Jairo Núñez
La envidia es un sentimiento complejo que ha estado presente en la historia de la humanidad desde tiempos antiguos. Se origina en la comparación con los demás y la percepción de carencias o desventajas con relación a otros. Decía John Stuart Mill que la envidia “es la más antisocial y odiosa de todas las pasiones”. Melanie Klein, infl uyente psicoanalista, sugirió que la envidia es una emoción fundamental que surge temprano en la vida. Según su teoría, los bebés sienten envidia hacia el pecho de la madre, que es visto como una fuente de satisfacción y nutrición. La envidia puede surgir cuando el bebé no puede controlar o poseer el pecho materno, lo que puede llevar a sentimientos de rivalidad y deseo de destrucción. Freud también abordó la envidia en su teoría psicoanalítica.
Él argumentó que la envidia está relacionada con la rivalidad entre hermanos por la atención de los padres. Según Freud, la envidia surge cuando un niño se siente desplazado por un hermano o hermana más joven y percibe que ha perdido el amor y la atención de sus padres. Erich Fromm, un psicoanalista y fi lósofo social, consideraba que la envidia es una manifestación de la falta de amor y aceptación. La envidia, en su opinión, es una respuesta a la alienación y la falta de conexión emocional. Schapiro, un psicólogo y teórico de la personalidad, sugiere que la envidia es una emoción natural que puede estar relacionada con la evolución humana. Argumenta que la envidia puede haber tenido un papel adaptativo en la competencia por recursos escasos en la prehistoria.
Sin embargo, uno de los ensayos más profundos para este tema que sigue siendo tabú en muchas sociedades es el libro “La envidia y la sociedad” publicado por el sociólogo austriaco Helmut Schoeck quien argumenta que la envidia es una emoción fundamental en la vida humana y que tiene un papel importante en la formación de las sociedades. A través de ejemplos históricos y culturales, muestra cómo la envidia puede llevar a la destrucción de logros y la igualdad forzada. El autor sostiene que la envidia puede ser una fuerza destructiva en la sociedad. Puede llevar a la limitación de la ambición, la supresión del éxito individual y la promoción de la mediocridad en un esfuerzo por evitar que los demás se sientan envidiosos. También destaca cómo la envidia puede desempeñar un papel en la formación de leyes y regulaciones que limitan la libertad individual y la innovación. Schoeck explora cómo la envidia puede ser explotada por los líderes políticos para promover la igualdad forzada, a menudo en detrimento de la libertad individual.
Argumenta que los líderes políticos a menudo explotan los sentimientos de envidia para consolidar el poder y controlar a la sociedad. Se muestra crítico con las políticas que buscan una igualdad forzada a través de la redistribución de la riqueza y la limitación de la ambición individual. Argumenta que estos enfoques socavan la libertad y la innovación, y que la envidia es una fuerza subyacente en la promoción de tales políticas. Axel Kaiser, por ejemplo, va más allá y citando a Schoeck nos dice que “el socialismo y diversas teorías de la igualdad son ejemplos de envidia racionalizada”. A su vez nos plantea una serie de preguntas, que valen la pena analizar entrando al campo de la meritocracia. “El mérito, como es obvio, es un concepto imposible de defi nir o cuantifi car, salvo de manera arbitraria”. ¿Cuánto mérito tiene un premio Nobel en Ciencias que nace con una inteligencia varias veces superior al resto? ¿O un deportista que se hace rico gracias a su talento innato y las características físicas heredadas de sus padres? ¿O un exitoso abogado que trabaja duro y que además ha seguido una tradición familiar?
Quién tiene más ventajas inmerecidas ¿una persona que nace en la riqueza, pero con mala salud o una más pobre con perfecta salud? Lo aborda recientemente de forma brillante el expresidente Flores en su magistral editorial titulado “Cangrejismo” publicado el 11 de octubre de este año, en donde le comenté que: “la envidia es el arte de valorar más los logros ajenos que los propios”. A su vez, podemos ver cómo aquellos que ingresan a la arena política con la perversa ideología de la envidia, logran concretar una amplia masa electoral, aprovechándose de esta baja pasión, maximizándola, sacando lo peor de gran parte de la población para luego utilizarla y victimizarse a través de colectivos furiosos y embravecidos. ¿Seremos capaces de vencer ese sentimiento? ¿O de por lo menos tratar de minimizarlo para no entorpecer nuestra visión del mundo? Es una decisión individual.
Jairo Núñez es Doctor en Ciencias. Profesor de posgrados en la Universidad Católica y en la UNAH. Director académico de Fundación Eléutera.
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