Saberes de primer mundo: saber esperar y saber que estorbo
Por: Tomás Monge*
Parece mentira, pero el ambiente y la convivencia en la comunidad, en la ciudad y a nivel de país pueden mejorar considerablemente con algunos tipos de saberes que a simple vista parecen pequeños y “sencillos”, pero que en realidad son muy profundos y significativos; al punto de tener el poder de cambiar nuestra percepción general de la vida, de mejorar nuestro comportamiento y de dotar nuestra presencia de clase y fineza.
En este sentido, podemos comenzar considerando el concepto de saber esperar, del cual una gran mayoría de hondureños carecemos; y lo podemos ejemplificar con el uso de las rotondas, las cuales en Tegucigalpa tienen cuatro accesos, con la isleta central rodeada solamente de dos carriles: el interno y el externo, pero en las que muchos conductores usualmente no hacen el alto correspondiente en el borde de cada acceso, sino que manejan a una velocidad imprudente y amenazante, como indicando a los que están dentro de la rotonda que se les meterán a la fuerza, y algunos incluso han colisionado de esta manera, por desesperados e incultos.
Lo correcto es no salir del acceso hacia el centro de la rotonda si vemos que no tenemos un espacio claro para hacerlo; ya que es más productivo esperar entre 15 y 30 segundos para que circulen los que ya ingresaron, que atascar la rotonda solo por ser impacientes. Además, por regla general, el carril externo es el más adecuado para utilizar siempre, especialmente si sabemos que saldremos de la rotonda en el primer o segundo acceso más cercano a nosotros; mientras que el carril interno es preferible utilizarlo para adelantar y cuando sabemos que nuestra salida será en el tercer o último acceso más lejano (teniendo en mente que eventualmente deberemos regresarnos al carril derecho para salir de la rotonda).
Igualmente, si pensamos en las largas filas de vehículos, sabemos que encontraremos muchas en nuestro trayecto y debemos tomarlo en cuenta al calcular el tiempo hasta nuestro destino. Asimismo, debemos recordar que por más larga que sea la fila y por más lento que sea el flujo, manejar en contravía es un acto temerario y es penado por la ley. De igual forma, el tratar de ingresar a la fila en el extremo final y a la fuerza siempre será un acto deplorable y que solo se puede definir como “ser chusma” [f. Conjunto o multitud de gente grosera o vulgar (RAE-DLE)]; así que lo mejor es saber esperar.
Por otro lado, considerando el concepto de saber que estorbo, del cual una gran mayoría de hondureños también carecemos, podemos ejemplificar el fenómeno de la colonia Kennedy, que hace unos veinte años tenía una sola calle plagada de negocios y se le llamaba “la calle del comercio”, pero ahora más del 60% de sus calles están cundidas de negocios, de ventas de comida e incluso hay canchas de fútbol que hacen que decenas de vehículos provenientes de otras colonias abarroten las calles, ya sea durante un partido, o para comprar productos y/o comida en los negocios a orilla de calle. Por tal razón, es obvio que, ni los dueños de negocios, ni los administradores de las canchas, ni los conductores residentes, ni los visitantes se preocupan por no estorbar el tránsito fluido; tanto de los peatones, como de otros vehículos.
Ciertamente, el no saber esperar y el no saber que estorbamos son dos problemáticas graves que nos mantendrán perpetuamente en el tercer mundo y que nunca nos permitirán desarrollarnos. En otras palabras, el concepto de “prisa”, mal empleado, puede ser muy negativo y nos puede empujar –irónicamente- a perder muchísimo más tiempo, si, por desesperados o por desconsiderados, generamos atrasos o accidentes.
Sería ideal que nos diéramos cuenta de la magnitud del poder de estos dos “aparentemente pequeños”, pero enormes saberes. Es decir, que si todos valoráramos el profundo sentimiento de armonía y satisfacción que se produce cuando alguien se estaciona bien para no estorbar, cuando alguien nos cede el paso o cuando alguien espera su turno y respeta la fila que ya estaba formada a su llegada, todos estaríamos más unidos como pueblo y tendríamos un mejor ambiente, una mejor convivencia e incluso una mejor plataforma para juntos demandar nuestros derechos y exigir a los servidores públicos que trabajen y que dejen de robar. ¡Nos temerían como pueblo, porque actuaríamos como su verdadero Soberano!
Pero siendo tan astutos como son, los políticos se sirven de los noticieros y redes sociales para dividirnos y mantenernos siguiendo el circo de haraganerías y mediocridades de un bando y del otro, mientras todos ellos viven bien, comen rico, visten fino y viajan con lujos, gracias al dinero que debería de servirnos a nosotros; y gracias a nuestra ignorancia, fanatismo y peleas en las calles, en los medios y en las redes sociales con nuestros mismos hermanos hondureños. ¿Hasta cuándo, pueblo?
*Consultor Educativo y Catedrático UPNFM.