LETRAS LIBERTARIAS: Barrabás permanece en el alma latinoamericana

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22 de noviembre de 2023
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12:06 am
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LETRAS LIBERTARIAS: Barrabás permanece en el alma latinoamericana

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

Barrabás, como se sabe en todo el mundo cristiano, fue el personaje que el prefecto de Judea, Poncio Pilatos, puso en libertad durante la celebración de las fiestas de la pascua judía, lo que significó, al mismo tiempo, la condena a muerte de Jesús de Nazaret a manos de la rancia oligarquía sacerdotal y el Imperio romano. La fatalidad del hecho, revestida a todas luces de injusticia, marca uno de los hitos más escalofriantes de la historia del cristianismo. Pero también de la política.

Este hecho, sin embargo, remarca lo que algunos teóricos señalan sobre la ironía en las decisiones públicas, al considerar que, en cuestiones plebiscitarias, no siempre los dictámenes de las mayorías devienen en racionalidad ni en rectitud moral. La chusma que votó por Barrabás prefirió la injusticia antes que la magnanimidad del joven rabino, incitados por los mismos sacerdotes del Sanedrín que prefirieron la inmolación del Justo, antes que perder los privilegios que otorga el poder.

Los seguidores de Barrabás siguen tan vivos en América Latina cuando eligen y aplauden a los políticos que prometen el cielo y la tierra a cambio de votos y algunas mercedes del Estado. Muchos de los famosos dictadores y autócratas de América Latina, enfundados en la retórica democrática, han resultado ser los más votados por el público y, en reiteradas ocasiones, reelectos por los adormecidos partidarios, para quienes, las simpatías que aquellos despiertan pesan más que las mentiras y la violación a las constituciones.

¿A qué se debe este fenómeno tan arraigado en América Latina, que ha vuelto a ponerse de moda en el siglo XXI? Los ciudadanos, hastiados de las promesas incumplidas y la improductiva lucha cotidiana por la existencia, se han desencantado de la política y de los políticos. Pero también hay otras explicaciones más emparentadas con las ideologías y las conductas de las masas, como apostaban Wilhelm Reich y el mismo Gustave Le Bon. Las ideologías, por ejemplo, provienen de mitos arraigados en el subconsciente que hacen las veces de guías para dirigir los comportamientos tribales, donde la figura del jefe o el caudillo es la más venerada. Todos los seres humanos precisamos de protección y amparo, es verdad, y, hasta donde sabemos, los populistas, de todas las tendencias doctrinarias, ofrecen estas prerrogativas a cambio de un apoyo masivo para mantenerse en el poder. Bajo esa misma concepción se encasillan los líderes y gobiernos autocráticos de hoy.

Los mitos, como los símbolos nacionalistas y los eslóganes revolucionarios, ofrecen en su sencillez sintética, la materia prima que moldea la psique de las masas menos cultivadas o informadas, que aplauden, extasiadas, las arengas de demagogos y vocingleros que tanto abundan en nuestro continente. Identificarse con las masas empobrecidas, o con grupos de presión que lideran astutos embaucadores, es el mejor negocio político del momento.

Pero todo se debe a esa raíz tribal que llevamos en el subconsciente, y que nos compele, como bien decía Mario Vargas Llosa en una entrevista, a clamar por una figura paterna que nos proteja frente al “desorden” de posturas e ideas antagónicas que estimula la democracia. “Debajo del civilizado -del que todos presumimos ser-, siempre hay un salvaje” asegura el nobel peruano. Y es verdad. Los autócratas de ayer, como los de hoy, han contado siempre con un masivo apoyo popular, incluso de intelectuales y académicos que rubrican alabanzas para ensalzar la imagen de esa estirpe tan común en la política tradicional latinoamericana. Eso sucede cuando la crítica y la racionalidad ceden el paso a la complacencia y a la falsa seguridad de perseguir valores universales.

Las ideologías de antaño y sus edulcorantes justicieros de hoy son las vendas puestas sobre la razón y la lógica de las masas. Son esas mismas vendas las que deformaron el juicio de los seguidores de Barrabás, en aquel fatídico día en que se crucificó la verdad.

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