La mentira del éxito planificado

MA
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30 de agosto de 2023
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12:05 am
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La mentira del éxito planificado

Héctor A. Martínez (Sociólogo)

La gran mentira de los partidos políticos en América Latina, no importando cuál sea su receta ideológica o su programa de gobierno, consiste en prometer un futuro promisorio de bienestar y justicia social. Cada movimiento político es heraldo y juglar de la misma cantaleta reivindicativa que dicta lo siguiente: dado que el mercado presenta fallas en la distribución de bienes y servicios, entonces, no queda más opción de que el Estado se encargue de esa acción justiciera, tomando parte de la riqueza nacional y distribuyéndola de manera equitativa entre todos. Pues bien: en el monopolio de esa “justa” distribución de la riqueza -entiéndase la “hacienda pública”, estriba el origen de todos nuestros males.

Después de casi cien años de prometer lo que nunca termina de llegar, las cosas siguen igual o peor que antes. ¿A qué se debe esta falla permanente del sistema político que, a pesar del avance de las ciencias y la tecnología, el progreso prometido no termina de aterrizar por estos territorios donde rebosa la miseria y el desencanto de millones de seres humanos? ¿A qué se debe que aquellos políticos que yacen siete metros bajo tierra, y los sucesores que hoy nos gobiernan replican el mismo discurso vacío, carente de sentido para esos millones de depauperados que hoy deambulan por todo el continente, desesperados por llegar a las tierras donde la promesa del bienestar sí se ha cumplido?

Dicen que la mentira en política no es ningún accidente, que es el producto de la fragilidad humana. Prometer lo que nunca se cumplirá se ha vuelto un acto necesario para alcanzar el poder, aprovechando la escasa formación educativa de los ciudadanos y, desde luego, su ignorancia en cuestiones políticas. Y cuando los líderes de un partido político, o los funcionarios del “staff” de un gobierno aseguran que nos sacarán de la pobreza tan solo con seguir una hoja de ruta al pie de la letra, o son muy ignorantes o, en todo caso, están mintiendo perversamente.

El futuro, al contrario de lo que creen los socialistas, planificadores sociales y nigrománticos, no se puede planificar ni mucho menos controlar. Esa gran equivocación -cuando no es una mentira, insistimos-, proviene de la educación de casa. “Estudia y trabaja -nos dicen- para alcanzar tus metas”. Ignoraban nuestros padres, y nosotros mismos, que la vida es azar, y los caminos están llenos de bifurcaciones y contingencias, como dice el filósofo de la complejidad, Edgar Morin. Nada de lo que planeamos se cumple por completo.

Los sistemas políticos, como el socialismo de la extinta Unión Soviética, y Cuba son el mejor ejemplo de esta promesa del éxito planificado que se vino a pique por creer que la ciencia todo lo resuelve. Iniciaron como una utopía salvadora y terminaron sus días peor de lo que estaban en el día cero. “La necedad -como decía Cicerón-, es la madre de todos lo males”, y hoy en día, esa necedad persiste en el alma de los amantes del colectivismo, de los enemigos del mercado y la libertad individual. Insisten con la idea de que el mercado debe ser regulado por un cuerpo centralizador e intervencionista, que imponga las reglas para que en el sistema funcione ordenadamente. Como decía el viejo Cicerón, este es el origen de nuestros males.

Las sociedades libres del mal intervencionista no necesitan prometer nada, ni revoluciones ni tiempos promisorios, porque los individuos no necesitan ser controlados por ningún ente superior. Lo que sí necesitan es que esa creatura superior respete las reglas de la propiedad privada, que propicie el libre intercambio, y que deje fluir las maravillas que engendra la inventiva y la innovación individual.

De modo que cada vez que un partido político, o un gobierno insiste en llevarnos por el camino correcto, en dirección rectilínea a puerto seguro, no hace más que repetir la mentira oficial y centenaria del éxito planificado.

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