Claroscuro en la vida y obra de José Stalin

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3 de noviembre de 2023
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12:04 am
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Claroscuro en la vida y obra de José Stalin

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Oscar Armando Valladares

Aquel día, aviones de Estados Unidos atacaron objetivos a menos de cien kilómetros de la región siberiana. Estaba aún el conflicto de Korea, producto de la Guerra Fría y el desbarajuste dejado por la Segunda Guerra Mundial. En Moscú reinaba el desasosiego. Los teletipos de todos los diarios difundieron la noticia: ¡Murió Stalin! Era el 5 de marzo de 1953, fecha en que también expiró el gran compositor y pianista Sergei Sergeivich Prokofiev, autor irónico y burlón, de cuya vena productiva pueden citarse el Primer concierto para piano, La leyenda del bufón, El amor de las tres naranjas y la ópera Voyna i mir (La guerra y la paz), basada en la novela de Tolstoi.

¿Quién había sido ese personaje político, que a su muerte despertó sentimientos de alegría y de consternación? Nacido en Giorgia el 22 de diciembre de 1879 (Prokofiev, en Ucrania el 23 de abril de 1891), fue hijo de Visarión Ivanovich y Ekaterina Gheorghievna Kalázde, llevando el nombre de Josif Visarionovich Zhugashvili, reducido a José Stalin. En Tiflis -llamada ahora Tbilisi- concurre a un plantel teológico, con el fin de hacerse pope, léase sacerdote de la Iglesia ortodoxa. Le atraen grupos marxistas, que publican el periódico Kvali, y por la propaganda subversiva -en que colabora- es expulsado del centro ortodoxo en 1899. Un año después da su primer discurso, comenzando su carrera político-militar revolucionaria. Preso en Siberia -por tres años en 1903-, contrajo matrimonio con Ekaterina Svanízde y, en noviembre se unió al ala bolchevique de Tiflis. Más tarde, tuvo lugar en Finlandia su encuentro con Vladimir Ilich Ulianov -Lenin-.

Tras la lucha victoriosa en Petrogrado (febrero de 1917), Lenin y Stalin regresan de un arduo exilio: el segundo asume la dirección del periódico Pravda, y allí, en Petrogrado, Lenin prepara la insurrección bolchevique, que se enardece en septiembre y triunfa finalmente en octubre. Al año siguiente, constitúyese el Tercer Congreso del Soviet, donde son electos -como órgano parlamentario- el Comité Ejecutivo Central y el Consejo de Comisarios del Pueblo -como instrumento político ejecutivo-, bajo la presidencia de Lenin. En julio, el V Congreso aprobó la Constitución y la formación de la República Socialista Federativa Soviética. En 1922, alcanzó Stalin la secretaría general del partido bolchevique.

Al morir Lenin en 1924, Stalin sustrajo de escena a figuras importantes -como a León Trotski-, expuso la teoría de la construcción del socialismo “en un solo país”, estatizó la economía y acumuló los mandos del más alto nivel. En 1939 ascendió a la presidencia del Consejo de Comisarios y, al precipitarse la segunda hecatombe mundial, asumió el mariscalato de los ejércitos de la Unión Soviética e intervino, con Roosevelt y Churchill, en las conferencias de Teherán y Yalta, y con Churchill y Truman en la de Postdam. La memorable batalla de Stalingrado -nombre por un tiempo conferido a Volvogrado- concluyó con la victoria del “aliado soviético”, al que ingleses y estadounidenses trataban con inocultable desconfianza”. A la muerte del dirigente giorgiano, sobrevino una campaña política de “destalinización”; hubo destrucción de monumentos suyos, su nombre desapareció de plazas, calles y galardones, se sacaron sus restos del Kremlin y Occidente olvidó su rol en el “triunfo aliado”.

¿Fue Stalin el monstruoso dictador que los intereses comparan con Hitler, Musolini, Mao, etc., a diferencia, por caso, de quien en Estados Unidos (Harry S. Truman) ejecutó la orden de atacar con bombas nucleares los pueblos japoneses de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 7 de agosto de 1945 causantes en cuestión de segundos de 130000 y 75000 víctimas sucesivamente? Ignacio Anzoátegui, poeta argentino, publicó unos dísticos sobre Felipe II, que decían: “Ni santo rey Felipe, ni el demonio de mediodía. /Tan solo un monarca que tenía el sentido profesional de la monarquía”. Si bien muchas de las medidas de Stalin fueron abominables, algo de los dísticos de Anzoátegui pueden aplicarse al mandamás soviético. En realidad, todo juicio sobre su conducta plantea, en última instancia, la polémica bipolar moral y política, fines y medios, realidades concretas y una revolución internacional proletaria. En esos términos dialecticos, optó por la política, por los fines y realidades de la URSS en un tiempo difícil, de decisiones complejas y, seguramente, de manos duras.

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