Cultura y educación

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4 de noviembre de 2023
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12:02 am
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Cultura y educación

Por: Elvia Elizabeth Gómez García*

En más de una oportunidad hemos escuchado expresiones como ¨es un inculto¨ o bien “carece de cultura”. Ambas son el reflejo claro de una mala interpretación de dicho término, que nos llevan a establecer que el mismo tiende a ser confuso, pues según el estudio realizado por Darío Páez y Elena Subieta se han encontrado hasta 105 definiciones diferentes del concepto de cultura.

La UNESCO define cultura como el ¨conjunto de los rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo social¨.

Partiendo de esta, podemos afirmar que nadie carece de cultura pues el ser humano por naturaleza es un ser social, perteneciente a un grupo con el que comparte creencias, normas y valores que rigen su comportamiento dentro del mismo.

Podemos afirmar también que existe una diversidad cultural que se manifiesta inclusive dentro de un mismo territorio, en el cual podemos vislumbrar una serie de contrastes que se ponen al descubierto en sus creencias, costumbres y tradiciones.

En el caso de nuestro país, podemos percibir como se han ido introduciendo elementos culturales de otros, que se manifiestan por ejemplo en celebraciones ajenas a nuestra cultura como el Halloween o el Día de Acción de Gracias, dejando de lado aquellas que son el reflejo del sincretismo cultural producto de la herencia prehispánica y colonial.

El 1 de noviembre se celebra en el occidente del país el festival del Tzikin, cuyo origen se remonta a la época prehispánica y su significado es agradecer a los dioses por la abundante cosecha del año, recordando a la ¨pachamama¨ y compartiendo en comunidad.

Lo anterior, refleja el profundo respeto que los pueblos prehispánicos tenían hacia la madre naturaleza, respeto que si fuese transmitido a las nuevas generaciones podría marcar una diferencia significativa en el rápido deterioro ambiental producto de la explotación indiscriminada de los recursos. De igual forma serviría para afianzar el sentido de pertenencia y de comunidad, tan necesarios en la sociedad actual inmersa en el caos de la modernidad y el individualismo.

Pero ¿cómo conocer estas creencias y saberes ancestrales? Es en este punto en donde la academia, a través de una formación integral, está llamada a convertirse en un órgano de divulgación, que acerque a sus miembros al conocimiento de la cultura propia y la extraña, promoviendo la universalidad del conocimiento que no se traduce en la adopción de patrones culturales distintos sino más bien en la valoración de los propios a la luz de otras creencias y costumbres.

En la búsqueda de esos espacios, un buen momento para llevar a la práctica dicha divulgación es la conmemoración del Día de Muertos, que nos acerca a lo que todos algún día experimentaremos. Familiarizarnos con la muerte y observarla desde una perspectiva menos ¨tétrica¨ y más cultural puede convertirse en una experiencia académica significativa, poniendo de manifiesto aquellos mitos, creencias y tabúes relacionados con la muerte, el cielo y el inframundo.

Cada 2 de noviembre el calendario marca una fecha especial, en la que recordamos a nuestros difuntos a través de diversos rituales, algunos van a coronar o llevan flores a sus tumbas, pero en países como México, la muerte convive con la vida, celebran, brindan y rememoran.

La socióloga mexicana Eloísa Méndez nos acerca a esta rica tradición, explicándonos como en este día la muerte se vuelve una más del grupo y que, a través de esta rica tradición sus hijos conocen todo de sus abuelos, aunque no tuvieron la dicha de convivir con ellos en el plano terrenal.

De esta forma, observan la muerte desde una óptica completamente diferente a la nuestra, la celebran y la invitan a pasar, rememoran los buenos momentos y a través de ello sus seres queridos cobran vida porque como bien manifiestan, las personas mueren realmente cuando ya nadie las recuerda.

Los espacios académicos permiten que individuos de diferentes regiones e inclusive países, compartan experiencias de vida que transfieren una carga cultural significativa.

Asumir que el hondureño es inculto solo refleja la ignorancia colectiva sobre un concepto que va más allá de niveles educativos o posiciones sociales. Adjudicar una visión negativa solo contribuye a desvalorizar más a un pueblo que históricamente han marginado.

*Profesora universitaria

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