Morazán y la Confederación Peruano-Boliviana (1)
Por: Jorge Raffo*
“¿Quién ha olvidado el valor del General Morazán en el campo de batalla, su generosidad en la victoria, su humanidad en el cólera morbus? Su vida política pertenece a la historia; ella lo juzgará con imparcialidad en la calma de las pasiones; ella distinguirá, señalará la parte que ha tenido el patriotismo desnudo en su administración” (diario “La Bolsa de Lima”, 14 de setiembre de 1841).
La historiografía peruana recoge, al momento de estudiar las relaciones hondureño-peruanas en el s. XIX, la actitud del gobierno de Lima -interesado en la faceta integracionista centroamericana de Francisco Morazán- para estrechar lazos con aquel líder.
El insigne americano se encontraba, en 1840, exiliado en David (Panamá) escribiendo su más tarde célebre “Manifiesto al Pueblo Centroamericano” y la primera parte de sus Memorias (Valladares, 1986) cuando “recibió del Mariscal Agustín Gamarra, héroe de la independencia del Perú y a la sazón jefe del Estado peruano, varios ofrecimientos, entre otros, el que asumiera el mando de cinco mil hombres que estaban para marchar hacia la frontera con Bolivia, pero Morazán declinó tales ofrecimientos, dando sus más cumplidas gracias al Mariscal y expresándole que sus deseos más fervientes, eran regresar a su patria; la declinación de la oferta no fue por falta de valor, pues su vida estaba pendiente de la triste situación de Centroamérica” (Santos Méndez, 1942, citado por Montoya, 2022). Acerca de la segunda parte de sus Memorias -hoy perdida- se especula que la escribió en su periplo de visita al Perú en 1841 (Secretaría de Cultura, 1986).
Atraído por los ideales integracionistas de Morazán y enterado de la falta de circulante que acentuaba las dificultades comerciales de Centroamérica en general y Honduras en particular, Gamarra siguió autorizando la remisión de moneda de plata acuñada en la ceca de Arequipa y en la del Cusco, ambas al sur del Perú, para su resello en Honduras. El Perú salía de una experiencia confederativa con Bolivia (1836-1839) en el que las monedas se acuñaban en Reales (plata) y Escudos (oro) para tres territorios, el Estado Nor-Peruano, el Estado Sud-Peruano y Bolivia. Es el circulante de ese período el que Honduras recibe para paliar la crisis de escasez de moneda.
La operación tuvo éxito, el historiador Jovel (1999) señala que “existía en circulación una importante cantidad de moneda fraccionaria peruana que sí tenía la calidad de metal para circular, por lo que el gobierno de Morazán dispuso resellarlas con el grabado de un volcán, escudo de armas del estado de El Salvador, con la fecha en su base, para que el público las pudiera reconocer y utilizar en las transacciones comerciales por su valor nominal. Este resello se aplicó en el año de 1840, aun cuando aparece fechado 1839”.
Respecto a esas monedas, De la Puente (2015) señala que en la ceca de Arequipa “en 1836, durante la Confederación Peruano-Boliviana, se acuñan monedas a nombre de la República Sud Peruana en valores en plata de (…) 2 Reales y 4 Reales en 1838; y (…) en valor de 8 Reales en 1838 y 1839. Luego de la confederación, la ceca arequipeña acuñó monedas de ¼ de Real en 1839, 4 Reales en 1839 y 1840 y 8 Reales entre 1839 y 1841”. Son las monedas de 4 y 8 Reales las que llegaron hasta Honduras. En 1841 acontece la muerte del Mariscal Gamarra y se paraliza la acuñación de monedas en Cusco y Arequipa lo que detiene parcialmente el flujo de circulante hacia Centroamérica.
En su deseo de seguir proveyendo de moneda fraccionaria a Centroamérica para su resello, el general peruano Pedro Bermúdez, Ministro de Guerra y amigo personal de Morazán había evaluado destinar lo producido y almacenado por la Casa de Moneda de Pasco -que solo había funcionado en 1836- a ese propósito. Un acontecimiento modificó estos planes. El viaje de Morazán al Perú en 1841 -del 9 de septiembre al 22 de diciembre de ese año- cambió, a favor de la causa morazánica, la percepción que tenía el público peruano acerca de lo que pasaba en Centroamérica. El historiador Tovar (1989) indica “encontró Morazán en Lima también al general Pedro Bermúdez, el cual lo introdujo en el círculo de sus amistades, le significó su simpatía frente a la campaña contra el Carrerismo y tanto que posiblemente fue en esa oportunidad, cuando facilitó aquellos dieciocho mil pesos que con sus réditos, declaró Morazán en la primera cláusula de su testamento, adeudar al general peruano” (Montoya, 2022).
Ese aporte -que evidencia la vocación latinoamericanista del Perú y permitiría al héroe fletar el bergantín “Cruzador” para retornar a la región a efectos de continuar la lucha integracionista que lo llevaría a la Gloria- fue en piezas de plata de 8 Reales de la Casa de Moneda de Lima que hoy tienen un valor histórico, sentimental y numismático inigualables para quienes estudian la gesta morazánica. Es un hecho histórico ante el cual dos países hermanos no pueden quedar indiferentes.
*Embajador del Perú en Guatemala.