¿CÓMO ES LA VIDA DE LA MUJER EN EL CAMPO? TRABAJAN SIN HORARIOS Y BENEFICIOS SOCIALES
Mujeres campesinas en plena labor.
Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela
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DANLÍ, El Paraíso. El calendario cívico nacional registra el 25 de enero como el Día de la Mujer hondureña y, en el ámbito internacional el 8 de marzo. Dos fechas importantes para celebrar y hacer reconocimientos de toda clase a las mujeres que se destacan en las diferentes áreas sociales.
Para escribir sobre el papel importante que desempeña la mujer no es necesario esperar enero o marzo porque la mujer está activa todos los días trabajando sin descanso desempeñando el papel que le corresponde. En cuanto a trabajo, la mujer no tiene horarios específicos, depende de la posición social que ostente.
Pero, ¿se han preguntado cómo es la vida de la mujer en el campo? Las mujeres rurales, una cuarta parte de la población mundial trabajan como agricultoras, asalariadas o empresarias. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan a naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus poblaciones y ayudan a preparar a sus comunidades frente al cambio climático.

El 90% de las mujeres del área rural trabajan para sostener a la familia sin remuneración. Históricamente a las mujeres campesinas e indígenas para garantizarles vivir una vida digna, por medio de la legislación actual al respecto. El Centro de Estudios para la Democracia (Cespad), en un breve análisis escrito por Xiomara Orellana, señala que las mujeres campesinas llevan 30 años esperando la implementación de políticas agrarias inclusivas y justas, pero hasta ahora, ningún gobierno las ha tomada en cuenta.
Según el Consejo de Desarrollo integral de la Mujer campesina (Codemca), más del 90% de las mujeres rurales tienen a cargo las labores del hogar y los trabajos agrícolas sin remuneración, siendo las que más limitaciones enfrentan en el acceso a los recursos y garantía de sus derechos universales. La mayoría de los casos, cuando son mujeres solteras no solo tienen el papel de cuidadoras, también de proveedoras. Muy pocas de estas mujeres cuentan con una parcela para trabajar y producir sus alimentos para subsistir. ´
El estrés de las mujeres en las zonas rurales es alto debido a la pesada carga del costo de la vida y la falta de oportunidades, además, deben generar el sustento de cada día, hacerse cargo de las labores de la casa, el cuidado de los niños. El acceso a la canasta básica es mínimo, lo que impide una correcta alimentación y calidad alimenticia sana y nutritiva, sufriendo de desnutrición y generando problemas de salud.

Dirán que los hombres trabajan más que las mujeres, pero no es cierto. En un informe de las Naciones Unidas (ONU), dice que el 52% de las horas trabajadas en el mundo corresponde a las mujeres y el 48% a los hombres. La mujer campesina comienza a trabajar desde las 4 de la madrugada todos los días. Las tortilleras que alimentan a la población urbana trabajan desde altas horas de la madrugada, después van a los puestos de venta y regresan para preparar la jornada siguiente. No hay descanso, tampoco grandes beneficios, solo el derecho a la subsistencia.
La falta de mano de obra de hombres en el campo es notoria. Las mujeres constituyen la alternativa para sacar adelante la producción. Por ejemplo, en ausencia de los hombres, van a cortar café a las fincas durante la temporada. Las meloneras en el sur, la mano de obra femenina es fundamental. En la industria de tabaco la mujer se desempeña desde las labores de campo hasta elaborar y empacar los puros.
Desde luego que es un trabajo digno que genera ingresos para la educación de sus hijos. Es importante señalar que en la industria del tabaco trabaja gran cantidad de mujeres profesionales egresadas de los centros técnicos, incluyendo pasantes universitarias previendo contar con un empleo ante por falta de oportunidades. Las caravanas de migrantes con destino a Estados Unidos y España, actualmente son mujeres en busca de mejores condiciones de vida.

La economía en esta región gira en torno a las mujeres. Mujeres que le arrancan a la tierra con sudor y lágrimas la comida que comemos todos. Pocas veces o casi nunca, cuando nos llevamos un bocado a la boca pensamos que detrás de una tortilla y un puñado de frijoles está la mano callosa de una mujer que dobló sus espaldas bajo los rigores del sol para sembrar una mata de maíz. En el campo y, en las zonas más apartadas de Honduras la mano de la mujer está presente.
Hace unas semanas, mientras tomaba una taza de café recordé, no al productor que lo produce, sino a las manos que cortan el grano y vi a María, una mujer de 80 años con el canasto en la cintura cortando café. Esa taza de café de aquella mañana tenía el mejor sabor, pero también el dolor de las manos callosas de María. Este pensamiento le dio vida a este reportaje porque las comodidades que vivimos muchos nos hace olvidar el sacrificio de los pobres y marginados, especialmente de la mujer campesina.



