Por: Elvia Elizabeth Gómez García*
Cuando iniciamos un nuevo año escolar o un nuevo periodo académico, los estudiantes tienen 100 puntos a su favor, o bien inician de 0 y comienzan a acumular punto en cada una de las materias que cursan. Sea cual sea la perspectiva en que lo veamos, conservarlos o sumarlos es su responsabilidad.
Imaginemos un escenario hipotético en el cual el balance general de la empresa, presentado por el licenciado recién contratado no cuadra, o el cálculo mal hecho en los componentes de una mezcla termina en una explosión. Las redes sociales estallaron con memes haciendo alusión a los ingenieros civiles, industriales, doctores, enfermeras y demás profesiones que terminaron sus estudios en línea por la pandemia del covid-19. Pueden parecer extremos, pero en la medida en que bajamos la guardia en el rigor académico, estamos contribuyendo a dotar a nuestra sociedad de profesionales menos competentes para los puestos a los cuales aspiran, que se acomodan a dar lo necesario sin exigirse a sí mismos o buscar la calidad.
Cuando un estudiante en la revisión final se da cuenta que ha reprobado el curso con nota de 59%, nos enfrentamos al drama humano de las terribles consecuencias que tendrá para ellos el no haber aprobado la clase. Abundan los argumentos que justifican que debemos darles “ese puntito” que necesitan y, a toda costa, quieren persuadirnos a aceptar que podemos ceder y ser “buena gente” porque solo es un puntito. Pero ¿qué pasó con los 41 puntos perdidos durante el año, el semestre, o el periodo académico? ¿Es justo para el estudiante que se esforzó, que presentó sus tareas y estudió para sus exámenes, que le regalemos un puntito al reprobado?
Lamentablemente, hemos pecado un poco en nuestro quehacer docente cuando, en lugar de reforzarles valores como el compromiso, la responsabilidad, la puntualidad o el cumplimiento, les recordamos constantemente que no han entregado el trabajo, que se ha habilitado la tarea en la plataforma o que revisen constantemente sus acumulados para comprobar que todo está en orden. Que les permitamos presentar la tarea una semana después de la fecha sin una justificación válida o de peso, solo contribuye a fomentar la idea errónea de que siempre se pueden posponer las cosas o que habrá una salida fácil a su falta de compromiso.
En el pasillo de los lamentos, los estudiantes recuerdan los trabajos no presentados a inicio del curso, la prueba en la que obtuvo un punto o el trabajo de grupo que consideró sin importancia. Es en ese momento, en el que los docentes nos convertimos en los villanos del cuento porque “les quitamos puntos” y lo hacemos porque nos da la gana, no porque su trabajo fue copiado, o tiene muchos errores ortográficos, o no le puso bibliografía. No porque estudió una hora antes del examen o la prueba.
Ese punto no es solo un punto, es el reflejo del poco compromiso con su formación, independientemente de si la clase “le sirve o no”. Es la evidencia del poco esfuerzo realizado previamente, cuando iniciaban las clases y había mucho camino por recorrer.
Neus Sanmartí, profesora de química de origen español y dedicada a evaluar los procesos de enseñanza y aprendizaje, ha expresado que la evaluación “es el motor del aprendizaje, ya que de ella depende tanto qué y cómo se enseña, como el qué y el cómo se aprende”.
Cabe preguntarse ¿qué aprenderá el estudiante al que le “regalamos” el punto para aprobar la clase? Ese estudiante será privilegiado por sobre el resto de sus compañeros, pues para él, la nota bajo la cual se le evalúa es 101, pero para los demás es 100. No solo se trata de matemáticas, de sumas y de restas, se trata de valores. El mundo real exige profesionales competentes, la sociedad urge de profesionales éticos y comprometidos. La lección que aprende el estudiante que se queda “por un punto” es que en el día a día hay muchas oportunidades desperdiciadas, aprende la importancia del “si hubiera”. De nuestra parte, aprendemos a superar los estigmas del docente malvado y sin sentimientos, que no fue capaz de regalarle el punto que necesita. En resumen, ambos aprendemos.
*Docente universitaria.