Migrantes vienen…, migrantes van…

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16 de octubre de 2023
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01:35 am
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Migrantes vienen…, migrantes van…

Por: Guillermo Fiallos A.*

El territorio nacional, a diario, es testigo del paso doloroso de cientos de migrantes provenientes de Sudamérica y de América Insular. Con el sufrimiento marcado en su rostro, ingresan por los puestos fronterizos o puntos ciegos ubicados en el oriente y sur del país.

Duele comprobar cómo Latinoamérica se aleja cada vez más del despegue económico, que le permita un desarrollo justo y equitativo para sus habitantes. La llegada populista al poder del cáncer derechista o del sida izquierdista, hunden más y más a las naciones; cuyos gobiernos son incapaces de dar respuesta a los millones de pobres que se multiplican mes a mes.

La corrupción, avaricia, egoísmo y la falta de conciencia y solidaridad se han apoderado de la gran patria latinoamericana, que se ha vuelto campeona en exportar gente hacia el norte. Los desesperados migrantes vienen con sus pies agrietados, brazos quemados, labios secos y marchitos, pero con la esperanza que después del río Bravo, hay una tierra donde encontrarán paz, trabajo y seguridad.

Los sueños de los pobres migrantes se estrellan con una dura realidad, pues el cruce de la frontera entre México y los Estados Unidos de América, no es nada fácil; al igual que se torna difícil conseguir un estatus legal en la nación de su destino final.

Generalmente, atraviesan el mar Caribe, Venezuela, Colombia, Panamá (donde se enfrentan a una de las selvas más inhóspitas como la del Darién). Luego, siguen por Costa Rica, Nicaragua y vienen para Honduras. Algunos se han quedado estacionados en Danlí, El Paraíso y Tegucigalpa; rogando por ayuda o vendiendo dulces que apenas les dejarán unas monedas para comprar un pedazo duro de pan.

Ellos, son nuestros hermanos y aunque se presencia un crisol de razas con banderas de Venezuela, Cuba, Haití y Ecuador –entre otros países–; son parte de esta sangre de la América mestiza que hoy sufre los embates de sus nefastos líderes políticos, que lo único que saben hacer, es desgraciarle la vida a quienes, ciegamente, les brindaron el voto.

Lo más triste de todo es que esos migrantes que vienen, son explotados por malos hondureños –civiles y autoridades–; quienes agigantan más su calvario. ¿Cómo se puede ser tan malvado con gente que ya lo ha perdido todo? Se les cobran pasajes de transporte exorbitantes, les obligan a ofrecer sus cuerpos al mejor postor por unos cuantos dólares para paliar el hambre y otras necesidades, se les lleva por rutas equivocadas para obtener más dinero e, incluso, hasta llegar a causarles la muerte: como aquel niño haitiano que murió ahogado, pues unos transeúntes con mala fe, le indicaron a su madre que tenía que cruzar un río en una canoa, cuando ello no era necesario; teniendo todo este engaño para obtener unos cuantos lempiras, la muerte trágica del menor y su padrastro.

Migrantes vienen…, y cada mes en número mayor, reflejando la putrefacción de la clase política de los países de donde proceden; y por más explicaciones y justificaciones descaradas, que den los “académicos” bien vestidos, cualquiera de esos migrantes les puede hablar sobre el hambre, el desempleo y la inseguridad en sus respectivas tierras. ¡Un triste panorama en pleno Siglo XXI, cuando el hombre pronto se acercará al planeta Marte, pero está alejado de los problemas que agobian a su propia especie!

Los migrantes que vienen, deben seguir su camino y, por tanto, su estadía en Honduras es momentánea. Al partir, van cargando sus frustraciones cada vez más acrecentadas; aunque algunos hallaron gente buena que les extendió la mano, en esta patria de Lempira y Valle.

Migrantes van…, y a los extranjeros que continúan su azarosa travesía, se les unen miles de hondureños que, debido a la situación similar de sus colegas latinoamericanos, se ven obligados a dejar esta tierra para aventurarse hacia los dominios del quetzal y del águila real, para después, cruzar la vertiente que los llevará –según ellos— a la tierra prometida.

Migrantes vienen…, migrantes van…, y la historia es como el cuento de las Mil y Unas Noches, el cual no tiene fin.

Penas vienen…, angustias van. Migrantes vienen…, migrantes van. Ilusiones vienen…, anhelos van.

¡Dios proteja los pasos de estos desheredados de la fortuna!

*Mercadólogo, abogado, pedagogo, periodista, teólogo y escritor.

circulante.fi [email protected]

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