CONTRACORRIENTE: Justicia, venganza y pagos
Por: Juan Ramón Martínez
La sociedad hondureña, no siempre ha sido justa, fraterna y cristiana. En la mayoría de los tiempos, hemos estado enfrentados, unos con otros, por razones políticas, religiosas y económicas. Y en los enfrentamientos, muchas veces hemos levantado la voz y empuñando las manos, le hemos hecho daño a los otros. Las guerras civiles, han sido -y también lo serán en el futuro- el ejercicio irracional del odio hacia los otros; y, en el que el ejercicio de la venganza, nunca ha sido eliminado, ni siquiera cuando en los últimos años dicen que vivimos una época más civilizada, amparados en la obediencia de la ley.
Las guerras, fueron levantamientos en contra de la autoridad, para derribarla; y, ocupar los beneficios del presupuesto. Pero, además, un medio para cobrar las deudas, las ofensas inolvidables, satisfacción de las envidias en contra de los que tenían bienes; y al final, una oportunidad para el ejercicio del robo y la agresión contra los bienes de los que, ni siquiera estaban en contra de nadie. Solo porque estaban allí: las vacas, los caballos, los almacenes, los vehículos; e incluso los ahorros. También la honra de las mujeres sexualmente agredidas; o raptadas, en un “romanticismo” rural que, todavía nos avergüenza.
Tampoco la política, tuvo éxito en alejar a los vengativos de la lucha. Los frustrados, los incompetentes, los amargados, incluso los mentalmente lisiados, han encontrado en ella una oportunidad para el ejercicio de la venganza en contra de los otros. Por supuesto, por la repetición, nos hemos acostumbrado a aceptar que la política es el camino para salir de pobreza, para asegurar imperios familiares; o, para ejercer las venganzas por medio de los que se cobran cuentas no saldadas. Así como la guerra en el pasado, la política es un mecanismo de ascenso social; y, el camino más corto para el enriquecimiento. En vez de servicio, se ha tornado, especialmente en estos últimos cuarenta y tres años, en el ejercicio del pandillerismo, el asalto al presupuesto nacional, la venta del honor nacional; y, el atraco en contra de las esperanzas de las mayorías. Como las ratas, muchos han hecho de la política, el camino para no trabajar jamás -algunos pregonan que tienen 40 años de no hacerlo, viviendo de la política, la agitación, el falso gobierno; o el latrocinio-. Otros ejerciendo, con torcida legalidad, la venganza.
Se asalta la Fiscalía General, para usarla no en la defensa de la sociedad, sino para la aplicación vengativa de la ley en contra de los adversarios. Y, a la Policía y los militares, para ofender el honor de los indiciados que, la Constitución y la doctrina jurídica, reconocen con derecho a que no se prejuzgue su inocencia; y no se le den tratamientos infamantes e irrespetuosos, a su condición de persona humana.
El Fiscal interino, cuya ilegalidad solo “reconoce” el Colegio de Abogados, -que se ha llamado al silencio-; o, las escuelas universitarias de derecho que bajan la cabeza para seguir “formando” individuos útiles para defender las peores causas, ha emprendido una jornada de persecución contra de los adversarios del régimen “socialista”. Mostrando que, no le tiembla el pulso para hacer las peores tareas, incluso comprometiendo su futuro, porque la venganza, nunca termina, ni siquiera cuando se cree que se han eliminado todos los adversarios. La dinámica de la venganza, es mecánica e interminable. Lo que se hace hoy en contra del otro; mañana tendrá respuestas, hasta las siete próximas generaciones. Johel Zelaya, conoce poco de filosofía del derecho; ignora la historia hondureña y, desconoce el carácter torvo y vengativo de sus compatriotas, ante los que, en algún momento, tendrá que responder. Y, pagar la cuenta.
Igual que el jefe de la Policía Militar. Exhibir a una mujer asustada, llorosa y desamparada, con las manos esposadas, es una exagerada muestra de dominio machista; una ofensa que el coronel Muñoz tendrá por la que responder algún día. No porque nosotros le “cobremos”, sino por el concepto de la venganza universal. Siempre hay alguien sobre la tierra que nos cobra lo que hicimos. Nosotros; o, nuestros antecesores. El ofensor olvida; pero el ofendido, siempre espera con el puñal escondido, para vengarse. Es bíblico.
El odio no ha sido util. Y tampoco el ejercicio de la ofensa o la venganza. Más bien, nos ha impedido progresar, desafortunadamente.