El mundo exótico virreinal del Perú y Honduras

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28 de septiembre de 2023
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El mundo exótico virreinal del Perú y Honduras

Por: Jorge Raffo*

“Cámara de las Maravillas, la “Artifitialia”, “Naturalia et Mirabilia”, “Kunst-und Wunderkammern”, Teatro del Mundo, Teatro de la Naturaleza, Gabinete de Curiosidades, “Vivarium”, “Harboretus”, “Plantarium”. Entre los siglos XVI y XVIII, estos fueron algunos de los sugestivos nombres utilizados para designar las espléndidas colecciones de los europeos ricos que contenían exóticos objetos y animales de la América española” (De Mello, 2013).

En el período virreinal, el Perú y Honduras aportaron especímenes para gabinetes, huertos y espacios destinados a animales “raros” que fueron utilizados como instrumentos de afirmación del poder de las casas reinante, lo que Hans Morgenthau (1948) denominó -en su teoría de las relaciones internacionales (el realismo político)- “política de prestigio”. De otro lado, “no podemos olvidar que (esas colecciones) fueron compuestas bajo el signo del patronato y de las cadenas de dádivas, cosas típicas de la cultura política del Antiguo Régimen” (De Mello, 2013).

El Real Gabinete y el Real Jardín Botánico de Madrid, pasaron a centralizar la política imperial de recolección y catalogación de especímenes. Se creía que la aclimatación de nuevas plantas podría causar una revolución productiva y alimentaria en Europa (como efectivamente sucedió con la papa). En España, la idea de aclimatación ya estaba muy presente en la Real Cédula de 1787 que reglamentaba el funcionamiento del Real Jardín de Cartagena en la Península. Otro de esos emprendimientos fue el Jardín Botánico de Sanlúcar de Barrameda (Andalucía) que contenía muestras traídas de Honduras y del Perú. Creado por Godoy, aliado de Napoleón en España, el Jardín fue destruido por una turba enardecida en 1808 como rechazo a la invasión francesa. El desenfreno fue tal que todos los animales hallados -exóticos o no- fueron acuchillados y descuartizados y las plantas presas del fuego.

Centurión (2009) contabilizó veinticuatro remesas de animales feroces, desde tierras americanas, principalmente peruanas, entre 1731 y 1804. Sin embargo, desde 1751, los envíos de aves exóticas y animales más pacíficos fascinaron a los naturalistas y ese atractivo impulsaría, en 1755, la creación del Real Jardín Botánico de Madrid por disposición del monarca Fernando VI. Su gabinete de curiosidades contenía una selección bien lograda de aves centroamericanas.

El maltrecho estado en que llegaban los especímenes desde Centro y Sudamérica obligó a la dación de la Real Orden circular del 10 de mayo de 1776 que constituye un librillo de instrucciones para el transporte de los animales y plantas que fuesen seleccionados para el Real Gabinete de Historia Natural. Las circulares del 27 de agosto de 1789 sobre el modo de embalar plantas y la del 23 de febrero de 1792 recordando el cuidado en el riego para los plantones luego de su arribo del duro viaje transatlántico (Gonzáles & Rodríguez, 2000) fueron ampliamente difundidas en los territorios virreinales. En la década de 1780 fueron dictadas nueve circulares sobre plantas, semillas y maderas y se transportaron más de dos mil especímenes a la Metrópoli, destacándose las orquídeas de Honduras.

Los camélidos peruanos –llamas, alpacas, guanacos, vicuñas- fueron los más insistentemente solicitados. “Las vicuñas, que hasta entonces eran un asunto de economía virreinal, se convirtieron en cuestión estratégica para España. La lana de estos animales, que se mantenían en estado salvaje en América, era muy apreciada porque su calidad era considerada superior a la de los carneros” (De Mello, 2013). A principios de 1768, el secretario real Julián de Arriaga solicitó que se enviasen, entre machos y hembras, doce vicuñas a España. Se hicieron varios intentos y casi todas las vicuñas morían al llegar a climas tórridos debido a que eran de clima frío. En 1790 fue el último intento y de esa docena de camélidos solo uno de ellos sobrevivió y era mantenido en el parque del Retiro como curiosidad zoológica (Gómes, 2009). Es razonable pensar que tal número de fracasos llevase a los científicos peninsulares a interesarse en los guanacos peruanos. Hacia 1788 había cinco guanacos aclimatados en Aranjuez. El último esfuerzo por llevar guanacos a España aconteció cuando sonaban los primeros tiros de la guerra de independencia. “El 9 de diciembre de 1809, finalmente desembarcó en Sevilla, venido de Buenos Aires, un rebaño mixto de guanacos, llamas, vicuñas y alpacas. Llegaban, finalmente, las llamas para la emperatriz Josefina, esposa de Napoleón, pero la alianza franco-española ya se había deshecho y los animales permanecerían en España” (De Mello, 2013).

Lo que se observa es que los esfuerzos por aprovisionar las colecciones imperiales no pasaron de ser percibidos como “caprichos” de los monarcas porque la ciencia no tenía una inserción más allá de los laboratorios y museos, distantes de la población y sin enganche con las políticas educativas.

*Embajador del Perú en Guatemala.

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