24 CUENTOS, VARIAS CONFESIONES Y UN JUICIO ESTÉTICO
Juan Ramón Martínez
Nery Alexis Gaitán, (Danlí, El Paraíso, 1961) es uno de los mejores escritores hondureños. Posiblemente es, además, después de Ramón Amaya Amador, uno de los más prolíficos. Forma parte de este grupo de cuentistas post modernos entre los que destaca, Kalton Bruhl, Denis Arita, Melissa Merlo, Jorge García, David Díaz Acosta. Pero fue en realidad, más cercano con Miguel R. Ortega y Santos Juárez Fiallos, con los cuales cultivó una fraterna amistad. Es, sin duda alguna, uno de los docentes universitarios a los que el ejercicio de la educación, no ha anulado su capacidad creativa. O estropeados sus obligaciones ciudadanas de entregar lo mejor de sí, a la sociedad hondureña. Como expresión de lo anterior, publica semanalmente una columna en Diario La Tribuna. Dotado de una fuerte disciplina, es escritor diario, de faena completa, al que no le hace falta la esquiva musa de las excusas, lo que le ha permitido ofrecerle a la sociedad, uno de los conjuntos literarios más coherentes y ordenados de toda la bibliografía nacional. Dotado de un estilo puro, limpio y claro, sin abusos adjetivales; o largas digresiones abusivas, no ha caído en la trampa; ni en sus novelas y menos en sus cuentos o historias breves, del experimentalismo; o en la servil imitación de los que creen que, tienen que seguir el camino de Joyce, ante de sentarse realmente en los sillones de los escritores nacionales, conquistando su propia voz, y desarrollando un estilo personal que los distinga o singularice. Detrás de una clara filosofía de la vida, en la cual lo valores de la existencia son el eje de la convivencia humana, sus personajes buscan en el equilibro emocional la renuncia de los bienes materiales superfluos, configurando seres humanos que son poco discursivos; pero que tienen opciones claras sobre la búsqueda de la perfección y la cercanía a lo sobrenatural. Tampoco ha caído en la trampa de la literatura comprometida. Solo está comprometido con el oficio de escribir evitando que lo amortajen las amarguras que, han dañado a tantos; ni ha trampeado buscando cariños, reconocimientos o coleccionando premios como otros, encantados por los fulgores de la fama. En 1977, recibió el Premio Nacional Ramón Rosa, la más distinguida presea de Honduras. Además, es miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua y correspondiente de la RAE. Es un escritor maduro, consolidado que, como árbol frondoso, solo da frutas maduras, cada vez más dulces; y. jugosas.
Se puede decir con seguridad que sus personajes son bien logrados, que las descripciones que hace de ellos el autor, vuelve innecesario los largos diálogos justificativos, evitando la trampa del didactismo; o la emboscada de la moraleja. Las lecciones, las tiene que sacer el lector, porque el escritor solo crea para que los otros, sean los que, saquen conclusiones; y, terminen las historias. Haciéndolas suyas.
“La vida que no elegimos”, es su último libro. Los cuentos son breves; los personajes, no tienen nombre; y lo que, importa son los escenarios y las descripciones que el autor hace de los sentimientos de los que aman sin ser correspondidos, de los pobres rechazados por los ricos; la pasión y el amor de los hijos por los padres; o el rechazo de los mismos que, una vez crecen, echan alas y se alejan del nido y los abandonan en la frialdad y la indiferencia de los asilos. Es aquí, posiblemente en donde Gaitán logra la mejor narración: dos esposos viejos, dañados por la pérdida de la memoria que, sin embargo, se reconocen y se imaginan, en un nuevo tiempo personal, necesarios para enfrentar las torturas de la soledad y el abandono. En una primera conclusión, Nery Gaitán confirma, en este su último libro, su vocación por la libertad, el reconocimiento que cada quien hace de su vida lo que quiere, incluso en las peores circunstancias; y que las referencias del pasado, nunca son limitaciones, sino que guías para avanzar en la construcción de los destinos individuales. Evita determinismos literarios, por lo que sus personajes, hacen sus propios caminos y enfrentan los retos correspondientes, sabiendo que tienen que competir no solo con lo demás, sino que con ellos mismos. Por ello, son vivos, dinámicos, imaginativos, libertarios y creadores. Sin renunciar a las obligaciones éticas de la vida social y mucho menos a las obligaciones que plantean el reconocimiento de la fraternidad del género humano. En fin, sus personajes, son vivos, con carne, vida e imaginación. Haciendo entonces que las historias sean frescos esperanzadores, en los que el ser humano tiene posibilidades ciertas de salvarse, si evita la tentación de renunciar a su carácter humano. A su espiritualidad. Y, a su alma.
El libro, tiene tres partes. Los cuentos de niños, donde los personajes hablan como niños y sienten como niños. Las reflexiones estéticas y morales ocupan la segunda parte. En tanto que, en la tercera, Nery Alexis Gaitán vuelve a una de sus querencias, al uso de los textos bíblicos, para mostrar la ingratitud humana, la pequeñez de los espíritus mezquinos y la desconsideración de los seres humanos que muerden la mano de quien les sirve y los salva de las miserias de la vida. La última historia, es sumamente ejemplar. El triunfo desmesurado del materialismo ante los temas trascendentales de la vida humana. La escena del irrespeto del porquero ante Jesucristo, es terriblemente estremecedora; y de la que se puede extraer las mismas lecciones que en el siglo pasado extrajera Enrique Javier Poncela. Confirmando lo que Gaitán ha descubierto que, de repente, la peor expresión de la conducta humana, es la ingratitud. La que cruza horizontalmente en todos los cortos textos de este bello libro que comentamos.
En un escritor tan creativo, hay la obligación – y esta no es la excepción—de reconocer provisionalmente que, estamos ante el mejor último libro de Nery Gaitán. Hasta que edite y ponga en las manos de los lectores otro nuevo, que entrara como un huracán, desplazando el anterior. Es como los buenos vinos, porque mejora con la edad y la madurez. Por mientras ello ocurra, el lector tiene la oportunidad de leer este tierno libro, — La Vida que Elegimos– es una descripción suave de nuestras debilidades, sin estridentes y ruidos que turben las almas de los lectores y una muestra de un estilo depurado en donde la lectura al tiempo que es un placer, permite la reflexión de la realidad de la que todos, somos parte.