María Teresa Quesada y su vida con un riñón de su madre: “Es una segunda oportunidad”

ZV
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11 de noviembre de 2023
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12:36 am
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María Teresa Quesada y su vida con un riñón de su madre: “Es una segunda oportunidad”

María Teresa Quesada.

Cuando despertó, tenía trasplantado el riñón de su madre y las dos se recuperaban satisfactoriamente de la cirugía en salas diferentes. Su caso fue el primero en Centroamérica de un donante vivo con laparascopio, un tubo delgado y flexible que tiene en un extremo una luz y una pequeña cámara de video, a cargo de un equipo de médicos hondureños, liderado por el célebre urólogo español Miguel Litton, entrevistado recientemente en esta sección. Han pasado diez años desde entonces y sentada en una sala del 14 piso de una torre de la capital, donde atendía unos asuntos legales, María Teresa comparte su testimonio de llevar una vida con un riñón de su madre del mismo nombre y la otra heroína de esta historia de valor, confianza y amor. Es nieta del abogado y político liberal Lisandro Quesada, quien la inspiró en el estudio del Derecho.

¿Era enojado su abuelo?
Mire, solo era bravo afuera porque en la casa era un amor, incluso, aprendió inglés para hacer tareas con nosotros. Su sueño era que yo tuviera esta operación.

¿Apasionado por la política?
Demasiado, teníamos que decirle ‘tranquilo, papi’. También le apasionaba el Derecho y me influenció para estudiar esa carrera.

¿Lo visitaban muchos personajes?
Muchos y de todos los partidos porque mi papi, así le digo yo, no fue sectario, tenía amigos en todos los partidos y le ayudó a mucha gente sin importar el color político.

¿Supo de su enfermedad antes de morir?
Claro, su sueño fue que yo tuviera esta operación y murió en paz por eso.

¿No le pica el gusanito de la política?
Claro, a veces me quiero animar porque desde chiquita anduve en las concentraciones políticas con mi abuelo.

¿Se lleva bien con su tío Roberto Quesada?
Muy bien, hace poco lo visité en Washington y me regaló sus últimos libros.

¿Tuvo quebrantos de salud desde niña relacionados a los riñones?
No. Yo nací con una malformación congénita, no es genético ni hereditario, que se me descubrió hasta los 5 años con una fiebre. Como aquí no había tecnología, me operaron en los Estados Unidos y ahí abrieron la caja de Pandora, como dicen.

Es nieta del extinto abogado y político
liberal Lisandro Quesada.

¿Qué hallaron?
Tenía una malformación en los uréteres provocando que la orina se fuera para los riñones. Para ese entonces, ya había afectado mi primer riñón, me hicieron la operación y me dijeron que viviría normal, pero en 2007 tuve un accidente de tránsito y eso aceleró mi problema en los riñones. En 2012 me ingresaron de urgencia al hospital, hasta entonces, llevaba una vida normal como cualquier adolescente.

¿Malestares?
Nada, hasta que fui ingresada, me puse mal en pocos días, por eso debemos cuidar los riñones porque las afecciones son silenciosas, o sea, cuando ya le duelen es que tiene problemas. En mi caso, me di cuenta porque no podía mover la boca.

¿En qué momento toma la decisión del trasplante?
Por recomendación de mis doctores, que han sido unos verdaderos ángeles para mí, porque de lo contrario iba a diálisis, todo fue tan rápido, como siete meses entre la hospitalización y la cirugía, me operaron en febrero del 2013, el tiempo de Dios es perfecto.

¿Sintió miedo de morir?
No tuve miedo, pensaba más bien que mi vida iba a cambiar, los médicos me dieron diez páginas sobre lo que podría pasar, pero Dios es bondadoso y misericordioso y aquí estoy, sana y salva.

“Es una segunda oportunidad de vida”.

¿Qué son las cosas malas que pueden pasar en una cirugía de estas?
Lo primero era que mi cuerpo rechazara el riñón o que me matara una bacteria porque los niveles son tan bajos que hasta una gripe lo puede matar.

¿Cómo buscaron el donante?
Fue un proceso largo, muchos exámenes, gracias a Dios ya en Honduras se tiene este tipo de servicios, cuando a mí me tocó, se tenía que hacer primero un examen de histocompatibilidad con mi mamá en Costa Rica, porque aquí no había en laboratorios.

¿Qué pensaba su mamá?
Mire, en ese tiempo pensaba en su niña que ahora tiene 17 años, era natural sus temores, pero también pensaba en que era una segunda oportunidad de vida para mí. Ahora, hay tanta tecnología que al donante no le pasa nada. Como le decía, mandamos los exámenes y entre más compatibilidad, hay menos riesgo de rechazo. Cuando recibimos los resultados, solo escuchaba los gritos de alegría en la casa. Salimos copatibles en un 98 por ciento y a partir de ahí el doctor nos dijo empezamos.

¿Dónde la operaron?
Primero estaba programada en el Seguro Social, pero por problemas políticos no se pudo. El doctor Próspero movió mar y tierra para que el San Felipe nos abriera las puertas cuando se llegó la fecha esperada.

¿Nerviosa?
No, pero sí la gente alrededor de mí, yo tenía fe que todo iba a salir bien. Estaba preocupada por mi mamá, pero estaba en buenas manos, vinieron como siete doctores de España, entre ellos el doctor Litton, quien lideró la operación.

¿La sedaron?
Sí.

¿Cuánto tiempo?
No me acuerdo, creo que unas cinco horas.

¿Qué hizo al despertar?
Solo pregunté si todo estaba bien, si había sido un éxito.

¿Y mientras tanto su mamá?
Ella estaba en otra sala, muy bien, y me preguntó si yo estaba bien, después nos reunieron para ver que estuviéramos bien.

¿Cuánto tiempo tardó en recuperarse?
Unos tres meses aislada, evitando cualquier bacteria, el cuerpo se tiene que acostumbrar a una nueva vida.

¿Vive normal?
Tan normal que después me casé con mi novio. Me hago los chequeos de rutina cada seis meses y tomo medicamentos.

Después de la operación, se casó con el ingeniero Gerardo Montoya.

¿Hijos?
No, estamos esperando el momento. No tiene nada que ver con la operación.

¿Y su mamá?
Igual, lleva una vida normal, recuerde que más bien el donante lleva menos riesgo.

¿Puede beber licor?
Puedo, pero a mí no me gusta. Una cerveza de vez en cuando, como dice el doctor.

¿Les quedó cicatriz?
No, recuerde que fue un trasplante de un donante vivo con laparascopia, que lo hizo un caso único en Centroamérica. Son tres puntitos y a los tres días caminábamos.

¿Cómo reaccionó su entorno familiar y de amigos?
Mire, le voy a decir, yo tengo un soporte grande, he pasado un montón de circunstancias médicas y yo sí tengo amigos de verdad. Me llevaron flores, me escribían en todo momento, nunca me sentí sola.

Madre e hija viven con un riñon desde
hace diez años.

¿Feliz en todos los sentidos?
Feliz y bendecida, tengo un excelente trabajo, excelente esposo, excelente familia a la que amo con todo mi ser. La verdad que es una segunda oportunidad de vida.

¿Cuál sería su consejo para casos como el suyo?
Que no teman al trasplante y más ahora con la nueva tecnología, recuerde que le están dando una segunda oportunidad de vida a esa persona que lo necesita.

¿Qué hubiera pasado con su vida si no toma la decisión?
Estaría en diálisis 3 veces a la semana, no pudiera trabajar ni hacer un montón de cosas que ahora hago. A parte que los medicamentos son bien caros. Estoy agradecida con el Seguro Social porque ahí me los facilitan, pero cuando no hay me toca a mí y son como 50 mil lempiras mensuales.

¿Celebra el día de la operación?
Es mi segundo cumpleaños, todos los 4 de febrero.

Un momento en familia.

ELLA ES…
María Teresa Quesada Soto nació en Olanchito el 24 de mayo de 1987, pero desde muy pequeña vive en Tegucigalpa. Cursó el bachillerato en la Elvel School y se graduó de abogada con especialidad en derecho corporativo en la UNAH. Es asesora legal y está casada con el ingeniero Gerardo Montoya.

 

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