¿QUIÉN podría imaginárselo? Pero el repunte del peronismo –después del susto de infarto que sufrió en la consulta de las PASO– para ganar en la primera vuelta contra todo pronóstico, bien podría ser un milagro atribuible al Vaticano. ¿Cómo es que el candidato presidencial peronista, ministro del actual gobierno, obtiene sorpresivamente un 36.7% de los votos, mientras el país se sumerge en una inflación espantosa del 140% anual, la economía cae 3.3% anual y el 40% de la población desesperada se encuentra por debajo de la línea de la pobreza? Números escalofriantes que bien pudiesen explicar el fenómeno Milei, pero que contradicen la imprevista recuperación del oficialismo. El impresionante ascenso en popularidad, del mordaz candidato libertario, subiendo como la espuma, de repente se empantana. El discurso de campaña –un estilo punzante repleto de insultos y de descalificaciones– que sin duda había calado hondo entre los argentinos hastiados de años continuados de populismo socialista que no ha podido mejorar la vida de los más. La gente, en su inmensa mayoría –por más que el gobierno reparte el dinero que no tiene, en dadivas y subsidios sociales– no percibe que las medidas compensatorias sea bálsamo suficiente a los duros golpes asestados por una crisis económica y social dolorosa.
Y ahora –contando con esa poderosísima arma de las redes sociales, instrumento ideal para propiciar conflictos y revolver las más bajas pasiones de gente frustrada– la acrimonia en el discurso político y ese lenguaje tóxico de mecapaleros, mueve electores. Pero cuidado. La lengua, a rienda suelta, que sirve para hacer la imagen, sin freno que la controle, bien puede ser la que la deshaga. Pues bien, ¿a qué obedeció que el papa Francisco cancelara el viaje que pensaba hacer a Argentina, habiendo expresado que añoraba regresar a su tierra natal? Leamos algunas de las respuestas del ultra liberal populista –a quien las encuestas daban como seguro ganador de la primera vuelta– ofrecidas al periodista ultraconservador norteamericano, Tucker Carlson, en una entrevista, con duros ataques a Jorge Bergoglio: “El Papa juega políticamente –dijo– tiene fuerte injerencia política, ha demostrado gran afinidad con dictadores como Castro y Maduro, está del lado de dictaduras sangrientas”. Carlson repreguntó si Raúl Castro, ¿es un asesino? Milei dijo que sí, y fue más allá: “Y Fidel Castro también era otro asesino”. El representante de Dios en la Tierra tiene “afinidad con los comunistas asesinos” –según Milei– “de hecho no los condena, es bastante condescendiente con ellos, y también con la dictadura venezolana”. “Es condescendiente con todos los de izquierda, aun cuando sean verdaderos criminales, lo cual es un problema”. Antes Milei había dicho que “el Papa siempre está parado del lado del mal”, porque apoya los impuestos. Como los religiosos hablan en parábolas, queda de acertijo la referencia del Papa argentino en una entrevista: “Un político nuevo, que hablaba lindo, que sedujo a la gente” y que “se llamaba Adolfo”.
(¿Crees vos –entra el Sisimite– que es una especie de advertencia a los que utilizan ese vocabulario agresivo que, de tanta grosería que destilan, a veces se les pasa la mano? -Puede ser –interviene Winston– pero en todo caso sería, se les va la lengua. Y una cosa es la guerra de guerrillas entre políticos y otra distinta es emprenderla contra figuras emblemáticas. ¿Maldecir orgullos nacionales? -Eso –conviene el Sisimite– podría explicar el rebote del peronismo y el estancamiento del libertario. ¿Y en el balotaje? -Lo que hablábamos ayer –interviene Winston– ahora que salen de la contienda varias fuerzas políticas es cosa de ver para dónde agarran los votantes. La que quedó en tercer lugar de la derecha convencional le hace las cruces al kirchnerismo. Aunque el libertario, de tanto que habla que a ratos no pareciera cuerdo, tiene asustados a un montón. Pero estas solo son elucubraciones, a menos que el oráculo sacara su bolita de cristal. -A ver si acá –reflexiona el Sisimite– aprenden esas bocas insolentes que nada respetan. Aparte que los políticos de oficio ya soltaron a sus monitos cilindreros a dar vueltas a la manivela del organillo. -Bíblica la advertencia –suspira Winston– “con nuestra lengua podemos bendecir y maldecir”. “De un mismo pozo no puede salir agua dulce y agua amarga o salada”. -Andá decile eso –aconseja el Sisimite– a las serpientes venenosas que pululan las redes sociales. Ya querés –replica Winston– que me agarren de encargo, si ahora cualquier vociferador, con esa herramienta, se siente empoderado).
