Sabiduría popular

ZV
/
20 de noviembre de 2023
/
12:05 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Sabiduría popular

Por: Otto Martín Wolf

Recientemente tuve una conversación súper interesante con alguien cuya sabiduría no se podría adivinar debido a su trabajo.

Tomé un taxi y, como es mi costumbre, entablé plática para conocer un poco más del ser humano, especialmente de aquellos cuya ocupación es algo fuera de mi área.

Le pregunté que cómo le iba, que si el taxi era de él y cuánto tiempo tenía en el oficio.

El taxi era de su propiedad -me respondió- tenía unos ocho años de conducirlo y le iba bien, sacando a su familia adelante con mucha disciplina en los horarios de trabajo y algunos detalles referentes a los problemas que ha enfrentado a lo largo del tiempo.

Comprendí muy bien lo de ser independiente, no estar sujeto a los caprichos y vaivenes de los jefes ya que, afortunadamente, logré esa libertad bien temprano en la vida.

“Tener un jefe -me comentó- es bueno ya que sobre este caen las responsabilidades financieras y las preocupaciones, pero, por otra parte, uno depende de lo que pueda pasar en su negocio y en su mente. En cambio -continuó- si yo soy mi propio jefe, yo dependo de mi esfuerzo, disciplina, soy el propio jefe de mis responsabilidades”.

Claro que lo entiendo, como creo debe hacerlo toda persona, aquellos que son sus propios jefes y, también, quienes dependen de uno.

Ese es un conocimiento general, algo que de una manera u otra todos posiblemente hemos pensado en algún momento.

Pero, lo que más me llamó la atención fue lo que el hombre me dijo a continuación, algo que es evidente pero que nunca había realizado.

“Cierto que soy mi propio jefe, pero también soy mi propio empleado”.

¡Sorpresa!

Creo que muy pocos han visto las cosas con ese ángulo, al menos yo no.

La responsabilidad de ser nuestro propio jefe está íntimamente ligada al conocimiento de que, al serlo, somos también nuestros propios empleados.

¿Cuántas personas podrán entender el verdadero alcance de esa responsabilidad?

¿Será más fácil actuar todo el tiempo como jefe olvidando que para que las cosas funcionen también debemos aceptar las obligaciones de ser empleado?

A lo largo de una vida siendo mi propio jefe, es hasta ahora, en ese taxi, con ese humilde pero sabio conductor, que me di cuenta que, parte del éxito que he obtenido se debe a que, también, fui mi propio empleado.

Todo eso me llevó a pensar en cuántos jefes, con muchos seres humanos bajo su mando, quizá jamás se ponen en el lugar de ellos ya que su visión es la de jefe, no la de empleado.

Es difícil o, a lo mejor no lo es mucho, desde una posición superior ver lo que pasa abajo y sentir en carne propia lo que deben sentir los subalternos.

Y, es aquí, precisamente, donde ese “soy también mi propio empleado”, más se debería aplicar, me refiero a los gobernantes, aquellos que desde las alturas del poder pierden la perspectiva de la realidad, no pueden comprender, se olvidan o simplemente no les importa los que están llevando su vida muchos escalones más abajo.

Los gobernantes son sus propios jefes, pero también y más importante, son empleados del pueblo al que mandan y es por ellos por quienes deberían regir todas sus actuaciones.

No tuve oportunidad de ir más a fondo en la conversación con el taxista que menciono, sobre todo porque la profundidad de su criterio fue fluyendo después de bajarme, poco a poco hasta llegar a eso del “jefe supremo”, el más alto jefe de todos.

Creo que, al estilo de ciertas novelas románticas, en las que los reyes se vestían de civiles y salían a las calles a conocer el pensamiento de los súbditos -y en algunas hasta intercambiaban papeles con gente humilde- los actuales gobernantes, los jefes del país, los ministros de esto y lo otro, deberían recordar que son empleados y que tienen un verdadero “jefe supremo”, que son todos aquellos que están debajo.

Quizá no pueden hacerlo en persona, ahora es más fácil identificar quién se esconde detrás de qué disfraz, pero existen métodos científicos para medir lo que la gente piensa y siente, cómo se encuentra y cuál es su esperanza y deseo en la vida.

Y, una vez con esa información -aunque quizá parcial, lo reconozco- utilizar el poder, el mando, el ser jefe, para sentirse como empleado.

Ningún presidente es más sabio que ese taxista y estoy seguro que debe haber centenares de miles, millones, como él, detrás de un timón, con una pala o una escoba en la mano, que saben más de lo duro de la existencia que cualquier jefe.

Eso es lo que aprendí mientras el hombre luchaba contra el terrible tráfico y lo difícil de la vida.

[email protected]

 

Más de Columnistas
Lo Más Visto