DISCURSO atemporal –comenta una apreciable abogada las líneas tomadas del mensaje de toma de posesión– y Winston cierra con buen humor, tan necesario para la vida. Se refiere a la conversación: (Ya sabía –entra el Sisimite– que de algún lado habías sacado eso de “más difícil subir; bajar no cuesta nada”. -Ya ves –suspira Winston– recordar es vivir. Solo que hay quienes dirán que no siempre subir es difícil y bajar es fácil. Subir de peso es fácil y bajar es sumamente complicado). Otras frases, tomadas de El Principito, de Antoine de Saint Exupéry, que inicialmente pensábamos incluir como ilustración al tema: “El hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo”. “Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa y no como fin”. “Mirad, en la vida no hay soluciones, sino fuerzas en marcha. Es preciso crearlas, y las soluciones vienen”. “La perfección se consigue no cuando no hay más que añadir, sino cuando no hay nada más por quitar”. “Para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada”.
“Los drogadictos o alcohólicos –dice un empresario– hasta que caen en cuenta que han tocado fondo y deciden curarse se incorporan a asociaciones que les ayuden o bien hospitalizándose”. “¿Será que no nos hemos dado cuenta que tocamos fondo o estamos conformes con ser los últimos en la lista? La solución al conformismo sería darle vuelta a la lista para que quede patas arriba”. “¿Para qué subir más si ya estamos arriba?”. Una amiga doctora: “Comparto algunas ideas de Nietzsche, en lo que se refiere al ser humano. Pienso que el ser humano es un ser incompleto, un puente entre el simio y el Übermensch; no le interesa salir del fondo, me parece que lo disfruta”. Pero quizás después de tocar fondo tantas veces, como la frase del libro El Principito que dice, “cada fracaso nos enseña algo nuevo y nos acerca más a nuestro auténtico propósito”. “¿No sería ya el momento adecuado para despertar y avanzar por un nuevo camino y con un renovado liderazgo?”. El comentario de un amigo a un editorial anterior: “Todavía vive, aunque camina de manera cansina y lenta, la exdirectora del Instituto José Trinidad Reyes, Gladis Fajardo Ferrari, una gran maestra a la que se le recuerda por su dedicación y esmero en su trabajo”. “También por haber sustituido a igual ínclito exdirector del Instituto Raúl Zepeda Montoya, ya fallecido, quien a su vez sucedió al exdirector Braulio Fajardo al que se le atribuye haber conjurado la famosa “huelga de los peludos” a comienzos de los años setentas”. “Fueron los tiempos en los que todavía el Reyes no había perdido su categoría, ubicado al costado oeste del Instituto María Auxiliadora y a pocas cuadras al norte de los institutos La Salle y La Misión Evangélica”. “Ahora es un edificio abandonado en el barrio Los Andes y la institución educativa como tal “funciona” en un lugar rodeado de talleres, “chupaderos” y pandillas”.
“Lástima –escribe un compañero de universidad– muchos políticos no leen sus editoriales”. “Hace días que allí hubiesen encontrado toda la orientación que necesitan”. “Siga sacándole punta a ese lápiz que si algún día tocamos fondo buscaremos en los editoriales de LA TRIBUNA cómo aprender a subir”. Otra contribución. “Políticos que no ven más que sus intereses”. Además, la creencia, (fomentada también por las redes sociales) de que el liderazgo se mide por número de seguidores, es catastrófica”. “Qué lejano a aquello que nos enseñaban nuestros padres para evitar los conflictos: Donde hay un loco, no sea usted el segundo”. “Cuántos de ellos, creyendo saberlo todo, sin ocuparse de aprender nada, nos llevan en caída libre”. Otra contribución: “Lastimosamente el hondureño carece de ese amor a la patria, y es poco o nada lo que se inculca”. “Uno ve a los norteamericanos, por ejemplo, de que forma cantan su himno, se palpa su patriotismo, cosa que por acá a muchos nos hace falta”. “Ves al colombiano, mexicano, salvadoreño, argentino, entre los que conozco, orgullosos de sus tierras”. “Siempre es posible tocar más allá del fondo; que nos avise el Sisimite qué mira en lo más hondo”. (Escuchaste el mensaje de voz –entra el Sisimite– de la mamá indagando con su hija chispita: ¿Cómo sabés cuándo se toca fondo? -Si yo fui que te lo mostré –responde Winston– y ella le contesta: “Pues cuando mis pies sienten el piso de la piscina, y mis suelas a veces lo tocan; tengo que irme a lo profundo y tocarlo”. “He intentado hacerlo con la frente, pero no puedo”. -“¿Con la frente –la interrumpe la mamá– cuidado te golpeas”. -“Es que eso me da miedo –prosigue la chiquita– y también me puedo sentar allí, pero si me agarro de la isla”. -Excelente –le dice la mamá– ¿entonces, el fondo se toca? –“Con los pies –responde la niña– o con la frente, algunas personas –se queda pensativa y agrega– y con las nalgas también”).