ILDEFONSO ORELLANA BUESO: “DE CURA A POLÍTICO”, LIBERAL y ANTI-MILITARISTA

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4 de noviembre de 2023
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ILDEFONSO ORELLANA BUESO: “DE CURA A POLÍTICO”, LIBERAL y  ANTI-MILITARISTA

Sacerdote Ildefonso Orellana Bueso (1905-1990) – Lidia Copland Henríquez (1914-2002)

Juan Ramón Martínez

Nació en Ilama, Santa Bárbara, el 11 de noviembre de 1905. Era hijo de Marcos Orellana Paz y Tomasa Josefa Bueso Martínez. Fue el primero de cinco hermanos: María Zenaida Orellana Bueso (1907–¿ ) , Casimiro Ernesto Orellana Bueso,( 1909–¿) José Antonio Orellana Bueso, (1911—2015) y María Enma Orellana Bueso, (1914—2007). (Libny Ventura Lara, Family Search).

Cuando apenas contaba once años de edad, en 1916 hizo una visita a Ilama, el que años después sería el segundo arzobispo de Tegucigalpa, monseñor Agustín Hombach, director entonces del Seminario que, impresionado por la fuerza de la personalidad del joven, notó su inteligencia y naciente vocación sacerdotal. Al fin al cabo, provenía de una familia de profundas practicas cristianas. Lo animó para que entrara al seminario, lo que el joven Ildefonso Orellana y sus padres, aceptaron. Fue enviado a Tegucigalpa, formándose para el sacerdocio en el Seminario Mayor. Fue ordenado como presbítero, en 1927. Ejerció el sacerdocio durante nueve años en varias parroquias de Honduras. En 1936, dejó los hábitos y se empleó en el transporte de materiales entre San Pedro Sula y Tegucigalpa. En Siguatepeque, en el hotel donde siempre pernoctaba, conoció a Lidia Copland Henríquez, (1914—2002), hija de Roberto Carlos Copland Zaldívar y Dolores Henríquez, de las mejores familias de la ciudad. Descendientes de inmigrantes ingleses que se habían establecido en Comayagua y Siguatepeque en el siglo XIX. Los Copland Henríquez, eran dueños del hotel que ofrecía servicios de hospedaje en Siguatepeque. Allí se hospedaba el exsacerdote Orellana Bueso. Aquí conoció a Lidia Copland. Tiempo después, iniciaron relaciones maritales. No encontramos constancia en el RNP que hayan contraído matrimonio. Fruto de esta unión, procrearon cinco hijos: Libertad, Kolmar, Marcos Ildefonso, Paz y Reina Cleopatra. En Villanueva, Cortés, engendró una hija, llamada Concepción Orellana. Ignoramos el nombre de la madre. Kolmar Orellana, fue profesor por muchos años en el Instituto Genaro Muñoz Hernández de Siguatepeque. Reina Cleopatra Orellana es propietaria de un hotel en la misma ciudad. Está casada con un alto y distinguido oficial (en condición de retiro) de las Fuerzas Armadas.

En 1954, residía en San Pedro Sula, Cortés. Dedicado a actividades comerciales. Transportaba materiales de construcción entre San Pedro Sula y Tegucigalpa. SPS era y es, una región de muchos inmigrantes de Santa Bárbara. Orellana, se vinculó con el liderazgo liberal y con los dirigentes sindicales y comunales de la zona de influencia de la carretera del norte, empezando a destacar entre los dirigentes departamentales, durante la campaña electoral de 1954, en la que el Partido Liberal ganó las elecciones; pero no obtuvo la mayoría absoluta que exigía la Constitución de 1936. Orellana era simpático, amable e interesado en la gente. Además, manejaba un lenguaje cristiano, muy próximo a la población más pobre a la que conocía muy bien. Era hombre culto, amigable y afectuoso. El 9 de octubre de 1956, ocurrió en Villanueva un incidente en el que el comandante militar Arcadio Bueso, provocó la muerte de varios liberales, entre ellos el joven Martín Fajardo. Los hechos, según narran quienes fueron testigos oculares de los acontecimientos, se produjeron cuando llegó al centro de Villanueva un camión cargado de votantes liberales que eran movilizados desde las aldeas, para que, al día siguiente, concurrieran a las urnas a elegir autoridades municipales. Venían cantando las canciones liberales que habían sido utilizadas en la campaña en favor de Ramón Villeda Morales, lo que molestó al comandante Arcadio Bueso, que después de intercambiar varias palabras fuertes, disparó en contra del grupo produciendo, con el apoyo de su hijo Napoleón Bueso, cinco muertos, incluyendo al mencionado Martín Fajardo. Este incidente provocó la indignación de la población, la que reaccionó en forma disgustada. De forma que unos pocos días después, Ildefonso Orellana, aprovechando que el comandante militar no se encontraba en Villanueva, efectuó un ataque al cuartel, provocando la muerte del comandante sustituto, de Napoleón Bueso y tres personas más pertenecientes al Partido Nacional. Orellana y sus seguidores, tomaron el cuartel, saquearon las armas y las municiones; y, con ellas, huyeron hacia las montañas, en los alrededores de la aldea del Sauce. Los principales lugartenientes de Orellana (Ramón Amaya Amador, lo llama el “Cura Leal”, en “Destacamento Rojo”) fueron los señores Alfredo Montes, Nasry Siwady y Manuel Yanes Ríos, el segundo al mando. (Tulio Renán Martínez).
Según reportes adicionales, en esa oportunidad, Orellana también atacó a Quimistán y en la refriega, murió un señor de apellido Mercado. Además, se le atribuyó a ese mismo grupo, la muerte del señor Carraccioli, encargado de recoger las urnas, después de las elecciones de septiembre 7 de 1956. (E. Mejía Uclés).

Diputados liberales en la legislatura 1957-1963: Abraham Zúniga Rivas, Ildefonso Orellana Bueso, Miguel Rafael Muñoz, Miguel Cerrato Galindo, y Jaime Gutiérrez Galán.

Hasta finales de 1956, Ildefonso Orellana Bueso, residió oficialmente en San Pedro Sula. En las elecciones para la constituyente de 1957, se presentó como candidato por el Partido Liberal para ocupar una curul en el Congreso Nacional, representando al departamento de Cortés. Era un hombre de partido; pero con inquietudes sociales muy profundas. Y de temperamento nervioso, sanguíneo. Muy dispuesto a la discusión y la controversia, convencido que siempre tenía la razón. Su formación sacerdotal lo respaldaba en sus suposiciones. Por ella apoyó todas las medidas liberales destinadas a darle una orientación social al gobierno, centrada en la atención de los problemas sociales del pueblo más pobre de Honduras. Y en el caso de la educación laica, que fuera de las medidas más cuestionadas, hizo filas alrededor de la postura de su partido, confrontado a las exigencias de su fe católica. Pero para 1959, ya había optado por posiciones confrontadas con la dirigencia del Partido Liberal. Cosa que era natural, porque para ese año, el gobierno de Villeda Morales estaba empezando a sufrir las embestidas de la oposición ilegal del Partido Nacional y de algunas facciones de las Fuerzas Armadas que también cuestionaban severamente a López Arellano por su supuesta entrega y sumisión a los liberales. El 12 de julio anterior, Armando Velásquez Cerrato hizo un intento armado, neutralizado por la oportuna acción de los liberales. Como efecto de tal acto ilegal, el gobierno liberal disolvió la Policía Nacional y creó la Guardia Civil, lo que incomodó a los militares y preocupó a los nacionalistas. Y en política exterior, el país y el gobierno, eran objeto de discusión con respecto a la ubicación suya ante la revolución cubana. En septiembre de 1960, Estados Unidos y Honduras efectuaron maniobras militares sobre Tegucigalpa, bajo el nombre de Operación Fraternidad. Obviamente, la operación tenía un claro mensaje en dirección contra el gobierno de Fidel Castro y confirmaba la alineación del gobierno de Villeda Morales con las políticas de Washington. Antes, “el 26 de febrero el diputado liberal Ildefonso Orellana Bueso, conocido como el “Cura” Orellana por su pasado como sacerdote, denunció que en nuestro país habían sido habilitadas, con fines contra revolucionarias, varias pistas de aterrizaje; y que, muchos agentes batistianos se entrenaban en los campos de la United Fruit Company haciéndose pasar como empleados de la compañía y hasta señalaba las casas donde se reunían, entre ellas una ubicada en Omoa que pertenecía al doctor Riera, médico de la Fuerza Aérea Hondureña. Orellana denunciaba que uno de los funcionarios más activos en estos planes anticastristas era el secretario de Economía y Hacienda, licenciado Jorge Bueso Arias”. (Matías Fúnez h., Los Deliberantes, El Poder Militar en Honduras, Tegucigalpa 1995, páginas 210, 211). Orellana Bueso, no tuvo relación familiar con Jorge Bueso Arias. “Juan Bautista Bueso, es el más antiguo ancestro registrado de Ildefonso Orellana Bueso. Fue su tatarabuelo. Nació en Santa Bárbara en 1800. No tiene vínculos con el linaje Bueso de Santa Rosa”. (Libny Ventura, Family Search).

El Presidente Ramón Villeda Villeda Morales se sintió atacado y reaccionó vivamente. Tres días después, el Presidente de la República, llegó al Congreso Nacional, acompañado de varios de sus ministros, para refutar al diputado Orellana Bueso. Presidia el Congreso Nacional, Modesto Rodas Alvarado. Como el acto era inédito y, además, porque ambos eran del mismo partido, se presentaron problemas de procedimiento. El ambiente político estaba entonces tan polarizado, que cada vez que respondía el diputado Orellana, la barra gritaba vivas a Fidel Castro y a la Revolución Cubana. Esta fue la primera vez que Orellana mostró su carácter y su distancia con las posturas del Partido Liberal y ante la autoridad del gobernante y del partido político del cual era miembro. Haciendo evidente, además, su postura anti militar que correspondía a una corriente de opinión que había tomado fuerza en el interior del Partido Liberal.

Esta corriente coincidía con el clima anti militar que se había estimulado con la creación en 1959 de la Guardia Civil. Los militares creían que la Guardia Civil era un ejército en contra de ellos. Y los liberales con experiencia militar en las montoneras del cercano pasado, la veían como una instancia para confrontarse con los militares profesionales que, al fortalecerse, excluían a los combatientes de cerro del presupuesto nacional. Exclusión que resentían los que habían luchado con las armas en las manos en contra de los nacionalistas desde 1936. Orellana Bueso, respaldó la postura de los liberales con experiencia militar. Además, los sectores progresistas del país –la izquierda liberal– veían con disgusto la autonomía e independencia burocrática de los militares, cuando se consolida su profesionalización. Unos pedían que las cuentas de los fondos asignados a los militares fueran auditadas por las autoridades civiles, cosa que los militares resistían. Y, en algunos momentos se excedían en el manejo de algunos asuntos propios de su oficio. Lo ocurrido en la aldea El Chaparral, en departamento de El Paraíso, cuando militares ejecutaron un golpe en contra de un grupo de lo que después se llamaron sandinistas, exaltó a muchos sectores de la opinión pública. “Las arbitrariedades del aparato castrense contra la población generaron críticos en el seno del propio partido gobernante. Francisco Milla Bermúdez, uno de los políticos que más activamente participó en las negociaciones que condujeron a la autonomía militar, llegó a declarar al periodista George Southwort del Miami Herald en mayo de 1959, que lo mejor sería el desaparecimiento de las Fuerzas Armadas. Para ese entonces el expresidente del Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal, fungía como magistrado de la Corte Suprema de Justicia y era a la vez, designado de la Presidencia de la República” (Fúnez h., págs. 220, 221).

La tensión fue mayúscula. Andrés Alvarado Puerto fue enviado a tranquilizar a los militares, utilizando la excusa que las declaraciones del magistrado Milla Bermúdez y, cuñado del Presidente Villeda Morales, “fueron ofrecidas mientras estaba en estado de ebriedad”. Era obvio que el problema era el fruto de las dificultades del ajuste de una institución nueva, la militar, en el marco de una vieja estructura política del Estado hondureño. En estas dificultades de ajuste, posiblemente está el primer antecedente del golpe del 3 de octubre de que 1963. Era obvia que la cúpula liberal era anti militarista y que los militares, se sentían y así los veían los liberales, como herederos del general Carías Andino. Prueba de este desajuste es que, “ochenta firmas de militares de caite que aseguraban nunca haber puesto en vergüenza a ningún gobierno liberal, avalaban una carta pública de apoyo a Milla Bermúdez y de repudio al mal llamado ejército nacional. La misiva terminaba con la expresión Arriba Corazones. (El Cronista, 11 de mayo de 1959). Y que Carías, en la campaña electoral de 1963, declarara que era difícil enfrentar a los liberales, porque ellos tenían un ejército; y, los nacionalistas carecían del mismo. El viejo caudillo, llegó incluso a tentar a Osvaldo López Arellano, tiempo antes, con la candidatura presidencial del Partido Nacional.

El otro cuestionamiento fue el del diputado Orellana, quien “el 16 de diciembre de 1959 mocionó en el Congreso Nacional en el sentido de que fuera reformado el Título XIII de la Constitución, en cuyos artículos se encontraba plasmada la autonomía militar”. La moción fue tan importante que el diario “El Cronista”, reprodujo el texto completo de la moción en sus ediciones correspondientes a los días 16, 17, 18 y 19 de diciembre de 1959. La moción no prosperó, como podía anticiparse. La mayoría de los diputados liberales y la totalidad de los nacionalistas rechazaron la iniciativa. Pero sus expresiones, quedaron grabadas en la memoria de los líderes militares y en las de unos pocos dirigentes liberales. Especialmente, “Cuando establecimos el Título XIII de la Constitución no teníamos derecho a poner (bajo) el imperio de las bayonetas a un pueblo patriota que ama y sabe defender las instituciones, que sabe lanzarse a los campos de batalla en los instantes de peligro, sabiendo conquistar con heroísmo sus derechos conculcados. De manera, pues, que se hace preciso y es una obligación para nosotros, como legítimos representantes del pueblo, devolverle la paz y la tranquilidad de que gozaba ante del implantamiento de las dictaduras, porque de no hacerlo queda manifiesto un resquicio, una puerta abierta, y por ese resquicio y esa puerta abierta, puede entrar una casta que ansía perpetuarse en el poder a espaldas del pueblo hondureño y en desprecio absoluto a su Constitución. Esto lo están viendo los ciegos y los niños. Estamos a las puertas de una dictadura militar. El país ha sido puesto a la orden de las bayonetas. El Chaparral fue el bautizo, la tragedia, Oquelí-Vargas, la confirmación. Después…. Ah después… una serie de asesinatos individuales y colectivos completaran otro viacrucis, tal vez más cruel y doloroso, del pueblo hondureño. La nación respira sangre por doquier. Lo repetimos. Nunca tirano alguno se atrevió a desafiar tanto a la ciudadanía. ¡Ni Tiburcio Carías Andino, con su equipo de delincuentes¡ ¡Ni Julio Lozano con su jauría de pistoleros¡”. (Diario, El Cronista 17 diciembre de 1959).

No todo el mundo compartió la opinión del diputado Orellana, un liberal ubicado más en la izquierda entonces. El diario “El Día”, publicó que “Recientemente, lo que ha venido a despertar suspicacias y a profundizar los recelos del proyecto de reforma de la Constitución en el Capítulo correspondiente a las Fuerzas Armadas, con una exposición de motivos que – llamando al pan, pan, y al vino, vino— resulta una declaración de guerra contra los militares. No hay que culpar a los camaradas solamente. Los comunistas han alborotado con manifiesta predisposición hacia las Fuerzas Armadas; pero lo han hecho porque no han encontrado las sanciones que nuestras leyes señalan a las actividades de las organizaciones antidemocráticas. La mano comunista se ha movido en algunos periódicos y en algunos sectores estudiantiles para arrojar veneno en contra del Ejército, lo cual a nadie extraña porque es bien conocida la consigna marxista de alborotar las aguas para pescar en río revuelto. Pero no creemos que sean los comunistas quienes de una sola plumada le retiraron la confianza al Ejército en lo que se relaciona con la dirección de las funciones policiales ni quienes han concebido y sostienen en el Congreso la idea de dejar las Fuerzas Armadas cada vez más reducidas y más débiles. Visto así el problema, con tantas y diversas incidencias, se comprende fácilmente que se ha dispendiado el tiempo en intrigas burdas que nada bien le dejan a la nación. Y lo más triste, lo más execrable, es que se ha formado ya una alianza que antes pudo parecer inconcebible e irrealizable, la de los comunistas y algunos sectores de derecha, todo por el prurito de extremar desavenencias entre autoridades civiles y militares con fines ulteriores que no estamos en capacidad de concretar”. (Editorial, El Día 31 de diciembre de 1959).

El “Che” Ernesto Guevara en La Habana, Cuba, firma su libro, “La Guerra de Guerrillas”, a una delegación de hondureños (1959). A la izquierda de Guevara se encuentra Carlos Falk, Jorge Arturo Reina e Ildefonso Orellana Bueso. Atrás, Santos Sorto Paz, Gladis Tablada, Filander Díaz Chávez y Lisandro Gálvez.

En 1961, Orellana experimento problemas de salud. Para atenderlos, viajó a Cuba, en donde fue atendido durante cuatro meses. Desde 1959, había mantenido muy buenas relaciones con los principales líderes de la revolución cubana. En varias oportunidades se reunió con “El che” Guevara y otros dirigentes de la revolución, solo o acompañado de líderes universitarios hondureños. En el citado año de 1961, cuando el gobierno de Ramón Villeda Morales rompió relaciones diplomáticas con Cuba, tuvo que regresar a Honduras, vía México. Su beligerancia en el Congreso Nacional, disminuyó. Las cosas habían cambiado; y aunque los militares todavía eran muy cuestionados, y en algunos momentos parecía que la Guardia Civil les ganaría el pulso, la verdad es que las predicciones del diputado Orellana sobre la dictadura militar, estaban por cumplirse. Solo era cosa de tiempo.
El domingo 3 de octubre de 1963, se encontraba en Siguatepeque, en donde desde 1960, había establecido su hogar en forma permanente. El 28 de octubre de 1963, siendo “enemigo” de los militares, fue capturado y encarcelado. “En esta oportunidad, junto a otros liberales se les intenta matar a la altura del cerro “La Cocona”, cuando son trasladados a Comayagua, interviniendo para que esto no ocurriera su amigo el Lic. Ricardo Zúniga Agustinus” (Gerardo Calderón Amaya y Walter Enrique Ulloa Bueso, Recopilación Histórica del Liberalismo en Siguatepeque, pág. 50)

Consolidado el gobierno militar, fue puesto en libertad. Desde entonces, no volvió a activar en política. Las enfermedades habían minado su temperamento. Y la edad, disminuido el nervio de sus entusiasmos. La familia de su esposa, era una de las integrantes de clase media alta, y con suficientes recursos, de modo que, desde entonces, hasta su muerte, vivió dedicado a los negocios familiares.

Inquieto, pero más mesurado por los años y las experiencias, al ir descubriendo que el catolicismo de su tiempo no les daba satisfacción a sus necesidades espirituales, se integró, mientras residía en Siguatepeque, en un movimiento evangélico, en donde entro en dificultades con el pastor que lo dirigía que, le reconocía sus méritos intelectuales; pero no le aceptaban por su condición de converso, de modo que no pudo ser pastor de la Iglesia, como pareció que fuera su intención. De allí, paso a una iglesia adventista en donde fue un feligrés relativamente frio, poco cumplidor de las obligaciones y exigencias del nuevo culto. Cada vez, participo menos en la vida de la colectividad; y se fue alejando de la vida social. Después de entonces solo participo en forma discreta en algunas iniciativas destinadas al mejoramiento de Siguatepeque; pero sin el brillo y la fuerza de sus años de militancia política. La muerte, le llego con lentitud, a los 85 años, en 1990, lo que le permitió reflexionar sobre los fundamentos de su fe. Por ello, al final, frente a la muerte, pidió a sus hijos y a su esposa, que le llamaran al padre Antonio Juárez Pereira, párroco de Siguatepeque, porque quería confesarse y recibir la absolución. El padre Juárez, comprensivo, lo visito; y, le administro los santos oleos. (Walter Ulloa Bueso)

Murió, dijeron damas piadosas, bajo el perdón de Dios. Está enterrado en el cementerio de Siguatepeque. No hay una escuela, con su nombre; ni una calle que honre su memoria. La única herencia, es la militancia de sus descendientes, la mayoría de los cuales, han rehuido al Partido Liberal, para acompañar a Manuel Zelaya en la fundación de Libre y en las tareas de gobierno de la Presidente Xiomara Castro Sarmiento. Varios de sus hijos, yernos y nietos, ocupan posiciones gubernamentales en Tegucigalpa y en otras ciudades del país, con profesionalismo ejemplar. Tegucigalpa, 16 de octubre del 2023.

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