¿ESOS POCOS MOMENTOS?

MA
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7 de noviembre de 2023
/
12:25 am
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¿ESOS POCOS MOMENTOS?

A propósito del editorial que aconseja vivir la vida lentamente, la doctora amiga desea compartir estos versos de una trovadora con el colectivo: “Al cruzar una página de mi vida me he encontrado con mi infancia,/ Una infancia de castillos y dragones,/ De princesas y hadas./ También habían brujas feas y malas,/ Hechiceras buenas y princesas bellas,/ Un mundo de fantasía donde la realidad escapaba./ La infancia desapareció y quien golpeó a la puerta fue la adolescencia,/ Una adolescencia turbulenta, rodea de incertidumbres, de maldad, de crueldad./ La juventud me atrapó, me enseñó muchas cosas,/ La esencia de la vida es el amor, la familia,/ La lealtad, la armonía y la más importante llamada paz./ Vivir en un país libre, sin violencia e injusticia,/ Poder expresar lo que sientes sin miedo, ni rencores,/ Escribir poesía amando la vida”.

“El pasado es historia, el futuro es un misterio, sin embargo, el hoy es un regalo y por eso se le llama presente” –mensaje de una abogada amiga–“qué linda frase… así debe ser mi presidente, vivir hoy como si fuera el último día, hacer y procurar siempre el bien, ser feliz y tener paz”. (Y adjunta un video de una arboleda; –“allí vivo yo”– una ardilla, pasándose del tendido eléctrico a uno de los palos para luego hacer su recorrido de rama en rama). Reacciones de esta conversación de cierre. (¿Y qué pensás –interviene el Sisimite– de todo el tiempo que se pierde por esa carrera despavorida, esa prisa desaforada para todo, de golpe de botón en golpe de botón, que nos despoja de la satisfacción de vivir la vida lentamente y apreciarla? -¿Y vos qué harías –repregunta Winston– si tuvieras ese reloj futurista y de repente te das cuenta que solo tenés días o minutos para vivir? ¿Lamentarte, ya sin poder remediarlo, de todo el tiempo que perdiste?). “Si tuviera solo 10 minutos –escribe un buen amigo fundador del colectivo a quien no le falta una pizca de ingenio– posiblemente, cuando se ha tratado de ser todo lo humanamente posible por vivir plenamente, lo que haría es disfrutar la dicha enorme de perder el tiempo, aunque solo sea 10 minutos”. La leída jurista escribe: “Ya no podría ir al sitio de mis sueños porque no llegaría en minutos, sino en más de un día”. “Tampoco tendría sentido ir, dejando atrás a los seres queridos durante las horas/minutos últimos de vida”. “Les diría más, a esas personas, cuánto las quiero; pediría los perdones pendientes; otorgaría el perdón que arrastro atragantado sin salir de la garganta hace más de 30 años; tomaría un whisky, disfrutaría un puro; escucharía música a todo volumen; escribiría un par de cosas y diría donde están guardados mis esbozos de memorias; pediría claramente que me cremen y lancen mis cenizas al mar, el eterno mar de mis sueños”. “¿Y sabe qué empiezo a lamentar en este momento?”. “Que todo esto pudiera hacerlo hoy y, al igual que muchos, actúo como que hay tiempo…”.

“Es en realidad una tristeza –mensaje de la amiga doctora– que hemos dejado de ver las pequeñas cosas que pueden hacer feliz su día; no apreciamos nada, la luz del día, una flor, un pajarito que nos brinda su cantar, en fin, son tantas cosas que no vemos ni hacemos por la carrera del diario vivir”. “Quizá sea por la edad o por las experiencias vividas, yo vivo mi vida, un segundo a la vez, trato de disfrutar absolutamente todo lo que sucede a mi alrededor, ya que la vida es una y como el agua del río, pasa solo una vez frente a nosotros”. “Unos buenos días, una sonrisa (ya casi nadie sonríe, qué tremendo eso), un saludo, un te quiero, un te amo; son tantas cosas pequeñas, que hacen la vida tan grande”. “Y que pueden hacernos feliz un momento, ya que sabemos, que la felicidad nuestra depende de nosotros y no es permanente, es momentánea; pero no, preferimos las cosas rápidas sin sentimiento y sobre todo, sin tiempo para disfrutar, para sentir y para aprender”.
“Saludos a Winston y al Sisimite de mi parte y de Pikolo”. (Tiene razón –entra el Sisimite– lo de no apreciar lo valioso de esos pocos momentos, estarían esos pobres diablos que ni siquiera dedican unos minutos a leer el editorial. Ah, y ya ves, por lo menos ese Pikolo tiene la cortesía de saludarnos a ambos. -¿Y qué esperabas? –interrumpe Winston– es educado, si es hijo mío. Solo que cuando lo traen a visitar, al ratito me saca de quicio; es terrible. Ha de haber salido a la mamá, que no hace caso. Bueno, pensándolo bien, yo no mucho, tampoco).

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