MUY bonito; –colaboración enviada por un miembro del colectivo– lo dice la tortuga en una película de dibujos animados que es maravilloso: “El pasado es historia, el futuro es un misterio sin embargo el hoy es un regalo y por eso se le llama presente”. “El otro día te lo decía, cuando nosotros nacemos y venimos a este mundo nadie ni nada nos dice: “¡Enhorabuena! Te han tocado 90 años, o enhorabuena te han tocado 75; no te lo dice nadie ni nada”. “Porque realmente lo que te ofrece la vida es el beneplácito de vivir”. “Es así”. “Entonces, la mayor parte del tiempo –nunca mejor dicho– lo perdemos”. “Y hay una cosa que a mí me angustia mucho; ver a la gente cómo pierde más tiempo en pensar cuál es el final, que disfrutar el camino; y sobre todo una sociedad como la actual de ahora, en lo que todo es tan frenético todo es tan rápido”.
“Vivimos a golpe de botón; y ese es el problema, que vivimos a golpe de botón y eso nos está quitando el poder que realmente tenemos para ir lento en la vida”. “¿Has visto alguna vez la película In Time?”. “Pues esa película es una visión estupenda del día a día”. “¿Te acuerdas que los personajes tenían un reloj?”. “Y lo pagaban todo, nosotros con el móvil, pues ellos lo pagaban con su tiempo”. “Tenían un reloj –y es un futuro un poco distópico, pero es que es tan distópico y ni es una utopía– pues esto es igual, esto es exactamente igual”. “Imagínate que si tuviéramos ese reloj, y un día te levantas y por la razón que sea te dicen: Tienes una semana más o cinco minutos”. “¿Qué harías?”. “Querrías más tiempo, pero como no tenemos esa bolsa de ahorro de tiempo porque nadie tiene el tiempo ahorrado; porque no se puede ahorrar, porque jamás vuelve el tiempo”. “Hasta que la vida no te hace frenar no te das cuenta de lo valioso que es el tiempo; esa es la pena”. Como decía Charles Chaplin: “La vida es como una obra de teatro que no permite ensayo; por eso canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada día, antes que el telón se baje y la obra termine, sin aplausos”. (Hasta aquí la reflexión, ahora a la reacción del colectivo a los últimos editoriales). “Jejeje –mensaje de una buena amiga– ese cuento no me lo sabía; pero sí le puedo decir que una escuelita casera creció con todos los hijos de cooperantes que vinieron a dar a Honduras”. “Era como estar en una mini Naciones Unidas, los colores unidos de Benetton”. Alusivo a este relato: “Este recuerdo no es compatible –escribe una vieja amiga encargada de distintos menesteres de la emergencia en la casa de gobierno– pero me acuerdo cuando llegó cierta alta personaje de un gobierno amigo, que solo vino a tomarse fotos para usarlas en su campaña”. “Llegaban de dizque sacar lodo de un barrio –solo la apangada– y estaban haciendo antesala esperando ser recibidas en tu despacho”. “Y me mandaste a decir que no te subiera a las lodosas ahí”. “Y tuvimos que hacer un rápido movimiento para acomodarlas en el cuarto verde que ya no me acuerdo cómo se llamaba”.
“¿Uno que otro? –escribe un fundador del colectivo– Si estorbar es el deporte número uno de Honduras; si hubiera campeonatos mundiales, seríamos potencia”. “Reconocer no está en el diccionario hondureño”. “Qué lástima, por eso estamos como estamos”. “Mis respetos por todo lo que ustedes hicieron; que de no haber sido así, no sé dónde estaríamos ahora”. Alude a esta parte de la conversación de cierre: (-¿Y entonces –curiosea Winston–cuáles eran las lodosas? -No vale la pena identificarlas –esquiva el Sisimite– pero, aun cuando la vasta mayoría vino a ayudar con sinceridad, siempre hay quien se aprovecha de una tragedia, que es noticia mundial, solo para levantar perfil promocional que allí estuvieron. -Pues, parecido a las lodosas –suspira Winston– hay uno que otro por aquí que, sin haber hecho nada de nada, sino estorbar –empecinado con la nada– nada reconoce ni agradece de todo el bien que se hizo). (¿Y qué pensás –interviene el Sisimite–de todo el tiempo que se pierde por esa carrera despavorida, esa prisa desaforada para todo, de golpe de botón en golpe de botón, que nos despoja de la satisfacción de vivir la vida y apreciarla, lentamente? -¿Y vos qué harías –repregunta Winston– si tuvieras ese reloj futurista y de repente te das cuenta que solo tenés días o minutos para vivir? ¿Lamentarte, ya sin poder remediarlo, de todo el tiempo que perdiste?).