En nombre de mis papas, su esposa Gilma, su hija Gilma Viviana, y del resto de nuestras familias, queremos darles las gracias por acompañarnos y por las muestras de apoyo que hemos recibido en este momento tan difícil.
Hugo Rolando o Huguito, como muchos le llamábamos de cariño, se nos ha ido de este mundo muy temprano, dejando un dolor profundo y un vacío inmensurable.
Y aunque su repentina partida se siente cruel y el dolor por no poder compartir más tiempo con él lo cargaremos siempre, también estamos reunidos aquí para celebrar su vida, para dar gracias por todo lo que compartimos con él y para dar gracias porque nuestras vidas han sido mejores gracias a él.
No hay duda que a través de Huguito, Dios nos ha bendecido. Desde su niñez, Huguito fue sano de cuerpo y mente. Siempre activo y gran aficionado del fútbol, le gustaba hacer ejercicio y le encantaba jugar potra, especialmente con sus amigos de infancia quienes le llamaban Huguinho de cariño. Siempre moderado, nunca tuvo excesos ni vicios.
Asimismo, disfrutaba de actividades relacionadas con el arte como la música y el teatro y tuvo la oportunidad de practicar y participar en ambas. Le gustaba la literatura y también tenía talento con la pluma.
Escribía con elegancia y creatividad, algo que nosotros siempre identificamos, pero que nunca presumió. Huguito era un buen hombre. Era una persona con integridad, con una gran nobleza y empatía por los demás.
Con su familia y amigos, conocidos, y extraños era paciente, respetuoso, servicial, y sin un granito de malicia en sus acciones. Era reservado pero alegre, con esa bonita sonrisa que le caracterizaba y que no le escondía a nadie.
Era una persona desinteresada y con una relación tenue con lo material. Era modesto en sus triunfos personales y no le gustaba llamar la atención. Tenía buen criterio y la moralidad de sus decisiones nunca fue causa de preocupación para sus amigos o su familia. No es una exageración decir que mi hermano es la mejor persona que he conocido.
Huguito quería mucho a su país y tenía claras convicciones sobre la necesidad de tener un país justo, un país donde los más vulnerables puedan tener mejores oportunidades y condiciones. Como funcionario en el servicio exterior, siempre tomó sus responsabilidades con mucha seriedad y sensibilidad. Aún con todas las virtudes que eran fáciles de reconocer en mi hermano, él tenía guardada su mejor cara para los años más recientes. Ser el papá de Gilma Viviana fue su máxima alegría y su niña su máxima adoración.
A nosotros nos encantaba ver la ternura con que la cuidaba y lo lejos que llegaba para mantener la sonrisa de su hija, su Piti, como le llamaba. Él era un papá extraordinario y ella la luz de sus ojos. El más alto honor que le podemos hacer es protegerla y asegurarnos que siempre esté rodeada del amor de su familia. Y así lo haremos. Con Gilma crearon un hogar muy bonito, donde predominaba el amor y el trabajo en conjunto y donde pudimos ver con satisfacción como crearon el ambiente propicio para que Gilma Viviana floreciera.
Ellos se divertían, con las ocurrencias de ambos, las actividades en familia y la variedad de apodos que se inventaban el uno para el otro con mucho cariño. Recientemente los tres habían comenzado un nuevo capítulo de sus vidas en Estados Unidos y nos alegraba ver su rápida adaptación, y como se esforzaban para facilitar la transición de su hija. Su historia de amor fue demasiado corta, pero tenemos fe que Huguito siempre cuidara a sus Gilmas.
Huguito también era un buen hermano. Siendo el hermano mayor, ayudó a cuidarme desde que yo nací y en ciertas formas nunca paró de hacerlo. Ya de adultos, siempre que le planteaba una duda, tenía palabras de aliento para darme confianza. Para mí como para otras personas que lo amaban, solo saber que estaba en el mundo era un alivio y respaldo ante cualquier incertidumbre.
A pesar de tener personalidades algo diferentes, y una diferencia de edad de casi 9 años, Huguito y yo compartíamos gustos en varios ámbitos. Reflexionando sobre como llegamos a compartir esos gustos, me queda claro que en la mayoría de los casos la influencia era de el hacia mí. Yo quería tener más en común con mi hermano mayor. Como aficionados del fútbol, eso incluyó nuestro fanatismo por el Barcelona, que nos creó una sana rivalidad con nuestro papa que apoya Real Madrid. Pero a pesar de su fanatismo, Huguito nunca dejó de felicitar a mi papá en los triunfos de su equipo.
Más allá de los gustos compartidos, lo más lindo que teníamos en común era el entendimiento y sentimiento de lo maravillosos que son nuestros padres. El eterno niño de su mamá y el campeón de su papá, Huguito adoraba y admiraba a nuestros padres, y muchas de sus virtudes fueron un reflejo de tanto amor que ellos le dieron y los valores que le inculcaron. Huguito siempre tuvo los ojos de ambos velando por su bienestar, y siempre tuvo claro que ese amor y apoyo eran incondicionales.
Los honró siempre, recordándoles en palabra y acción de cuanto los amaba. Mi hermano está descansando, pero nos deja un gran legado de humanidad, amor y tolerancia.
Que Dios lo reciba en su seno y que bendiga su reencuentro con nuestra hermanita, Vivian María. Dios bendiga su memoria y la vida de todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo.
Luis Enrique Noé Bustamante
13 de junio de 2023