Contracorriente: Sobre Israel y la autoridad palestina

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27 de octubre de 2023
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12:03 am
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Contracorriente: Sobre Israel y la autoridad palestina

Por: Juan Ramón Martínez

El llamado Oriente Próximo es la zona más caliente del planeta. La que tiene más días de guerra. Lo que, no convierte al resto del mundo en zona de paz. Tenemos la vocación del conflicto y en la incapacidad de transar y acordar, terminamos los humanos, levantando la mano para matar al otro. No hay que ideologizar los conflictos. Más bien, usar la historia para comprender; y desde aquí, aportar ideas; y participar en las soluciones. Es útil identificar las causas, desde las más antiguas hasta las recientes, sin olvidar que, en todas las guerras, la primera víctima es la verdad; y casi siempre, el conflicto donde más hace daño, es en el plano de la información. El ataque inesperado de Hamás, contra Israel no es la excepción.

Igual que en el caso de Ucrania y Rusia, Hamás, — que controla a Gaza–, es un grupo terrorista que invadió Israel. Y lo peor, lo sorprendió, provocándole daños terribles, evidenciando que el gobierno de Netanyahu, no es capaz de darle seguridad a sus ciudadanos. Hamás, sorprendió al aparato de seguridad, infiriéndole golpes contundentes con respecto a su credibilidad. La reacción de Israel es, comprensible, nos guste o no. Es aceptado que, el atacado responda. El derecho internacional de la guerra reconoce, la legitima defensa. El que el atacante tenga justificaciones para atacar a Israel, no elimina el derecho de este para defenderse. Y para responder violentamente. El tema de la proporción de la respuesta, escapa a la capacidad de juicio de quienes observamos desde largo. Por ello, como en el caso de Ucrania, hay que garantizar la existencia del agredido. Algunos dirán que los agredidos también son los palestinos. Estamos de acuerdo, porque desde 1967, Israel no siempre ha respetado el derecho de gentes.
La supresión de las causas primeras que justifican las acciones de Hamás, no obliga a olvidar que es un grupo ilegitimo; y que ha ejecutado acciones terroristas que le han producido el rechazo de occidente. Porque las acciones terroristas son inaceptables. Porque, para los terroristas todos somos culpables.

En la guerra de 1973, Israel vio amenaza su existencia. Egipto le sorprendió en la celebración del día del perdón. A punto de perder la guerra, usó el musculo para sobrevivir. Allí los que lo luchan, tienen posturas extremas: la destrucción del adversario. Esta idea, entonces hay que tenerla en cuenta para imaginar soluciones.

Desde entonces, hemos tomado conciencia que las posibilidades de paz, son muy difíciles. Nunca imposibles. Crear un estado palestino, es parte básica de la solución; pero no suficiente. Constituirlo, devolviéndole el territorio que tenía en 1948, nos parece justo; entendiendo que, no detendrá la confrontación. El problema es la naturaleza de la sociedad palestina, en donde el riesgo que un grupo similar a Hamás, tome el control del Estado, sirve para entender la gravedad del conflicto; no para eliminarlo. El Líbano es ejemplo. Es un estado, pero sigue en guerra con Israel. Se requiere más bien, cierta moderación que notamos en Arabia Saudita y otros países árabes que, aceptan la existencia de Israel, buscan entonces alternativas de convivencia.

Una vez creado el Estado Palestino, hay que asegurar que no va a destruir a Israel, porque este – con el respaldo o no de la comunidad internacional, el apoyo de los Estados Unidos o no; y en contra de la “izquierda” que, por su postura anti Estados Unidos, entre otras cosas, adversa a Israel y se vuelve critica con sus posturas de autodefensa—, se defenderá. En cuyas acciones no siempre hará lo mejor, porque, al fin y al cabo, pese al talento de su población, cometen barbaridades como cualquier pueblo amenazado. Leyendo a Tony Judt, historiador judío británico, nos damos cuenta que el relato de David y Goliat, se ha descuadrado; ya no funciona en su forma original para diferenciar los antagonistas. Por la fuerza de Israel, su conducta, no siempre es moderada; y sus líderes, algunas veces, no pueden evitar caer en la arrogancia.

Es decir que se trata, en el fondo, de un problema cultural. Para los enemigos de Israel, la muerte es un premio. En tanto que, para los judíos, es un bien que hay que proteger. Conciliar estos extremos, es difícil; pero de repente, es básico en cualquier solución duradera, en la zona más inestable del planeta.

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