VAYA pues –gracias al hipervínculo remitido por la amiga exfiscal de los derechos humanos (y de paso, para que ningún quimérico pensamiento intuya que, por pasar entretenido con Winston, en vez de embrocarnos, de “ocho con yo”, a resolverles, como en otras ocasiones, las crisis en que la insensatez mete al país, solo para que las ultras furiosas escupan cualquier generoso intento conciliatorio de desapartarlos, de momento, mejor obviar incursión alguna en esa espesa manigua)– quizás convenga una pausa al abordaje de esos livianos temas del alma y a filosofar sobre la vida que, como bálsamo a la congestión, cautiva el interés de una inmensa membresía del colectivo, hartos del bullicio insoportable de la política y del insufrible estrés que ello provoca. A continuación, partes de una entrevista –con la prensa chilena– del exasesor del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca durante la gestión demócrata anterior. “La gente en general en América Latina –opina el ahora experto en asuntos latinoamericanos del Wilson Center– cree que sus instituciones no tienen la capacidad para resolver sus problemas cotidianos”. “La segunda vuelta en Argentina es una elección medio extraña, porque se da entre una oposición nueva y extrema, y el ministro de Economía de un país con una economía rota”.
“¿Cuál es la mirada que está teniendo en estos momentos el gobierno de Joe Biden respecto a la región?”. -“Por muchos lados son momentos complicados en Latinoamérica”. “Creo que las preocupaciones centrales para Biden tienen que ver con los retrocesos democráticos en la región (cita varios países); también los procesos medio autoritarios y bueno, hay pruebas de esa tendencia por muchos lados”. “También obviamente tenemos el tema de migración, que se ha convertido en un asunto regional, ya que antes se hablaba de una crisis acotada a la frontera sur de Estados Unidos”. “Ahora muchos países, incluyendo Chile, están más afectados directamente por esos flujos enormes y sin precedentes de migrantes”. “En sí mismo el fenómeno es un reto para Estados Unidos, pero también refleja otros desafíos, que tienen que ver con otra década perdida en América Latina, con muy poco crecimiento económico, la represión de algunos gobiernos que hacen que un porcentaje de su población deba huir, tasas de violencia muy altas, especialmente en Centroamérica, pero también hay, al menos, la percepción de más inseguridad en países como Chile y Argentina”. “Usted hace alusión a “otra década perdida”. ¿Lo que ocurre actualmente es consecuencia de esa primera década?”. -“En la primera década perdida, la de los años 80, la crisis tenía que ver con el sobreendeudamiento y quiebre de muchas economías y con la crisis en Medio Oriente”. “Hoy hay algunos rasgos en común, como la deuda que existía antes de la pandemia”.
“Ahora hay otros desafíos tal vez más políticos: hay un temor a que los éxitos de muchos países en sus transiciones democráticas ahora están en juego, en peligro”. “Sin crecimiento económico la gente no tiene esperanza, ni confianza en las instituciones del Estado”. “Todas las encuestas más confiables muestran esas tendencias: ahora la gente no cree que sus instituciones tengan la capacidad de hacer frente a sus problemas cotidianos”. “¿Es decir la democracia estaría en crisis?”. -“Es una crisis económica con efectos en los sistemas democráticos”. “Esto genera una sensación de incertidumbre, no solo en las elecciones donde los oficialismos siempre pierden, sino que también hay una apertura en muchos países para otros tipos de políticos que llegan al poder sin un compromiso con la democracia, sin partidos políticos establecidos y con ideas autoritarias en algunos aspectos”. “¿Se refiere a los líderes populistas?”. -“Sí, pero tanto de izquierda como de derecha”. “Gente que dice que solo ellos representan al pueblo, que sus adversarios políticos son sus enemigos y que son enemigos del Estado, y que no deben enfrentar límites institucionales, que los contrapesos no deben funcionar, porque –supuestamente– solo ellos tienen derecho de representar al pueblo”. “Eso genera choques institucionales bastante graves”. (La conversación de cierre de un escrito anterior: ¿Vos crees que aquí –interviene Winston– en esta columna de opinión, se escribe en alegorías? -De vez en cuando –responde el Sisimite– ¿y sabés qué es alegoría? -Por supuesto –responde Winston– “una figura literaria o retórica de representar un concepto o idea por medio de imágenes metafóricas o alusivas para expresar algo diferente a lo expresado”. Pues sí –asiente el Sisimite– “utilizar símbolos para expresar un significado oculto o escondido”. -Solo que –suspira Winston– no todo el colectivo coincidirá que somos buenos para las alegorías. Ello es, decirle a Juan para que lo entienda Pedro. Otros dirán que pasamos alegando. -¿Y es que acaso –refuta el Sisimite– alegar deriva de alegoría? -Eso sería paronomasia –interrumpe Winston– o sea la figura retórica de utilizar dos palabras con sonido parecido pero significado diferente).