“EN los 90 años de HRN –mensaje del abogado amigo– Don Manuel Villeda dijo algo así: “A mis 89 me siento feliz porque dejo (hice) algo…”. (Alusivo a los dos últimos editoriales: “Lentamente” y “Esos Pocos Momentos”, sobre la virtud de vivir la vida lentamente y no desperdiciar el tiempo). “La semana pasada –escribe otra amiga– alguien tomó mi celular por equivocación; estuve 5 días sin móvil; la paz y la tranquilidad que tuve, no tiene precio”. “Aprecié el verdadero silencio y disfruté conversaciones sin distracciones, realmente entendí que estos aparatos son útiles, pero no indispensables”. Se refiere a este cierre. (¿Y qué pensás –interviene el Sisimite– de todo el tiempo que se pierde por esa carrera despavorida, esa prisa desaforada para todo, de golpe de botón en golpe de botón, que nos despoja de la satisfacción de vivir la vida y apreciarla, lentamente? -¿Y vos qué harías –repregunta Winston– si tuvieras ese reloj futurista y de repente te das cuenta que solo tenés días o minutos para vivir? ¿Lamentarte, ya sin poder remediarlo, de todo el tiempo que perdiste?).
“Su editorial de hoy –mensaje de una abogada amiga– me trajo inmediatamente a la memoria la letra de la preciosa canción “Tiempo”, interpretada por José José y Marco Antonio Muñiz”. “¡Ufff buenísimo –comenta sobre los versos que trascribe– qué voces y qué letras, nada que ver con los reguetones!”. “Ja,ja,ja… no hay comparación”. (Esa misma melodía la envió otro buen amigo. Meses atrás, cortesía de un fundador del colectivo, transcribimos una estrofa de la canción: “Sabia virtud de conocer el tiempo/ A tiempo amar y desatarse a tiempo/ Como dice el refrán: Dar tiempo al tiempo/ Qué de amor y dolor, alivia el tiempo/ Ignoraba yo aun que el tiempo es oro/ Cuánto tiempo perdí/ Ay, cuánto tiempo/ Y hoy que de amores ya no tengo tiempo/ Amor de aquellos tiempos, cuánto añoro/ La dicha inicua de perder el tiempo”. “Fíjese usted –respondimos al amigo– y yo que fui a una presentación al Maya, cuando vino a Tegucigalpa, Marco Antonio Muñiz”. En la sola remembranza vibra el eco de los resonantes aplausos del público de pie, cuando cantó La Bikina, de Rubén Fuentes y Pasillaneando, de José La Riva Contreras”). A propósito, este fue uno de los cierres en la secuencia de editoriales: (Yo no soy musiquero –entra el Sisimite– pero en alusión a la canción, El Tiempo, un afiliado al colectivo recuerda que Marco Antonio Muñiz “era uno de los artistas favoritos de Toño Torres Rubí”. -Tampoco musicólogo y ni siquiera musical –interviene Winston–y por supuesto, mis papás recuerdan con nostalgia a ese su gran amigo de Voces Universitarias, fundador de Lithopress. Montó La Peña a la par, frente a la Universidad Nacional Autónoma. Allí, como expresión de lo muy nuestro y autóctono, todos los fines de semana compartían artistas nacionales y las almas bohemias de la ciudad capital, el inequívoco deleite de esos pequeños detalles).
“Amo a Winston –mensaje de una buena amiga defensora de los DD. HH.– no creí que era papá; pero, aunque no vea a menudo a Pikolo, lo reconoce”. “Qué bello, por eso dicen, “sangre llama a sangre”, genéticamente hablando, porque la sangre nos une a nuestros padres y demás familia, si vemos el buen sentido de la frase”. “Seguro que Winston mueve la colita unos minutos, aunque después le dice a Pikolo que deje de molestarlo tanto”. PS: “No creo –(subraya las líneas en las quiméricas suposiciones del escrito)– que esa referencia aplica a quien ni remotamente ha perdido sus talentos estratégicos, dicho por quien nunca los ha tenido”. Lo primero alusivo a este cierre: (En aquello de no apreciar lo valioso de esos pocos momentos –entra el Sisimite– estarían esos pobres diablos que ni siquiera dedican unos minutos a leer el editorial. Ah, y ya ves, por lo menos ese Pikolo tiene la cortesía de saludarnos a ambos. -¿Y qué esperabas? –interrumpe Winston– es educado, si es hijo mío. Solo que cuando lo traen a visitar, al ratito me saca de quicio; es terrible. Ha de haber salido a la mamá, que no hace caso. Bueno, pensándolo bien, yo no mucho, tampoco). (Ya ves –reniega el Sisimite–la amiga que escribe dice que a vos te ama, y a mí ni me menciona. -Si a vos te quiere también –lo conforta Winston– solo que no has contado nada sobre tu familia. Y eso que, según rumor en los pueblos, indagando sobre ¿cuál es tu profesión u oficio, vos tendrías que responder: “poblador”. Y te hiciste el papo con la pregunta que te hice: ¿Qué harías si de repente te das cuenta que solo tenés días o minutos para vivir?).