¿AGOTANDO LA CONFIANZA?

ZV
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26 de junio de 2023
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12:17 am
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¿AGOTANDO LA CONFIANZA?

LOS comicios generales en Guatemala, este pasado domingo, no anticipaban mayor emoción de los guatemaltecos, ni que fueran a dar una salida al estancamiento que sufre el país. Una buena parte del electorado, se supo de antemano, prefirió no participar –previéndose un elevado nivel de abstencionismo, en las elecciones pasadas fue del 40%– o de concurrir, votar en blanco como muestra de rechazo. El vecino país es otro ejemplo de cómo el deterioro en su expectativa de futuro, los malos o mediocres gobiernos que no solucionan problemas, la falta de credibilidad en el sistema electoral, el desencanto hacia la clase política, han ido desgastando los lastimados activos democráticos. Nada funciona. La tal CICIG ni sirvió para enfrentar el flagelo de inseguridad, violencia, irrespeto a los derechos humanos, atrocidades perpetradas por grupos irregulares y aparatos clandestinos –el propósito original por la que se creó– ni para combatir la corrupción e impunidad –tarea a la que prefirió dedicarse cuando la misión primaria resultó harto complicada– y Jimmy, cuando el temido jefe del ente internacional optó por investigarlo, la mandó a echar pulgas a otro lado.

Las opciones políticas que se han turnado el poder en los últimos años, todas han sido decepcionantes. Al general “mano dura” –aún preso– lo sacaron las antorchas. El comediante –desconocido en la política– que desencantados votantes escogieron por ser un “outsider”, en la campaña juró “no ser un ladrón”. Ganó bajo ese predicado, pero antes de salir tuvo que ir a congraciarse con el inquilino de la Casa Blanca en Washington, como blindaje para que no lo procesaran, y correr, el día que se le vencía la inmunidad, a refugiarse al PARLACEN. Durante su gestión, el país, carente de iniciativas de gobierno, funcionó en piloto automático. Las elecciones generales las ganó Giammattei, pero no en primera vuelta. En la primera tanda la exesposa del expresidente Álvaro Colón, perseguido por la CICIG –fallecido este año a sus 71 años de edad– sacó ventaja sobre sus contrincantes. (En el proceso anterior se había postulado –divorciándose de Colón para eludir una prohibición de la ley que prohíbe la participación a parientes del presidente– pero de todas maneras fue descalificada). Perdió las elecciones pasadas –obtuvo casi los mismos votos que sacó en la primera vuelta–cuando en el repechaje los demás partidos votaron en su contra, dando la ventaja al actual jefe de Estado conservador. La nación ha sufrido en los últimos años una erosión en su Estado de Derecho y a la libertad de expresión, bajo el ejercicio de administraciones autoritarias. El proceso eleccionario es dirigido por un ente electoral, bastante cuestionado en su imparcialidad, tras haber descalificado varios aspirantes, aplicando normas para excluir a unos, pero no a otros.

(En ese aspecto los hondureños nos vimos favorecidos, en estas últimas elecciones, por el trabajo de un RNP técnico que pudo salir avante con un censo registral purificado y una nueva tarjeta de identidad, y las actuaciones de un Consejo Nacional Electoral, CNE, que se ganó la confianza ciudadana cuando a los amagos de manipulación del poder oficial, dio amplias y reiteradas muestras de independencia. La aceptación generalizada de los resultados, sumada a la alternancia en el ejercicio del poder, fueron instrumentales al clima de paz y estabilidad institucional que bien pudo haberse perdido si las cosas hubiesen sido diferentes). Los guatemaltecos tienen unos 20 aspirantes de los cuales escoger, aunque, pese al bulto numérico, nuevamente parecería ser una pobre escogencia. Los que llevan delantera son las mismas figuras conocidas –con historiales de equipaje– de la política vernácula. El candidato del partido oficialista va muy abajo, con índices que no llegan ni al dígito. Ninguno, ni por cerca, obtiene el mínimo requerido para imponerse en primera vuelta, lo que lleva la elección a una segunda ronda. (¿No crees –entra el Sisimite– que ha de ser desalentador a los electores del vecino país, perder la esperanza que las elecciones vayan a cambiar sus vidas? -Es el infeliz resultado de tantas frustraciones –solloza Winston– y el peligro crece. Mientras los políticos se engañen que su función solo sea ir a elecciones y no resolver los problemas de la gente, cada periodo que pasa va agotando la confianza, no solo en ellos, sino en su democracia).

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