¡Vayan al norte, jóvenes!

MA
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14 de agosto de 2023
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12:58 am
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¡Vayan al norte, jóvenes!

Otto Martín

Hace muchos años, cuando los Estados Unidos recién se formaba y la mayor parte de su territorio estaba vacío, apenas poblado por dispersas tribus autóctonas que vivían de la caza siguiendo manadas de búfalos, la frase “Vayan al oeste jóvenes” se popularizó, motivando a centenares de miles de personas a emigrar en busca de un futuro.

Jóvenes y adultos partieron en busca de su tierra prometida en esas extensas regiones, mayormente  inexploradas, fundando pueblos que, en muy poco tiempo, se convirtieron en ciudades.

San Francisco, San Diego, Los Ángeles nacieron gracias a ese llamado.

Cierto que la costa este (New York, New Jersey, Washington, etc.) estaba en pleno desarrollo, pero muchos encontraron en el oeste una nueva y próspera vida.

Ahora, “¡Vayan al norte jóvenes!” no solo ofrece la ilusión de esa nueva vida para jóvenes y mayores hondureños si no que en la mayor parte de los casos la hace realidad.

Todo aquél que (legal o ilegal) emigra, se porta bien, trabaja y vive de manera ordenada, cambia para siempre su vida y, también, la de sus seres queridos.

Por eso es que “vayan al norte” se ha convertido en una esperanza que su patria no les ofrece.

Los vemos constantemente tomar el camino cargando todas sus pertenencias en una humilde mochila y llevar a sus hijos de las manos en busca de oportunidades, de empleo, salud, educación… de una nueva vida!

Muchos serán deportados, solo para volver a intentarlo, otros encontrarán su nicho y se quedarán, la mayoría dejará su patria para siempre.

Lo que ganan allá -haciendo cualquier clase de trabajo- será dividido entre sus gastos y las remesas que envían a sus familiares, dinero que no solo les ayuda a ellos sino que también sostiene la economía de todo el país.

Una buena parte de sus familias también emprenderá el viaje en cuanto tengan recursos y valor y, sobre todo, cuando la falta de esperanza los obligue a buscar un futuro, una nueva vida en esa tierra prometida.

¿Cuántos se han ido? No existen cifras exactas, se habla oficialmente de un millón (legales e ilegales), me da la impresión que son muchos más.

Pero, si solo fuera ese millón declarado, estamos hablando de un millón de personas, hondureños, que se han ido y no volverán.

Recolectando frutas, trabajando en la construcción, inventando negocios callejeros, limpiando inodoros, sobreviviendo de cualquier manera posible en un mejor país, con más oportunidades.

Es triste imaginarlos ahí, hondureñitos sin patria tratando de sobrevivir en un lugar que difícilmente comprenden, apenas chapuceando el idioma, sobreviviendo en un país que, a diferencia del suyo, les ofrece oportunidades, esperanza, futuro.

Pero es más triste pensar en lo que estaría haciendo aquí ese millón de personas, deambulando por nuestras ciudades en busca de empleo, sin estudiar, sin nada que hacer excepto ver cómo se les escapa la vida día a día, minuto a minuto.

Por eso es que se van, dejan el hogar y su patria, porque aquí carecen de esperanza.

Vayan al norte jóvenes o vayan a Europa, aprovechen ahora mientras ese continente -también lleno de oportunidades- termina de cerrar las puertas con nuevas regulaciones.

Los vemos todo el tiempo tomar precarias embarcaciones y buscar una nueva vida en las playas italianas, españolas, inglesas, ya que tampoco en sus países tienen esperanza.

Son el equivalente, les diferencia el color de la piel y el país de origen, pero son lo mismo, gente que no ha encontrado otra salida que emigrar, arriesgando su vida y dejando atrás todas sus posesiones que -al igual que las de los nuestros- no son nada.

África y Medio Oriente desbordan su gente en una de las emigraciones masivas más rápidas y grandes que ha visto la humanidad.

Su presión cultural y religiosa ya se hace sentir en Europa, al igual que la de los latinos en los Estados Unidos.

Vayan al norte, vayan a Europa jóvenes; vayan donde sea, aquí no tienen nada que hacer.

Vayan al norte antes de que la necesidad y la falta de esperanza les haga caer -como a centenares de miles- en las garras de la delincuencia y el crimen.

Vayan al norte antes de que se les vaya la vida sin haberla siquiera empezado a vivir.

Es triste pensarlo, más triste decirlo, pero es necesario hacerlo.

No quisiera que transcurriera y se perdiera otra generación, otro millón de personas, otro millón de hondureños  sin esperanza ni futuro sumados a los varios millones que tenemos aquí viviendo una miserable vida.

Vayan al norte hondureños, váyanse donde sea, aquí no hay nada para ustedes!

¡Vayan a buscar una vida!

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