En el 196 aniversario de la Batalla de La Trinidad
Dr. Horacio Ulises Barrios Solano
A la hondureñidad le recordamos que el 11 de noviembre de 1827 se coronó de gloria José Francisco Morazán Quesada en “La Batalla de la Trinidad”.
El presidente federal Manuel José Arce envió a Honduras al coronel Justo Milla Arriaga con el pretexto de proteger unos envíos de tabaco de Copán, pero con el objeto real de apoyar al vicario y provisor de Comayagua José Nicolás Irías Midence con pretensiones al Obispado de Honduras enemistándose con el jefe de Estado abogado Dionisio de Herrera por medio de los clericales hacían creer al pueblo ignorante que Herrera y Morazán eran francmasones, herejes y enemigos de la iglesia llegando al grado de excomulgarlos.
(Y efectivamente fueron declarados Masones a la Vista por el Ilustre Masón Miguel Echarri quien venía del Gran Oriente Neogranadino de Colombia)
Así las cosas Milla Arriaga dispersó en Yamaranguila un escuadrón de milicias estatales, continuando a Comayagua al frente de su columna, reforzada en Honduras por otros 300 hombres partidarios de Irías, y el 7 de abril puso sitio a la capital estatal, defendida por Herrera y después de que Comayagua había sido incendiada en muchos de sus barrios así como saqueada, el comandante de armas Antonio Fernández con otros dos españoles entraron en pláticas secretas con Milla entregándole la plaza a través de una capitulación y Milla toma el mando supremo y nombraba como vice jefe a Jerónimo Zelaya, sin embargo, Dionisio de Herrera y Pedro Brito fueron enviados presos por cordillera a Guatemala, con cadenas y grilletes, al mando del coronel Ramón Ballesteros. Seguidamente Milla tomaba el mando supremo y nombraba como vice jefe a Jerónimo Zelaya.
Morazán fue capturado en Ojojona por la traición de Milla pero hábilmente preparó y logró su fuga pinchándose los labios y las encillas dando parte al alcaide del presidio y seguidamente un practicante en Medicina o un médico de apellido Lozano certificó que se trataba escorbuto. Llegó a Choluteca y Morazán con el coronel Remigio Díaz, José Antonio Márquez y José María Gutiérrez. Al poco tiempo se encaminó a Nacaome, allí recibió un contingente de 200 hombres enviados al mando del coronel Pacheco y Rosco. Con toda esta gente, Morazán organizó una división de 1,000 hombres, siendo comandante general don Remigio Díaz.
La división se organizó en compañías acompañándoles el coronel Ramón Valladares y marcharon sobre Tegucigalpa. En los primeros días del mes de noviembre el ejército avanzó hacia Sabanagrande. El día 10 de noviembre estaban en Sabanagrande. Al amanecer observaron que el enemigo estaba muy cerca. Dispusieron el ataque. Cuatro compañías de 100 hombres cada una atacaría por el centro y otra en las alturas de 600 hombres, al mando del coronel Ramón Valladares, la cual atacaría por los flancos. Al aclarar el día, el combate se puso al rojo vivo. Los coroneles Díaz, Márquez, Pacheco, Rosco y Morazán se fueron a la vanguardia con todo arrojo. Se sabe que en la huida dejaron cadáveres, heridos, 500 fusiles, mucho parque, un cañón con su implemento bélico, documentos militares como mapas y planes y otros instructivos, toda una verdadera derrota.
Concluido el combate se pasó revista y el coronel Remigio Díaz, comandante en jefe del Ejército, observando el arrojo y valentía de Morazán en el combate, le dijo: “Compatriota, eres más a propósito que yo para el mando en jefe”? Contestó Morazán: “Acepto el mando”.
En ese mismo momento se abre para Morazán la primera página gloriosa de su vida al servicio del pueblo centroamericano.
Morazán después de reconocer la actitud del coronel Remigio Díaz, ordenó al oficial Manuel Escobar que se quedara en La Trinidad. Que se enterrara a los compatriotas muertos en la batalla, con los oficios cristianos y honores militares. Que los heridos fueran curados y tratados con benevolencia. Seguidamente ordenó la marcha sobre Tegucigalpa.
El día 12 llegó de Texíguat un contingente de 400 hombres. Iban en auxilio de las fuerzas libertadoras. Fueron recibidos por Manuel Escobar y armados con los fusiles y el cañón que fue dejado por los millista en el campo de batalla. Seguidamente se puso en marcha llegando a Tegucigalpa el día 13 por la tarde.