UN afiliado al colectivo manda un artículo publicado en un diario mexicano: Se trata de las revelaciones de una reciente encuesta realizada por Sinch: “Casi el 72% de las personas no podrían imaginar pasar más de un fin de semana sin su teléfono móvil, mientras que casi una cuarta parte (23%) cree que podrían durar una hora como máximo”. A la pregunta ¿a qué preferirían renunciar en lugar de su celular?, “el 41% de los encuestados eligió el gimnasio, mientras que el 25% de los millennials seleccionó la televisión o la radio, y el 22 por ciento de la Generación Z (nacidos a finales de la década de los noventa e inicios del año 2000) dijo que renunciarían al sexo”. “El 72% dijo que no podría durar más de un fin de semana sin su teléfono móvil; 56% respondió que no podía ir más de 24 horas; 42%, 4 horas o menos, y el 8% contestó que 15 minutos o menos”.
A varios les gustó lo del tipo que se fue al infierno y encontró que cada país tenía el suyo: (Entonces, nota que en el infierno hondureño hay una fila llena de gente esperando por entrar. Intrigado, pregunta al último de la fila: – “¿Qué es lo que hacen acá?”; y el individuo le dice: – “Aquí te dan electroshocks en una silla eléctrica por una hora, luego te tiran en una cama llena de clavos por otra hora, y el resto del día, viene el diablo hondureño, y te da latigazos”. – “¡Pero, es exactamente igual a los otros infiernos!; ¿por qué hay aquí tanta gente queriendo entrar?”. – “Porque nunca hay luz, la silla eléctrica no sirve, los clavos de la cama se los robaron todos; y el diablo, como es paracaidista del gobierno, viene, firma y se va”). Un lector opina: “Es genial la parte del infierno hondureño”. Una lectora: “¡Escándalo! Qué risa con ese infierno hondureño, qué ocurrencias. ¿Y quién ganó el premio?”. Se refiere al mandado de Winston, que anduviera del timbo al tambo, preguntando a maestros, alumnos, políticos, diputados, empresarios, funcionarios, zombis; ¿cuántos libros leían al año? Para determinar ¿cuál de esos grupos merecía el “cum laude” de la ignorancia? Una lectora comenta: “Creo que hay un empate, todas las respuestas son correctas, porque de la lista todos son zombis”. La doctora amiga con un cumplido: “Me gusta mucho que hable en esta pieza editorial de Suecia, país que represento, ad honorem”. “Se lo enviaré al embajador de Suecia en Guatemala, y a los cónsules honorarios centroamericanos”. “A propósito de libros, antes de leer este editorial –qué casualidad– hablaba de usted con mi hija, su esposo y mi esposo en el desayuno, y les decía que sería excelente que escribiera un libro de su vida”. “Y que yo le iba a escribir este día para eso”. “Todo ese conocimiento brillante, sus experiencias, debe ser un legado”. “Me imagino, además, un libro de sus editoriales”.
Otra doctora amiga: “Sin lugar a dudas sabemos quiénes ganaron”. “Tengo una nietecita adicta a la lectura; a sus 12 se traga los libros y el único castigo que a ella le duele es que, cuando se porta mal, mi nuera se los quita por un tiempo prudencial”. “Cuando viajo lo único que me pide le traiga son libros de una lista que me da”. “Pero, ¿qué pasa en la escuela? Es objeto de bullying porque la consideran nerd”. “Ojalá todos los niños fueran nerds, amantes de la lectura”. “¿Cómo volver a la época en que nos exigían leer determinada cantidad de libros, en la casa y en el aula? Debemos impulsar en el currículo educativo un cierto número de libros leídos por año”. “Eso se puede lograr”. (¿Supiste –entra el Sisimite– que ahora una fundadora del colectivo te da otra tarea? Dice que, le preocupa el nivel de los maestros de primaria, y que ¿si podés andar de la ceca a la meca viendo cómo anda la ortografía de esos profesores? – ¿Y a mí –reniega Winston– para qué me mandan a hacer esas diligencias? Te puedo decir –sin ir a ningún lado– que todavía hay maestros instruidos, preparados y actualizados, con ejemplar vocación de educar –tanto en el sistema formal, pero, muchos los PROHECO–. Sin embargo, ¿qué se puede esperar cuando una multitud de docentes no pasa, siquiera, un examen básico de cultura general? Y como aquí hay repechaje para los alumnos, también, para evitar que se revuelvan, se hizo costumbre volver a hacer las pruebas a los aplazados hasta que pasen. – Si en las pruebas PISA –interviene el Sisimite– aquí los estudiantes, en lenguaje, ciencias y matemática quedaron 3 años atrás de la media mundial, ¿no es ello un reflejo de la pésima calidad del obsoleto sistema educativo, como de la enseñanza que se imparte? – Bueno –solloza Winston– pero en cuanto les claven gabachas a los cipotes todo eso se arregla).