Lucem et Sensu: Las vicisitudes del león de plata
Por: Julio Raudales*
Decía Ernesto Laclau, estudioso argentino del populismo, que el líder es un significante clave para esa metáfora sin referente que es “el pueblo”, entidad esta que se torna sustantiva solo al invocarse; que adquiere facultades divinas y fantásticas, ahora y en la hora de pedir su voto para, de su mano, encumbrarse en las mieles del poder.
Ese líder, tan aparentemente urgente en nuestra América Latina, tan deseado para propagar esperanzas y tapar desasosiegos, parece desbocarse en su histrionismo ahora que el péndulo político se mueve a la derecha. En esa punta austral se desató si, en tiempo y forma, una corriente libertaria que será sin duda, el inicio de un viento de cambio que emularán los otros desvalidos de nuestro continente.
No podía ser de otra manera. Las cosas andan mal en todos lados. Argentina es el ariete: una inflación de más de 140% anual, su moneda, el peso, devaluada y partida en varios jirones dependiendo de quien pregunte, como en Cuba y otros “paraísos lacrados” que ni la historia quisiera recordar. Un gasto gubernamental inocuo, que por más que crece no llena las expectativas de la gente, un alud de servicios públicos mal prestados y el recuerdo de un pasado del que los jóvenes, escépticos y socarrones, desconfían tanto como del futuro.
De esa magnitud es el reto de la Argentina que Milei. Sus compatriotas no podrán decir que los engañó. Javier no les ha prometido un sendero luminoso ni un lecho de rosas. Ha dicho claramente que no habrá subsidios y que los empleos vendrán fundamentalmente del sector privado, como debe ser. Reducirá -dice Milei- los ministerios de 28 a solamente 8. Las empresas estatales serán cerradas o vendidas y los jóvenes universitarios deberán pagar por su educación.
Pero su promesa más disruptiva es, por supuesto, el cierre del Banco Central. La acción no tendría ni un ápice de innovación de no ser por el histrionismo del anuncio. Ningún político lo había vendido de esa forma antes, aunque varios lo anunciaron de forma velada en sus campañas. Prescindir de la banca central es lo mismo que anclarse a otra moneda (dolarizar, para decirlo de forma prosaica). Ya lo hicieron antes El Salvador y Ecuador; Panamá nunca tuvo moneda propia y desde el inicio usó el dólar como su medio de cambio más efectivo, por tanto, el país canalero no tiene banco central.
Ahora, decirlo suena fácil. Ya veremos qué hará Milei para cumplir lo prometido. Dolarizar puede implicar sobre todo una contractura económica fuerte. No se puede dolarizar sin dólares y es evidente que en Argentina escasean. Probablemente el proceso tome algún tiempo y esto lo haga más doloroso. Deberán prepararse para la tormenta política si es que de verdad quieren hacerlo.
Esa es parte de la factura política que, junto a la caída en el gasto público anunciada, deberá pagar el melenudo presidenciable. Ya se verá la capacidad de aguante de los argentinos, acostumbrados casi todos, a la inveterada costumbre de depender de la teta estatal. En todo caso, es indispensable tomar medidas disciplinarias en la economía, no solo en Argentina, también en nuestros países. Ojalá y la clase política de por acá tome nota de la lección.
Por acá, más al norte ya hemos tenido otros Milei, tan teatrales como el gaucho, tan vociferantes que hacen delirar al vecindario. Aquí cerquita el joven palestino mesiánico, controversial y carismático, ha logrado en principio llenar las expectativas de su ciudadanía y también la de los países cercanos. Todos en Centroamérica quisieran un Bukele y si a Milei le va bien, parece que todas y todos querrán uno.
Ojalá y por fin los hondureños terminemos de entender que no es Milei, ni Bukele, que nadie hará por nosotros, lo que nos toca hacer por nuestros hijos y por nosotros mismos.
*Economista y sociólogo.