¿PAGÓ LOS PATOS?

ZV
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23 de octubre de 2023
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12:30 am
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¿PAGÓ LOS PATOS?

LO de la princesa no está para tafetanes –escribe una buena amiga fundadora del colectivo– ha de provenir de la boda de la entonces princesa y luego Reina Isabel II de Inglaterra”. “Ya que, al haber contraído matrimonio en 1947, la Segunda Guerra Mundial había dejado un período de recesión y austeridad en el que a los ciudadanos se les daba una especie de bonos para comprar lo esencial, que muchos de ellos gentilmente donaron para que confeccionaran el vestido de novia, de quien 5 años más tarde se convertiría en su reina”. “La princesa no está para tafetanes… ha de haber sido un dicho de quienes no creían que debía gastarse en eso”. Lo anterior alusivo a esta parte del editorial: (Otra abogada amiga: “Buen día mi presidente, yo creí que la frase era “la virgen no está para tafetanes”. Esto le contesta Winston: “En realidad, la más conocida pudiese ser: “No está la Magdalena para tafetanes”. Pero, esa frase “la princesa no está para tafetanes”, dice el editorialista que de niño la aprendió leyendo los editoriales de su padre, el periodista Oscar A. Flores, que así la utilizaba, y así se le quedó).

“Sin duda alguna –el mensaje de una empresaria amiga– y si hay alguna que levanten la cabeza y miren el horizonte”. Manda subrayado esta parte del editorial: (…una actitud resiliente para no desanimarse a lo largo del dilatado camino lleno de aristas y de obstáculos a la inversión privada. Es un acto encomiable de confianza y amor al país perseverar frente a la mal concebida creencia –imputable a cierta mentalidad mezquina– que desprecia el aporte de empresarios luchadores al bienestar colectivo, como forjadores de riqueza nacional, fuente de trabajos, de ingresos al fisco, y del necesario desarrollo que mueva, para que la nación avance, los oxidados engranajes del atraso que se padece. Que, contrario a los cortos de visión dentro de ese gremio empresarial, entienden la inversión en el medio de comunicación como un arma poderosa para preservar su buena imagen institucional. Lo que otros comerciantes –extranjeros y locales que usufructúan el mercado sin conciencia solidaria a la sociedad– no han logrado digerir. Que un negocio es mucho más que solo comprar y vender –que, dicho sea de paso, mucho de ese equivocado concepto que se tiene de ellos es porque no han logrado cimentar una buena imagen entre la opinión pública– ya que la responsabilidad empresarial trasciende lo meramente mercantil. Quienes tienen más que perder debiesen ser los primeros interesados en contribuir a que el clima democrático y de relativa paz social, que requiere de los pesos y contrapesos para el sano equilibrio –siendo la prensa, en su rol tutelar de la libertad de expresión, el principal contrapeso para evitar los abusos– no vaya a sufrir deterioro. Quien no tenga sentido para invertir en la defensa de las libertades que no se queje más tarde si pierde la propia. A quien no le interese gastar en aquello que cuida de su interés que no lamente algún día perderlo, y ya tarde darse cuenta que no era gasto).

“Buen día mi presidente –escribe una amiga abogada– estoy en mi hamaca disfrutando la mañana, preparando mi café, sintiendo su aroma exquisito y en la paz de mi refugio y espera para degustarlo; leo entretenidamente su editorial, simplemente ¡genial! Con usted aprendo, me sorprendo y siempre digo “estupendo”. Otro buen amigo: “Me gustó lo de “tuquitos golilleros”. Alude a esta parte del editorial: (Si la pretensión de siempre de los “ticos” ha sido venderse al mundo como algo distinto del resto de la región. Harina de otro costal –delirio de su pasado democrático (ejemplar, es cierto), cuando los caretos pasaban por eclipses constitucionales– que todavía hoy, en quimérico desvarío, no conciben mezclarse con “las cenicientas”. Alguien debiese decirles –con satisfacciones anticipadas si les molesta que lo hagamos nosotros– que pongan los pies en la tierra. Aparte de lo educativo –egoísmo sería no reconocerlo– hoy son fécula común; la misma masa de almidón percudido con el resto de sus vecinos. Con iguales problemas y parecidas limitaciones. Nadie de afuera ve a ninguno de estos pintorescos paisajes acabados diferenciado en individualidades, sino a la pequeña región del motón de tuquitos golilleros, todavía renuentes a integrarse, siquiera para de la unión hacer la fuerza, en un bloque más compacto). (¿Pero solo allá –entra el Sisimite– y acá la integración del prócer no es que solo les sirve para el eterno feriado morazánico? -Serán los vagos de hoy –responde el Winston– porque Honduras, desde siempre, ha sido el país más integracionista. Incluso pagando los patos de ser solo mercado de los vecinos –porque los gorrones nunca quisieron reconocer las asimetrías del atraso– durante el ensayo aquel del mercado común centroamericano. -¿Conoces la frase del maestro León –interrumpe el Sisimite– “tocaron las campanas arrebato, viendo que el mesonero pagó el pato”? -Esa no –solloza Winston– la que sé es la de Quevedo: “Si no es por la viuda el licenciado paga el pato”. -Y la última –lo interrumpe el Sisimite– es que los “ticos” quieren que los hondureños entren con la visa gringa. -¿Visa gringa? –se asombra Winston– ¿y vos crees que el montón de inmigrantes catrachos que vive en los Estados Unidos tiene visa? -Pues no han de tener –responde el Sisimite– ¿y el qué si tenga, vos crees que va a querer dejar “el paraíso” para irse a Costa Rica?).

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