Contracorriente: “Valentín Flores”, 100 de servicio

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24 de octubre de 2023
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Contracorriente: “Valentín Flores”, 100 de servicio

Por: Juan Ramón Martínez

No son muchos los capitalistas hondureños que han fundado empresas duraderas en el siglo XIX. Las guerras civiles, impedían el ejercicio de la acumulación de riqueza; y los cambios violentos de gobierno, eran contrarios a la iniciativa de los particulares. Las excepciones, entre otras, fueron Santos Soto, Cipriano Velásquez, Ignacio Agurcia y Valentín Flores Cabrera, nacido en Pespire que, en 1923, residía en San Pedro Sula. Ese año, uno de los más tensos y en que se exaltaron mucho las tensiones entre las fuerzas políticas de la oposición y del gobierno, -previo a la guerra civil de 1924- Flores Cabrera, creó y operó “El Garaje Flores”. Posteriormente, con su hermano, fundó la sociedad “Flores y hermano”. Ampliando la actividad de reparación de automóviles estadounidenses, e iniciándose en la distribución de las marcas de entonces. En 1955, cuando nadie quería distribuir los automóviles japoneses que no gozaban de mayor crédito, Valentín Flores acepta la distribución de la marca Toyota. Aunque los vehículos eran mal vistos por los competidores, en la medida en que probaron su capacidad para circular en los terrenos hondureños, fueron conquistando el favor de la ciudadanía. En 1976, se hizo cargo de la sucursal de Tegucigalpa Alan el hijo mayor de Valentín Flores, que poco antes había regresado de Estados Unidos, en donde cursó estudios de administración de negocios.

Desde esa época, “Valentín Flores y Compañía” después transformada en “El Grupo Flores”, inició el proceso de consolidación en manos de la segunda generación de los hijos de Flores Cabrera. Convirtiéndose en la mayor distribuidora de vehículos del país y la unidad de éxito número uno la venta de vehículos marca Toyota de Centroamérica. Y ahora, a los 100 años –cosa que pocas empresas nacionales consiguen por las dificultades apuntadas–, en manos de la tercera generación de los Flores, ve con optimismo el futuro del país. Y, se apresta para buscar cumplir otro centenario.

Ser empresario en Honduras, antes y ahora, es una tarea difícil y complicada. Siempre los empresarios, — extranjeros o nacionales–, han tenido que enfrentar la inseguridad proverbial, las abusivas pretensiones de los gobernantes; e incluso, la hostilidad cultural en contra de los triunfadores. Por ello, el desarrollo moderno, que no pudo iniciarse con el cultivo del café como en otros países de la región; o la minería, giró alrededor del banano. Fue posible por la fuerza y las habilidades de los empresarios estadounidenses, en su capacidad para lograr que los gobiernos se pusieran de su lado. Se inició entonces, no un capitalismo periférico cómo dicen algunos sociólogos, sino que uno de “compadres”, en que hubo que darles a los burócratas “oportunidades” para hacerse de empresas, aunque no las manejaron, a cambio de su apoyo; o, que no obstaculizaran la operación empresarial. En algunos casos, los caudillos militares de cerro, se hicieron de fincas bananeras, ofrecidas generosamente por los capitanes estadounidenses de la industria, a cambio de su apoyo. Manuel Bonilla y Gregorio Ferrera, fueron finqueros independientes, subordinados a la dirección y asesoría de los estadounidenses. O convertirse en la “banca” prestamista de los gobiernos que, casi nunca tenían recursos para cubrir sus necesidades, más por incompetencia que por otra causa. De modo que, igual que ahora que buscan controlar o participar con sus abogados amigos en la Corte Suprema de Justicia, los empresarios bananeros tenían cifrada su seguridad, en contar con amigos suyos en el Congreso Nacional; o, en el gabinete de gobierno.

De modo que, “Valentín Flores” haya logrado su primer centenario de ininterrumpida operación, es un logro extraordinario. Y, un caso para el estudio del desarrollo empresarial hondureño. Especialmente porque se trata de una empresa familiar que, se ha resistido al ingreso de inversionistas extraños; y ha tenido capacidad de no doblegarse frente a las pretensiones de grupos políticos vinculados con los gobiernos de turno. Y, destacar el hecho, sin que ello sea motivo de orgullo, que ninguno de los descendientes de Flores Cabrera, estudiara en Honduras. Confirmando que, la oferta educativa universitaria nacional, no está dirigida a satisfacer las necesidades empresariales; y, menos, para asegurar el desarrollo nacional. Sólo produce “ministrillos”.

Entre 1984 y 2016, he mantenido amistad y cercanía con Alan Flores. Por ello, aprecio su talento y sus habilidades. Resalto, su tranquila capacidad para enfrentar las crisis; y su generosidad extraordinaria, cuando logra los éxitos merecidos.

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