Leer, ¿para qué?

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18 de noviembre de 2023
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12:02 am
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Leer, ¿para qué?

Por: Elvia Elizabeth Gómez García*

Este fin de semana se celebra en San Pedro Sula la III Feria del Libro. En una ciudad caracterizada por su desarrollo económico y considerada la capital industrial del país, el impulso a las actividades culturales se ha topado con tierra árida. Por ello, impulsar este tipo de iniciativas se vuelve una labor titánica de la cual la academia no debe desvincularse.

Aún recuerdo el nombre de uno de los cuentos de mi infancia, se llama “El soldadito de plomo”. Pero mi pasión por la lectura no proviene solamente de del proceso de enseñanza del sistema educativo, aunque quizás, si se capacitara a los docentes en técnicas que permitiesen captar mejor el interés de los niños, tendríamos más lectores.

En mi infancia, un hábito que se ha mantenido hasta hoy era el de leer el periódico, recuerdo aún cuando en los titulares aparecían palabras complejas y debía esforzarme por comprender lo que decía.

Conversando con mi querida amiga, la Lic. Iris Zepeda a quien admiro por su amor a las matemáticas, me comentaba que uno de los recuerdos que más ha marcado su vida fue el de “descubrir” que había aprendido a leer. Cuando cuenta esta anécdota sus ojos brillan y transmiten lo feliz que le hace la lectura.

Mi muy querido amigo, el escritor Julio Escoto al conversar con los estudiantes les aconseja que, si no han adquirido aún el hábito de leer, pueden iniciar con historietas (cómics como se les conoce) y que, poco a poco se darán cuenta de lo maravilloso que es adentrarse en las letras e imaginar las escenas de lo narrado a través de la palabra escrita.

Gabriel García Márquez expresó “Donde un libro aburre ahí lo dejo. No leo ni por respeto, ni por devoción, ni por obligación. Cuando niño empecé a leer El Quijote, me aburrió, lo dejé por la mitad. Después lo volví a leer y releer, pero porque me gustó, no por ser un libro obligatorio. Ese ha sido mi método de lectura”.

Para quienes amamos leer, no hay sensación más emocionante como la que nos provoca entrar a una librería y comprar ese libro que tanto hemos querido leer, o bien buscar entre los libros ya leídos aquellos que nos han marcado significativamente, porque un libro lo descubrimos en más de una ocasión, en cada etapa de nuestra vida cobra significados diferentes.

Cuando ingresé a la universidad, la información no estaba a un clic, sino en las estanterías de la biblioteca, tenía que buscar en el fichero para encontrar el código del libro que necesitaba y entregarlo al encargado de turno para que me lo facilitase. Puedo decir que estoy agradecida con la vida por ser de esa generación de transición.

La lectura cambia mentalidades, abre el mundo ante nuestros ojos y nos permite conocer nuevas culturas, historias narradas en diferentes matices, vivencias de personas que se encuentran en otro continente, la lectura amplía nuestro vocabulario, lo enriquece y nos permite encontrar las palabras adecuadas para expresar nuestras ideas.

El escritor francés André Gide, ganador del premio Nobel de Literatura expresó “Ante ciertos libros uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin los libros y las personas se encuentran”.

Pero Honduras no es un país que cultive la lectura, el costo de los libros es excesivamente elevado, lo que hace de la lectura un hábito difícil de afianzar y un pasatiempo nada accesible.

Tristemente, la tecnología nos ha plagado de “analfabetas digitales” y hoy en día es raro toparnos en los pasillos de los centros educativos o en espacios públicos a personas con libro en mano. Abundan sin embargo aquellos que se zambullen en sus teléfonos móviles jugando, revisando las redes sociales y alejados del mundo real, de lo palpable.

Sería interesante pedir a los estudiantes que elaboren un listado de los libros que han leído, preguntarles cuál es el que más les ha gustado y las razones de ello. La academia debe impulsar iniciativas tendientes a “inspirar a sus estudiantes a la lectura”. Pero para ello debe motivarse también a los docentes porque, lamentablemente también han perdido este hábito.

*Profesora universitaria.

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