¿SOLO DE EXTENDER LA MANO?

MA
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6 de junio de 2023
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12:25 am
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¿SOLO DE EXTENDER LA MANO?

REACCIONES del colectivo al editorial “Coyol Partido, Coyol Comido…”, sobre el catorceavo. “Así es –escribe una ama de casa– en estos tiempos en que la libra de carne cuesta 120 lempiras, las familias esperan el 14vo., para, por lo menos, hacer una carnita asada”. Otra buena amiga sobre el origen de ese salario adicional: “¡No sabía! Qué ejemplar liberalidad… comme il faut”. (A ver –inquiere Winston– vos que sabés francés ¿qué significa eso? -“Tout à fait comme il faut” –traduce el Sisimite– “todo debe ser como es debido”). Un cumplido de una amiga abogada: “En mi bufete, en mi casa, los empleados sienten que es víspera de Navidad ya que es un compromiso anticipado para solventar compromisos anticipados. Gracias, gracias, las generaciones presentes y futuras lo recordarán por esto y mucho más”.

Otra abogada reenvía la conversación de cierre: (“O pagar jaranas. ¿Te toca tu decimocuarto –interviene el Sisimite– o andás en la “rebusca” sin trabajo? -No ves que mi oficio –responde Winston– es este: ¿O crees que es paseo, venir a buscarte a lo más escarpado de esta montaña, donde vivís, a conversar –con lo que cuesta sacarte palabra– y regresar con los apuntes de lo platicado para que lo metan al editorial? -Está bien –lo tranquiliza el Sisimite– solo era una pregunta; es que allá abajo en aquellos pueblos y en las ciudades –según escucho– viven alcanzados, haciendo un hoyo, sacando tierra, para ir a tapar otro. -O sea –resume Winston– ¿tapan con lo que destapan?)”. Y comenta: “¡O pagar jaranas! Totalmente, muchísimas gracias, presidente, por ese bono”. “¡Lo necesitamos!”. “Y yo sí lo voy a meter a una cooperativa; la idea es hacer un buen capital semilla”. Otra opinión: “Este y muchos derechos más las nuevas generaciones los dan de hecho y no reconocen quien los impulsó, y más bien la conversación se enfoca a buscar pelos en la sopa, a la minucia; con tal de evadir el virtuoso gesto de gratitud”. Otro lector: “Es tan real como cruel vivir a coyol partido, coyol comido, como lo es el hecho de que haya muchos, por ese inconcebible desagradecimiento, hayan perdido de vista el origen y la paternidad del beneficio”.  “Hoy más que nunca viene a ser un alivio, ya sea como lluvia del cielo sobre tierra seca o de remiendo de la economía de bolsillo de las hondureñas y hondureños”. Otro lector: “Un conocido tiene como meta ahorrar los salarios extras que recibe al año y cuando ya ha acumulado unos 8 o 10 hace una inversión inmobiliaria”. “Claro él tiene 20 años de laborar en maquila y gana $12,500 mensuales”. “Pero, para la mayoría, el decimocuarto salario fue un gran apoyo en aquel tiempo y lo seguirá siendo”. Otra colaboración: “Cuánta razón tiene, así pasamos la mayoría de los hondureños a coyol partido, coyol comido”. “Esperando con ansias la bendición del décimo cuarto”. “Ojalá que al menos una parte de los que lo reciben leyeran este editorial para enterarse de dónde viene y que otros no quieran atribuirse créditos saludando con sombrero ajeno”.

Un último mensaje de un buen amigo: “Lo recuerdo como presidente del Congreso, en una comparecencia, con una corbata color uva, de Versace”. “Un gran acierto, sin duda, su iniciativa del decimocuarto mes”. “Entre otros muchos”. “Nunca les he imaginado en la jungla, conversando”. “Siempre les visualizo en su sala formal, Winston con una bata de brocado de seda ocre, como la de un excanciller, con aire intelectual, polemizando con el Sisimite en “cigar jacket”. “Y usted sentado cerca, redactando en su laptop”. “Quizás a Winston le vendría bien un corbatín de Lanvin”. (Ya ves –inicia el Sisimite– no nos visualizan en la jungla platicando. Pero aquí, andá deciles, en estos picos ariscos de las más hermosas montañas hondureñas, la caricia del viento aquieta, y la sola dimensión del paisaje, serena. Se respira profundo el aire fresco, envidia de la ciudad. La vista se recrea de cromáticos amaneceres, del azul Maya de cielos despejados; y descansa con la puesta de atardeceres de rojos encendidos, desplazándose a los ocres y anaranjados ocasos. Se disfruta de la imponente selva boscosa que, de milagro, no le han prendido fuego.  Desde donde, con cerrar los ojos para dejar volar la imaginación, percibimos que, con solo extender la mano, tocamos la faz sacrosanta del Creador. Y de paso, cuando vayás a recoger tu bata de seda, pediles que me manden mi chaqueta. No tan fina, en esta intemperie, mejor una chumpa de cuero que abrigue. –Entendido –suspira Winston– y de paso, voy a preguntar por los corbatines de don Oscar, a ver si me prestan uno. Pero no para venir a verte, solo para lucir allá en la sala cuando llegan las visitas).

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