Clave de SOL: Volver a Julián Marías

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12 de noviembre de 2023
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12:03 am
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Clave de SOL: Volver a Julián Marías

Por: Segisfredo Infante

Durante la década del noventa del siglo próximo pasado, escribí varios artículos en los que mostraba una cierta devoción intrínseca por la obra del filósofo Julián Marías, un poco bajo la influencia de Ramón Oquelí. Fue tal el interés por el tema del “Ser español”, que establecí relación epistolar con Julián Marías. Me importaba, en aquel entonces, elaborar una especie de ligazón teorética con el “Ser del hondureño”. Hay una carta del filósofo español, dirigida a mi persona, que se publicó en una revista que circulaba en los predios universitarios y en las cafeterías catrachas, en donde manifestaba su interés por visitar Honduras. Aquel hermoso proyecto quedó trunco.

Ahora me he puesto a hojear unos pocos libros de Marías, más por nostalgia sincera que por otras fuerzas magnéticas. He vuelto a remirar su “Historia de la Filosofía”, en la décimo novena edición, que comienza con un prólogo de Xavier Zubiri, y termina con un extenso epílogo de Ortega y Gasset. Cada vez que observo la publicación de un nuevo manual o de una nueva historia de la filosofía, me pregunto a mí mismo cuáles serán los propósitos de los autores, con tantos manuales, historias y antimanuales que se han publicado en el curso del siglo veinte y parte del veintiuno. La respuesta, un poco desganada, ha resultado cómoda: Las nuevas generaciones de lectores y aficionados al tema requieren estas antologías como introducciones a la historia general de las ideas y como parte de un proyecto de rehabilitación de los valores humanos (y humanísticos) que se han venido perdiendo en forma vertiginosa.

Deseo referirme al prólogo firmado por Xavier Zubiri el tres de diciembre de 1940 (en plena y fatídica guerra mundial), por tratarse del filósofo español más riguroso, metódico, seco y creativo que a mi juicio ha parido la península ibérica. A la par me interesan los lenguajes utilizados por Zubiri al comienzo, en medio y al final del prólogo, en tanto que nunca antes había leído unas palabras introductorias a un libro, que comenzasen con un lenguaje familiar, o coloquial, dirigido a un discípulo personal como Julián Marías, quien también había sido alumno principal de Ortega y Gasset.

El prólogo comienza así: “Con el mayor cariño, querido Marías, accedo a presentar al público español este libro, que destina a esa juventud de que todavía casi forma usted parte. Y el cariño se funde con la satisfacción honda de sentir que las palabras de una cátedra no han caído totalmente en el vacío, sino que han servido para nutrir en parte una vida intelectual que emerge llena de entusiasmo y lozanía, y se afirma flotando por encima de todas las vicisitudes a que el planeta se halla sometido. Asistí a sus primeras curiosidades, guie sus primeros pasos, enderecé algunas veces sus senderos. Al despedirme de usted, ya en vías de madurez, lo hice con la paz y el sosiego de quien siente haber cumplido una parcela de la misión que Dios le asignó en este mundo”. Nótese, en primer lugar, que Xavier Zubiri trata de “usted” a su alumno. No lo tutea ni mucho menos lo vocea como solemos hacerlo en nuestros días.

Un segundo plano del lenguaje, o código de Zubiri, es estrictamente filosófico, en la búsqueda de la razón de ser de la “Filosofía”, desde sus raíces griegas, comenzando por el viejo Parménides. Aunque disiento del concepto de historia que él propone, en materia filosófica me inclino con profundo respeto. Zubiri afirma que en “el curso de la historia nos encontramos con tres conceptos distintos de filosofía, que emergen en última instancia de tres dimensiones del hombre: 1) La filosofía como un saber acerca de las cosas. 2) La filosofía como una dirección para el mundo y la vida. 3) La filosofía como una forma de vida y, por tanto, como algo que acontece”. (…) “Las tres convergen de una manera especial en nuestra situación, y plantean de nuevo en forma punzante y urgente el problema de la filosofía y de la inteligencia misma”, aun cuando se corra el riesgo de caer en el escepticismo; o, por el contrario, de adherirse a polémicas dogmáticas.

Pocos autores deslindan con tanta nitidez la diferencia, como lo hace Zubiri, entre Filosofía y ciencias particulares. Leamos: “Resultará entonces que esta diferencia radical entre la ciencia y la filosofía” (…) “No significa que la filosofía no sea un saber estricto, sino que es un saber distinto”. Pues, “Lo único que me interesa aquí es subrayar, frente a todo irracionalismo, que el objeto de la filosofía es estrictamente objeto de conocimiento. Pero que este objeto es radicalmente distinto a todos los demás”. En el último párrafo le advierte a Julián Marías que: “usted está comenzando a filosofar. Es decir, comenzará usted a bracear con toda suerte de razones y problemas”.

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