se usan miles de cosas que no son necesarias.

“Estuve viviendo en una choza durante años sin energía eléctrica, agua corriente, ventanas o baños; simplemente iba al río a buscar agua y a lavar mi ropa. Yo vivía feliz y ellos también”, señala.

Cuenta que aprendió el valor de “compartir”, tanto los alimentos que cazaban ese mismo día porque no tenían refrigerador, como el tiempo de las reuniones sociales nocturnas, donde no había tecnología.

“Allí aprendí a reír; venía de estudiar en Inglaterra, donde nadie se ríe. Aprendí a estar contento escuchando historias y compartiendo con los demás”, recuerda.

A esto se une la capacidad de estos pueblos para “hacer política”, donde siempre se busca el interés general del grupo, la “resiliencia” para adaptarse fácilmente a situaciones como sequías o inundaciones, y el valor de la naturaleza.

Para él, todo esto también se puede lograr viviendo en las grandes ciudades, a pesar de los altos niveles de estrés y el consumismo. Sólo debemos mirar hacia nuestro interior, insta.

“Estos valores se pueden vivir también en esta sociedad, a pesar de todos los desafíos a los que nos enfrentamos, si cada uno –apostilla- los hace suyos”. EFE

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