No importa el bando, sí los muertos

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18 de octubre de 2023
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12:20 am
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No importa el bando, sí los muertos

**Héctor A. Martínez

Tras la invasión de Rusia a Ucrania el año pasado, las voces de protesta alrededor del mundo no se hicieron esperar. Intelectuales, medios de comunicación y organizaciones de toda especie, hicieron sentir su desaprobación por el grado de salvajismo con el que las fuerzas militares rusas irrumpieron en las zonas aledañas a la frontera entre los dos países, causando estragos y sembrando la muerte a su paso. Pero también hubo quienes defendieron la aventura militar, arguyendo, de manera muy irracional, la “desnazificación” de Ucrania y la “rusificación” de los pueblos que en el pasado pertenecieron, forzadamente, a la antigua Unión Soviética. En estos casos, las palabras encerradas en manifestaciones ideológicas, y las apologías a los nacionalismos pueden resultar peligrosas, no solo porque crean diferencias de todo tipo -antesala de la violencia-, sino también porque legitiman el uso de la violencia entre individuos y naciones.

Cuando el odio y la muerte se promocionan en las redes sociales, la gente suele tomar partidos de manera irrazonable, como si se tratara de un “reality” de supervivencia, o de la final de un campeonato mundial de fútbol. Hannah Arendt utilizaba el concepto de “banalidad del mal” para referirse a la trivialización de los horrores de la guerra, en especial cuando los individuos actúan en nombre de la justicia y la libertad, o cuando declaran simpatías a causas que casi nadie puede justificar, como las llamadas “guerras santas”, que enarbola el extremismo islámico. Ninguna guerra, por muy santa que la llamen, puede justificarse si fomenta el exterminio de seres humanos, como los que cometió Hamás el pasado 7 de octubre. Cuando el grupo “libertario” – ¿o terrorista? – irrumpió en un festival de música, matando a sangre fría a más de cien jóvenes, y secuestrando a otros tantos, muchos se quedaron callados, y otros lanzaron ovaciones en señal de victoria. Los videos evidencian, de igual manera, la forma salvaje en que los “representantes” del pueblo palestino penetran las cercas de los kibutz aledaños a Gaza, masacrando a familias enteras, en un acto cobarde y condenable, por donde lo queramos ver.

A la intifada palestina, el ejército israelita respondió con una “blitzkrieg” arrolladora desde el primer momento. Y aquí llegamos al punto de quiebre, porque resulta que, desde el inicio de los acontecimientos -activado como reguero de pólvora en los medios-, muchos ignorantes se volvieron exégetas de la Biblia justificando los bombardeos sobre Gaza como si se tratara de una predestinación del pueblo israelita, mientras otros aparecen como obstinados intercesores por la libertad de Palestina, aunque no sepan ni “jota” lo que eso significa.
El activismo y el postureo desde laptops y móviles – o “clictivismo” como le llaman -, así como las marchas en las calles, no han hecho más que estimular la división en todo el planeta, contribuyendo a atizar con mayor fuerza el conflicto. Luego, todos se vuelven al ocio de donde provienen: unos, a tomar un café en Montmartre; otros, a seguir disfrutando de Netflix, pero los muertos en ambos bandos suman y siguen. Alguien escribió un día que “Cuando los partidarios de la guerra son más que los partidarios de la paz, las guerras son inevitables”. Ese es el balance que debemos tomar en consideración. No podemos permitir que esta locura guerrerista siga causando dolor y luto; desplazados, huérfanos y destrucción por doquier. Aquí los únicos bandos victoriosos son, la muerte, los millonetas líderes de Hamás, y los comerciantes internacionales de armas.

Dejemos que la política internacional haga lo suyo; que la ONU se amarre los pantalones, y establezca de una buena vez una salida final al conflicto, cediendo la independencia a Palestina, desmovilizando, eso sí, a Hamás y Hezbolá, y garantizando, al mismo tiempo, la no agresión a Israel. Al resto nos queda la tarea, la humana tarea, de propulsar la paz desde nuestros medios, incitar a la cordialidad, y condenando toda acción guerrerista, no importando el bando que la provoque.

(Sociólogo)

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