Por: German Edgardo Leitzelar Hernández*
Con la idea de estimular estrategias que reivindiquen o revivan la representación política, que es ya una necesidad imperiosa en nuestro país, pregunto, ¿Cuál es el futuro de nuestra democracia?
Analizar la crisis de la democracia representativa vista como falta de congruencia, desarticulación o divorcio entre representantes y representados, o como la necesidad de cambios para manejar los temas o conflictos sociales, en un ámbito en el que las movilizaciones sociales masivas por su descontento, y la permanente elección de líderes mesiánicos que prometen todo y no cumplen nada, nos permite decir: ¿Podemos ofrecer una reflexión puntual de orden general?, creemos que si mientras cultivemos y desarrollemos conceptos como: democracia representativa, debilitamiento de la democracia, conflictos y movimientos sociales, medidas de presión, descontento político, rendición de cuentas, situación política y populismo entre otros.
¿Qué futuro tiene la democracia representativa como sistema de gobierno, si la mayor parte del pueblo no se siente representado, si la conducción del gobierno a pesar de ser electo “democráticamente” no es creíble por malos manejos de los asuntos públicos y por los métodos de representación política que son señalados por las mayorías como propiedad de pequeños pero poderosos grupos de interés?, ese es en esencia el problema que vive nuestra democracia en la actualidad.
La representación vista como el vínculo esencial en las relaciones entre gobernantes y gobernados en una democracia moderna tal y como la conocemos, así como la elección de gobiernos por medio de elecciones supuestamente limpias y libres entre partidos con historia que dicen tener vocación de respeto a la constitución y captan la mayor parte del voto popular, fueron alguna vez el núcleo y voto duro, sin embargo, en la actualidad ese aspecto ha perdido plenamente la credibilidad popular.
Existe una famosa cita de Winston Churchill que reza, “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás”, así pues, esta cita sugiere que, a pesar de sus defectos, la democracia tiene ventajas conceptuales y prácticas que la hacen mejor a otras formas de gobierno. Conceptualmente, la democracia se basa en un reconocimiento de la moral y política de los ciudadanos, lo que impulsa a los gobernantes a tener que responder a los intereses de la mayoría y les otorga legitimidad (al menos teóricamente).
Sin embargo, la historia nos muestra que la democracia no es invulnerable. La concentración extrema de poder hace que la democracia se vuelva un instrumento de personas sin vocación democrática que la vuelven un instrumento de los recursos públicos y la riqueza de la nación que cae en manos de una élite que socava la igualdad política, lo que ha llevado a la creciente influencia de grupos económicos en la toma de decisiones políticas incluso en países en muy avanzados en temas democráticos, no digamos en países como el nuestro, en donde terminamos por ver a estos grupos como si fueran una oligarquía, lo que hace que las defensas de la democracia representativa, frente a este tipo de influencias se vean limitadas, ya que aparentemente las regulaciones se vuelven insuficientes ante el financiamiento político, el cabildeo y la sed de poder de estos grupos que lo persiguen solo por el poder en sí y no por la capacidad o aspiración de PODER hacer mejor las cosas a favor de las mayorías.
Por otro lado, y derivado de todo lo que hemos señalado, los segmentos más pobres de la población, tienen una tendencia a participar cada vez menos en la vida política debilitando aún más el principio de igualdad política. Así las cosas, las desigualdades radicales generan poderes desmedidos a los dueños de la riqueza y excluyen sistemáticamente a los más empobrecidos, socavando aún más la esencia misma de la democracia.
En resumen y gracias a las actuaciones por demás negativas de la clase política el entusiasmo democrático ha perdido su optimismo, este daño al esquema de representación y la creciente desigualdad política nos plantean muchas dudas sobre el futuro de la democracia. A pesar de su superioridad conceptual, la democracia se enfrenta a desafíos significativos en la actualidad, lo que requiere una reflexión seria sobre su evolución y preservación.
El poder democrático es un valor en sí mismo, pero mal dirigido seguirá erosionando la confianza y los principios democráticos. La corrupción, impunidad y el nepotismo destruyen la institucionalidad, la polarización política debilita solidaridad. La supresión de la oposición y la censura extrema atentan contra la libertad de expresión y el pluralismo. Adicionalmente las medidas de seguridad excesivas limitan las libertades civiles. En conjunto, estas prácticas desvían el poder de servir al bien común y amenazan la integridad de la democracia, debilitando su capacidad para representar y proteger los intereses de la población.
“RESCATEMOS JUNTOS NUESTRA DEMOCRACIA”
*Abogado laboralista independiente