Por: Marcio Enrique Sierra Mejía
El poder político lo tienen los socialistas porque controlan la lógica del ejercicio de las funciones que implican dominar la gobernanza o la estructura del gobierno. Son los dirigentes del Partido Libre quienes más influyen en el comportamiento y en el actuar de nuestra sociedad. Y este poder que tienen, es legítimo dado que fueron elegidos para gobernar de acuerdo a las leyes que rigen en nuestro país (la Constitución). Sin embargo, en Honduras, considerando que somos un país democrático, la legitimidad que le otorgó el pueblo mediante el voto popular (elecciones), tiende a ser abusivo dado que están excediendo su desempeño en el ejercicio de las funciones, no solo al demostrar un Poder Ejecutivo que excede sus funciones, en el ámbito de otros poderes (intromisión de poderes), sino que también, al cometer abuso de poder en contra de instituciones o personas que denuncian y demuestran los errores que comenten en el desempeño de sus funciones.
Actualmente, los funcionarios que controlan las instancias gubernativas claves, están utilizando artimañas o mecanismos al margen de la ley, para establecer un poder gubernamental (Ejecutivo-Legislativo) sin contar con la legitimidad del pueblo, otorgada por el voto popular; en consecuencia, están convirtiendo su poder político en ilegítimo. Y esto conduce a la tiranía, en vista que, están utilizando la fuerza o la actitud autoritaria para imponer sus intereses políticos, de modo que se ha convertido en un gobierno ilegítimo. Esto significa que, el gobierno, está cometiendo atentados en demasía contra el pueblo.
En un gobierno que eleva su poder político al estatus tiránico, como vemos que ocurre en Honduras, la coacción es el medio frecuente que utilizan para que los opositores sigan una determinada conducta. Y esto da pie a la coerción que, es cuando enfrentamos, una situación donde la ciudadanía realiza sus mandatos debido a la amenaza del uso de la violencia, o sea, utilizan su potencialidad para implantar violencia, a fin de obtener resultados establecido en su agenda política.
Estamos en una etapa gubernativa de coacción en la que se promueve “el temor a enfrentar un daño seguro en el caso de incumplir lo ordenado”. De ahí que vivimos en un ambiente político en el que la convivencia ciudadana teme que le acusen de infringir delito contra la autoridad o desafiar al poder, solamente porque se señalan errores y acciones negativas que contribuyen a afectar la vida del ciudadano. Ahora, con la dominación del Partido Libre, la amenaza a la libertad del individuo y su subordinación es lo que caracteriza el poder político.
El poder hegemónico que tiene Libre, va estructurando la realidad en nombre de la política refundacional, pero al margen de la mayoría de ciudadanos que la aceptaron. Creen en una realidad política “democrática”, que no solo no hace política democrática, sino que se atreve a regular los modos de goce de los ciudadanos, e introduce valores morales del deber, que tienden a destruir “los fundamentos más vitales del querer, del deseo y de la razón política original (Estrach, Nuria, La pérdida de la razón política original según J. Ranciere, Revista Educación y Pedagogía Vol. XV No 36”). En la realidad política actual hondureña, en la que estamos sobreviviendo, nos hacen creer en nombre de la paz, que la verdad responde a una razón política que tienen los representantes del poder político, y que ejercen los socialistas, por encima de cualquier pacto que proclame una política en términos humanos.
La lucha por instaurar políticas democráticas hoy más que ayer, es una necesidad reflejada en el interés de la mayoría de ciudadanos hondureños. El pueblo reclama su soberanía política, denunciando la insatisfacción ante un gobierno que le gobierna, y dice “NO” al modelo político refundacional porque quiere implantar un modelo político que desdice la igualdad, el derecho a la vida, a la paz y que abandera la violencia política para sostenerse en el poder. Quieren imponer un Estado socialista controlado desde el partido falseando la realidad y negado que el progreso pueda lograrse bajo términos democráticos reales, mediante la autocrítica cultural y nunca subyugándose a la domesticación de la estructura ideológica que nos asigne un deseo a una vida rutinaria opresiva, al margen de las razones individuales y de los deseos que las abrigan.
Ante un poder político de tal plante, las fuerzas democráticas no socialistas de Honduras, están en una actitud taimada, confabulando acciones desde burbujas digitales que no logran organizar sus fuerzas opositoras. Soñando con que van a reconquistar el poder con la sola conducción digital, inundando los chats de publicidad política, inclinada ciertamente, a sostener el mismo patrón de poder político y de desarrollo nacional, propio de enfoques reaccionarios que propiciaron la exclusión social, el marginamiento y la concentración de capitales en un núcleo reducido de familias.