La academia frente al fenómeno migratorio
Por: Elvia Elizabeth Gómez García*
La migración ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad, de esta dependió el poblamiento de regiones en donde antes no había existido ningún vestigio de vida humana. Lo que ha variado son las razones por las cuales se producen estos movimientos.
El 2018 visibilizó un fenómeno común pero poco perceptible para nuestra sociedad, la migración en masa de hondureños hacia Estados Unidos con la finalidad de mejorar sus condiciones de vida, huyendo de la pobreza, pero también de la violencia producto de los problemas estructurales, de un Estado fallido, de una clase política y de una empresa privada que no ha tenido la capacidad de generar suficientes fuentes de empleo para absorber la masa laboral, integrada en su mayoría por jóvenes llenos de sueños, pero decepcionados por encontrarse con una realidad carente de oportunidades.
Las caravanas de migrantes que se formaron a partir del 2018, solo pusieron en el ojo público un fenómeno nada nuevo, pues de muchos es sabido que Honduras, depende de las remesas enviadas por aquellos que lograron el “sueño americano” y desde el país del norte envían dinero a sus familias para mitigar sus necesidades.
Es difícil no conmoverse ante las imágenes que fueron difundidas por diversos medios donde podíamos observar cómo familias enteras, con solo una mochila al hombro caminaban hacia la frontera para llegar a Estados Unidos.
Pero la historia no termina en las caravanas, pues pasamos de ser un país generador de migrantes a uno receptor. El drama que nuestros compatriotas viven día a día en su trayecto por los países vecinos lo estamos observando de forma directa, con la masiva llegada de migrantes provenientes del sur del continente, en su mayoría venezolanos, que, como los hondureños, sueñan con un mejor futuro para ellos y sus familias.
El artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que “toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado, y toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar”.
Ya en la década de los ochenta del siglo XX, Honduras experimentó la llegada de miles de ciudadanos nicaragüenses, salvadoreños y en menor grado guatemaltecos, que huían de sus países a causa de la guerra, pero asentándose en nuestro territorio en calidad de refugiados. En el 2022 nos hemos vuelto protagonistas del fenómeno migratorio, pero en esta ocasión con una categorización diferente pues no son refugiados los que estamos recibiendo, sino personas en tránsito cuyo objetivo no es el de asentarse en nuestro territorio sino el de llegar a Estados Unidos, para esto no estamos preparados.
Entre la espada y la pared, el Estado se comprometió a convertirse en “país seguro”, obligado a cerrar sus fronteras para evitar la circulación de migrantes, propios y extraños. Con el cambio de gobierno la política migratoria fue reformada y se declaró una amnistía, a fin de que los migrantes en tránsito pudiesen continuar su viaje y llegar a la frontera con Guatemala.
Pero para continuar su camino, necesitan un permiso que debe ser extendido por las autoridades migratorias y para ello hay que esperar y, mientras se espera, duermen en las calles, deambulan por las poblaciones y para muchos, se convierten en una amenaza por la propagación de enfermedades.
No se trata solamente de ser empáticos, la empatía también tiene sus límites. Se trata de que los actores sociales se involucren en la propuesta de soluciones viables que permitan a las personas en tránsito continuar su camino en condiciones dignas.
La academia, debe alzar su voz y encontrar oportunidades dentro de esta problemática mundial, extendiendo su mano para crear una red de asistencia que, a la vez, sirva para acercar a nuestros jóvenes a una realidad que no es la propia, pero que marca la tendencia actual de los movimientos humanos.
De igual forma puede servir como campo de práctica profesional, para aquellos que han decidido cursar carreras del área de la salud como medicina, odontología o psicología. No podemos seguir indiferentes ante una problemática que no se resolverá en el corto plazo.
Profesora universitaria.