BARLOVENTO: Un respiro en la nave terráquea

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23 de noviembre de 2023
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12:04 am
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BARLOVENTO: Un respiro en la nave terráquea

Por: Segisfredo Infante

La reciente reaproximación entre los dos más altos jerarcas de Estados Unidos y de China Popular, con sus respectivos equipos de trabajo, es una muestra cristalina que la filosofía de la historia de Guillermo Hegel, subjetiva y objetiva, se abre paso en medio de varios expertos en geopolítica económica y militar, quienes casi siempre vaticinan solo crispaciones sin ninguna solución posible, desestimando las salidas pactadas en medio de los laberintos. Me refiero a aquella teoría hegeliana que sugería (o “intuía”) que de vez en cuando los bandos contrarios antagónicos se reconcilian, según las circunstancias que en cada periodo histórico se experimenten; o según el nivel de intensidad de las fricciones creadas y solucionadas por los mismos hombres, a veces con la figuración de nuevos fenómenos inesperados. Lo dicho es inteligible en función de la mirada histórica universal abarcadora de Hegel, a pesar de que en su época “ilustrada” la historiografía científica apenas se encontraba en su adolescencia.

Con el matemático y analista financiero Jaime Chávez Almendares (QEPD), un hombre sobrio y prudente, analizábamos en público y con mucha preocupación, hace varios años, lo que fue bautizado como “guerra de los aranceles” entre Estados Unidos de Norte América y China continental, abriendo una enorme fisura entre los dos socios comerciales más poderosos del mundo, fenómeno que podría desencadenar conflictos directos e indirectos en los países más pobres. Un porcentaje de la culpa recaía sobre la ausencia de visión largoplacista de aquellos tecnócratas (y tecnólogos) estadounidenses que habían trasladado todos sus experimentos al subcontinente asiático, sin prever las consecuencias de la voracidad de los mercados en general. Otra causa se encontraba en la crisis financiera del año 2008, por la desregulación excesiva del mundo financiero y del comercio global. Aparte de ello los chinos continentales habían comprado una gigantesca cantidad de bonos soberanos estadounidenses, superando el nivel de compra de los japoneses, ponderados como la tercera potencia económica del mundo, cerca de los “hindúes”. (El caso de la Unión Europea es aparte, pues se trata de varios países democráticos aliados con diferencias y semejanzas).

Nunca olvido cuando un compañero de un colegio nocturno de secundaria se burlaba de mi persona por interesarme en la paz mundial. Él decía: “Segisfredo: solo hay que apretar dos botones rojos y se acabó todo”. Nunca perdí la tímida esperanza de una especie de distensión armamentística, de la reducción de las guerras regionales y de la sagrada sobrevivencia de la especie humana. Tampoco perdí la ilusión alcanzable que las naciones más pobres (como Honduras) elevaran su nivel de vida a estadios superiores de comodidad civilizatoria. Naturalmente que sigo a la espera de que se concrete esta segunda ilusión, aunque sea en los próximos doscientos o trescientos años.

En el discurrir de las décadas he publicado artículos sugiriendo la necesidad de organizar equipos de estudio que se especialicen en la historia política y económica de países orientales como China Popular, Japón y la India. Percibo que por regla general los “expertos” se han atenido a los acontecimientos de los últimos treinta años, a partir del derrumbe del “Muro de Berlín”. Con la excepción de Henry Kissinger la mayoría de los especialistas orientales ha desconocido la historia y la literatura de la sociedad china, sobre todo de los siglos diecinueve y veinte. Una sociedad milenaria en sí misma, que ha salido de su ensimismamiento con el fin de proyectarse ante el mundo.

Pocos autores saben que la propuesta originaria de las “cuatro modernizaciones” de China Popular, fue elaborada o afinada por Mao Tse-tung durante la dolorosa década del sesenta del siglo próximo anterior. Un proyecto que al final fue materializado, con un sentido práctico realista, por Deng Xiaoping y sus sucesores. Tal realización fue posible gracias al acercamiento sincero de Estados Unidos y China Popular, mediante las conversaciones y pactos secretos entre el controversial Henry Kissinger y Chou Enlai, considerado uno de los magos de la diplomacia oriental del siglo veinte.

La reaproximación pacífica gradual entre China Popular y Estados Unidos, es un respiro oxigenante que beneficia a casi todas las naciones de la nave terráquea, en medio de tantas hostilidades y guerras desgastadoras. Es probable que en el proceso se crucen algunas palabras crueles o antidiplomáticas. Pero serán como “cañonazos de papel”, según le gustaba expresar a Chou Enlai. Por mi parte creo que en esta coyuntura histórica merecen aplausos tanto el presidente norteamericano Joe Biden, como el presidente chino Xi Jinping, lo mismo que sus equipos diplomáticos. La filosofía abstracta de Hegel adquiere materialidad y le imprime sentido al libro histórico de la especie humana. Ojalá que ambos bandos, una vez armonizados, nunca se echen hacia atrás.

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