Si Francisco Morazán estuviera vivo
En el turbulento panorama político de Honduras, la figura histórica de Francisco Morazán surge como un faro de ideales democráticos y de unión. Si Morazán estuviera vivo, sería testigo de un paisaje político que, lejos de reflejar sus aspiraciones, se tambalea al borde de la contradicción con los mismos principios que él defendió.
La administración de Xiomara Castro, en su discurso, reivindica los valores de libertad y democracia; sin embargo, acciones recientes sugieren un desvío preocupante. La promesa de transparencia y participación ciudadana se ha visto empañada por acusaciones de centralización del poder y la supresión de voces disidentes. Tales actitudes despiertan la sombra del autoritarismo que Morazán combatió con todas sus fuerzas.
Morazán, un paladín de la institucionalidad y la ley, estaría consternado ante la erosión de la independencia judicial, un pilar que él consideraba esencial para la salud de la democracia. La interferencia en poderes del Estado, una práctica que la Presidenta Castro parece no distanciarse suficientemente, hubiera provocado el rechazo categórico de Morazán.
El ideario de Morazán no solo abogaba por la democracia sino también por la integración. Observaría con desaliento cómo la actual gestión se aleja de estos ideales, enfocándose en agendas que dividen en lugar de unir, que priorizan lo partidista sobre el bien común para los hondureños.
En lugar de caminar hacia el progreso socioeconómico que Morazán soñaba, Honduras se enfrenta a una creciente crisis y a la marginalización de las voces con los que se debe apoyar para salir adelante. Las políticas económicas y sociales deben ser un espejo de los ideales morazánicos, que luchan contra la injusticia, la corrupción, al autoritarismo, el “lawfare”, y buscan el desarrollo armónico de todas las capas de la sociedad.
Si Morazán estuviera vivo, instaría al gobierno de Castro a mirar más allá del cortoplacismo político y a abrazar una visión de futuro que fortalezca los cimientos democráticos. Haría un llamado a retomar el camino hacia la unidad, la democracia plena y la verdadera independencia institucional.
Es crucial recordar y honrar el legado de Francisco Morazán, no solo en palabras sino en hechos. Se ha traicionado su legado cuando los ideales democráticos son sacrificados en el altar de la conveniencia política. La historia de Morazán nos recuerda que las verdaderas victorias para la democracia se ganan en el respeto inquebrantable por la ley y en la búsqueda incansable de una verdadera república. Que su figura sirva de brújula para rectificar el rumbo y reavivar la llama de la democracia que él tanto defendió.
Daniel Zepeda
Tegucigalpa, M.D.C.